Toscano, María; y Ancochea, Germán: Dionisio Areopagita. La tiniebla es luz. Herder, Barcelona, 2010. 223 páginas. Comentario realizado por José María Vaca Nieto.
Los autores hacen un recorrido completo tanto sobre el personaje como sobre su obra principal, presentando en el libro una información completa y al alcance de todos de las muchas investigaciones existentes en la actualidad.
El primer capítulo está dedicado al personaje y su contexto. Tras su lectura, sobre el personaje, se deja claro que aunque durante mucho tiempo se haya pensado que se trata de aquel Dionisio que, convencido por la predicación de Pablo en el Areópago, se convirtió al cristiano, se trasladó a Roma y, tras asistir a la prisión y al martirio de Pablo, fue a la Galia junto con dos compañeros –Rústico y Eleuterio– en donde dieron testimonio con su propio martirio en el siglo I, no es así. Los datos que se sacan de su obra –fórmulas litúrgicas de fe, por ejemplo– indican que hay que desechar tal hipótesis y permiten afirmar que estamos ante un autor muy posterior, que hay que situar en la segunda mitad del siglo V, probablemente. Para llegar a esta conclusión, los autores hacen un recorrido muy interesante acerca de las principales escuelas filosóficas que se van desarrollando en este período, de las primeras disputas cristológicas y de cómo en aquel tiempo no hay una diferencia sustancial entre el saber filosófico y teológico.
El primer capítulo está dedicado al personaje y su contexto. Tras su lectura, sobre el personaje, se deja claro que aunque durante mucho tiempo se haya pensado que se trata de aquel Dionisio que, convencido por la predicación de Pablo en el Areópago, se convirtió al cristiano, se trasladó a Roma y, tras asistir a la prisión y al martirio de Pablo, fue a la Galia junto con dos compañeros –Rústico y Eleuterio– en donde dieron testimonio con su propio martirio en el siglo I, no es así. Los datos que se sacan de su obra –fórmulas litúrgicas de fe, por ejemplo– indican que hay que desechar tal hipótesis y permiten afirmar que estamos ante un autor muy posterior, que hay que situar en la segunda mitad del siglo V, probablemente. Para llegar a esta conclusión, los autores hacen un recorrido muy interesante acerca de las principales escuelas filosóficas que se van desarrollando en este período, de las primeras disputas cristológicas y de cómo en aquel tiempo no hay una diferencia sustancial entre el saber filosófico y teológico.
Situado el autor, el capítulo segundo se centra en explicar la trayectoria por la que el libro ha llegado a nosotros, haciendo un hincapié muy especial en el valor que los autores medievales daban al conjunto de las obras del Areopagita.
El capítulo tercero está destinado a plantear los escritos de Dionisio y a hacer una síntesis de las principales obras.
El capítulo cuarto nos desvela el fondo de la teología negativa que por una parte trata de mostrar cómo es Dios, pero por otra insiste de una manera especial en que Dios no se agota en las explicaciones que el teólogo da acerca de él.
El capítulo quinto trata de buscar una aplicación actual de esta forma de ver a Dios de la que nos separan tantos años y tanto desarrollo cultural. No cabe duda de que se trata de un tema especialmente difícil, al menos por dos razones: una es el desconocimiento generalizado que se tiene, incluso en ambientes cultos, acerca de la filosofía neoplatónica; otra es por el rechazo que determinados contenidos de estas filosofías –eones, ángeles, jerarquías celestiales– provocan en los ambientes filosóficos y teológicos tras muchos años de ilustración. Pero tampoco hay duda de que los autores han hecho un esfuerzo simpar por dar a conocer y poner al alcance de muchos ese tipo de filosofía-teología que se produjo en un momento determinado y que permite entender mucho mejor determinados contenidos de bíblicos.
Al respecto, resulta especialmente interesante el recorrido que hacen los autores en el capítulo sexto por los pensadores renacentistas que se sintieron influenciados por las obras del Areopagita.
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