Boff, Leonardo: La cruz nuestra de cada día. Fuente de vida y resurrección. Sal Terrae, Santander, 2006. 85 páginas. Traducción de Jesús García-Abril Pérez. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.
No es fácil comprender el sentido de la cruz y menos aún vivirla de manera liberadora para uno mismo y para los demás. De ahí las dos partes de esta obrita del conocido teólogo brasileño: la primera trata de «cómo predicar la cruz, hoy», mientras que la segunda presenta cuatro meditaciones sobre el misterio pascual. Madres que cargan con la cruz de unos hijos enganchados a la droga. Cristianos sumergidos en el mundo de las favelas, donde comparten todas las estaciones del doloroso viacrucis del pueblo. Perseguidos por luchar contra toda clase de mafias. Son ejemplos de cruces llenas de dignidad, por las que es honroso sufrir. Sin olvidar, por supuesto, a quienes sufren una dolorosa enfermedad o se ven ya inexorablemente abocados a la muerte.
La existencia de Jesús de Nazaret, que no huyó del riesgo de una muerte ignominiosa en solidaridad con todos los humanos, sobre todo los más injustamente tratados, es una respuesta única a todas las existencias crucificadas, porque todas ellas, como la de Jesús, están llamadas a la victoria de la resurrección.
No es fácil comprender el sentido de la cruz y menos aún vivirla de manera liberadora para uno mismo y para los demás. De ahí las dos partes de esta obrita del conocido teólogo brasileño: la primera trata de «cómo predicar la cruz, hoy», mientras que la segunda presenta cuatro meditaciones sobre el misterio pascual. Madres que cargan con la cruz de unos hijos enganchados a la droga. Cristianos sumergidos en el mundo de las favelas, donde comparten todas las estaciones del doloroso viacrucis del pueblo. Perseguidos por luchar contra toda clase de mafias. Son ejemplos de cruces llenas de dignidad, por las que es honroso sufrir. Sin olvidar, por supuesto, a quienes sufren una dolorosa enfermedad o se ven ya inexorablemente abocados a la muerte.
La existencia de Jesús de Nazaret, que no huyó del riesgo de una muerte ignominiosa en solidaridad con todos los humanos, sobre todo los más injustamente tratados, es una respuesta única a todas las existencias crucificadas, porque todas ellas, como la de Jesús, están llamadas a la victoria de la resurrección.
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