miércoles, 15 de agosto de 2018

Jorge Riechmann: ¿Vivir como buenos huérfanos? Por Jaime Tatay Nieto

Riechmann, Jorge: ¿Vivir como buenos huérfanos? Ensayos sobre el sentido de la vida en el Siglo de la Gran Prueba. Libros de la Catarata, Madrid, 2017. 287 páginas. Comentario realizado por Jaime Tatay Nieto.

El último libro de Riechmann retoma muchas de las cuestiones que han ocupado durante los últimos años al filósofo y poeta madrileño. Diseñada como la tercera entrega de su trilogía de la autocontención: continuación de El socialismo solo puede llegar en bicicleta (2012) y Autoconstrucción (2015). Esta colección de reflexiones breves está sazonada con fragmentos de poemas y con múltiples referencias que abren al lector a una bibliografía inabarcable. Su principal novedad es el esfuerzo por entablar un diálogo sincero con las espiritualidades contemporáneas desde una posición laica y ecosocialista. Así se rescatan elementos valiosos de las grandes tradiciones religiosas y filosóficas de la humanidad que habían sido descartados de un modo un tanto precipitado por la Modernidad. 

Si bien el desarrollo del argumento principal del ensayo resulta sinuoso, fragmentario y excesivamente saturado de citas, al inicio del libro se tratan de esbozar los contornos del proyecto con la mayor claridad posible: «Deberíamos primero evitar los autoengaños asociados con esa religión civil del crecimiento y el consumismo, a la vez que resistir la tentación de autodeificarnos —tratar de convertirnos en dioses—, y en vez de eso emprender el arduo camino de autoconstruirnos para vivir como buenos huérfanos» (pp. 13-14). Dicho de otro modo, Riechmann afirma que, tras la muerte de Dios, tras el fracaso de las grandes ideologías y tras constatar la hybris de un proyecto ilustrado que se ha dado de bruces contra los límites biofísicos del planeta, no podemos ya recurrir a una razón mítica (pre-moderna) ni prometeica (moderna), pero tampoco resignarnos ante el nihilismo (postmoderno) ni huir hacia delante recurriendo a las utopías más trasnochadas del transhumanismo o de la geo-ingeniería. La única alternativa, a su juicio, es parar, hacer marcha atrás y reconocer las deficiencias estructurales del ser humano para rescatar una razón humilde, relacional y ecológica, una razón capaz de tomar conciencia de los límites personales, colectivos y planetarios.

En esta ímproba tarea colectiva de autoconstrucción ética y reconstrucción política se atisba la posibilidad de una modernidad alternativa, pluri-dimensional y pluri-cultural, en la que convergen (sin confundirse) diversos humanismos de raigambre laica y religiosa: un ecohumanismo teísta, un ecohumanismo religioso evolucionista y un ecohumanismo laico. En esta confluencia, afirma Riechmann, existen intuiciones de la antropología teológica judeocristiana —como el pecado original— que no solo admiten una fecunda y sugerente relectura desde las modernas Ciencias Sociales, sino que se tornan centrales en el análisis contemporáneo de la crisis socio-ecológica. Además de prestar atención al concepto de “pecado original”, los últimos tres capítulos analizan —desde una perspectiva laica e inspirado por Camus, Gramsci, el último Sacristán y Fernández Buey— conceptos de raigambre religiosa como santidad, conversión, muerte, sentido, esperanza, milagro o contemplación. 

¿Vivir como buenos huérfanos? no resuelve todas las dudas. Tampoco diseña una hoja de ruta. Pero ofrece, eso sí, elementos valiosos para pensar bien y para poder enfrentar juntos tres cuestiones fundamentales cuyas respuestas encierran en sí mismas las soluciones que andamos buscando: cómo queremos vivir, qué podemos esperar y qué debemos hacer.

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