lunes, 14 de marzo de 2016

Marcus J. Borg: El corazón del cristianismo. Por Juan Antonio Irazabal

BORG, Marcus J.: El corazón del cristianismo. Redescubrir una vida de fe. PPC, Madrid, 2005. 251 páginas. Traducción de Federico de Carlos Otto. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.

Las palabras —aun las mejores— sufren un tremendo desgaste. En parte, por simple repetición: es lo que les sucede a las palabras de la fe en la repetición del rito religioso. En parte, porque cambia el contexto cultural en el que son empleadas. Así, sucede que conceptos inicialmente ricos pueden llegar a provocar verdadera desilusión. ¿No habrá sido ésta la experiencia de millones de cristianos?

El presente libro, obra de un teólogo protestante, miembro del conocido Jesus Seminar, se propone, «con apasionamiento», proporcionar un «paradigma emergente» a esos cristianos obligados a enfrentarse con la difícil encrucijada cultural de nuestra época. Estas páginas constituyen el fruto de su enseñanza religiosa en más de doscientos grupos cristianos de los Estados Unidos. El autor es un protestante de talante ecuménico que, entre otras cosas, ha asimilado aportaciones católicas como el Vaticano II y, en general, las grandes corrientes renovadoras de un siglo tan rico en teología como el que acaba de terminar.

Su proyecto gira en torno a esta pregunta: ¿qué es lo esencial —el corazón— del cristianismo? Una pregunta a la que sólo se puede responder desde el diálogo con otros cristianos en una «conversación sin fin». Algunas expresiones de Borg parecerán chocantes a más de un cristiano (católico o protestante) o porque le resulten novedosas o porque ponen de relieve solamente un aspecto de la cuestión;pero, en general, se van aclarando y completando a lo largo de la obra.

La primera parte constituye un repaso a la tradición cristiana. Inevitablemente, comienza insistiendo en la centralidad del acto de fe, que no consiste solamente en asentir a unos determinados contenidos, sino también —y sobre todo— en la confianza radical en Dios, en una fidelidad o lealtad que nos impulsa a centrar la vida en Dios y en una forma de ver toda la realidad como gracia o regalo de Dios.

Los tres objetos fundamentales del asentimiento de nuestra fe son Dios, como realidad suprema; Jesús, como corazón y revelación de Dios, y la Biblia, el corazón de la tradición creyente. El autor reconoce que la Biblia se ha convertido en un obstáculo para muchos cristianos. Les ofrece una alternativa al literalismo bíblico a través de una comprensión de la Biblia a la vez histórica, metafórica y sacramental. Presenta a Dios como ese «Más» en quien «vivimos, nos movemos y existimos». Y, sin dejar de reconocer la validez de la imagen tradicional de Jesús, se esfuerza por ayudarnos a recuperar toda la riqueza de su dimensión humana.

La segunda parte del libro ofrece «una nueva visión de la vida cristiana». Ésta tiene, en primer lugar, una dimensión personal, que se puede resumir en la posibilidad que se nos ofrece de renacer a una vida nueva (Jn 3,1-10). Pero el autor insiste más en la dimensión colectiva o comunitaria, por considerarla menos conocida de la mayor parte de los cristianos: se trata del Reino de Dios, o sea, «lo que sería la vida en la tierra si Dios fuera el rey», si fuera reconocido como tal. Se trata de descubrir «la pasión política» de la Biblia, en particular del Nuevo Testamento, el significado político (esto es, de interés para el bien general) de la cruz y la resurrección.

Recuerda también la necesidad de «abrir el corazón a espacios sutiles» como son el culto, los tiempos litúrgicos, la gratuidad, la compasión... Pecado y salvación son igualmente dos realidades cuya comprensión necesita una urgente renovación. Este protestante no olvida la importancia de «la práctica», que consiste en prestar atención a Dios y en traducir la fe en obras hasta formarse un «carácter cristiano», la necesidad de pertenecer a una comunidad concreta, la educación en la fe, la oración, la compasión y la justicia. Finalmente, el último capítulo está dedicado a la comprensión del pluralismo religioso. En suma, un buen instrumento para la renovación cristiana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario