Blatt, Roberto: Biblia, Corán, Tanaj. Tres lecturas sobre un mismo Dios. Turner, Madrid, 2016. 334 páginas. Comentario realizado por Roberto Villasante.
Roberto Blatt, uruguayo y judío de origen, y afincado en España, formado en economía, ciencias del comportamiento y con un doctorado en filosofía, coge de la mano al lector y lo pasea por la Torah, el Nuevo Testamento y el Corán, para que este pueda contemplar en ese viaje los grandes imaginarios (con sus correspondientes limitaciones) que han producido y siguen produciendo estas tres religiones. Estas han estado muy presentes a lo largo de su vida personal, lo que le ha movido a escribir este libro. A partir de ahí, Blatt desaparece para llevarnos por un apasionante y ágil relato.
El libro está dividido en cuatro partes: las fuentes, la interpretación de esos textos por parte de sus iglesias, la historia —entendida como filosofía de la historia o cosmovisión y no como contenido de acciones contingentes dentro de una tradición— y las utopías que se proyectan por medio de ellas. Este modelo de análisis es muy interesante, ya que a partir de él se pretende delimitar los límites de lo razonable dentro de las tres tradiciones.
El subtítulo del libro no creo que haga justicia a su contenido, ya que a lo largo de sus páginas no se demuestra, ni se muestra, que tal Dios sea el mismo, ni mucho menos que las consecuencias de dicha creencia sea la misma. Quizá sería más apropiado utilizar la formulación de Nostra Aetate y decir que adoran al único Dios más que a un mismo Dios.
Un aspecto muy interesante del libro es cómo una persona criada en una tradición judía entiende el cristianismo y el islam. Blatt conoce muy bien la teología y la exégesis judías. En las primeras cincuenta páginas se realiza una magnífica síntesis del origen del Pentateuco, desde la teoría de las fuentes de Wellhausen a las críticas de Rendtorf o Finkelstein. Para él, la esencia del judaísmo radica en ser una religión que mira la historia en tanto que revelación, eso sí, opaca y oscura. Mientras, el cristianismo se definiría más por la literalidad y la necesidad de un cuerpo y de una autoridad jerárquica que determinan la correcta interpretación. El cristianismo al carecer, a su juicio, de esa tradición ha de establecerse en un discipulado y proyecto común, la lucha por la instauración del reino (la utopía). Jesucristo, por medio de san Pablo, abriría el judaísmo a lo universal. El islam, en su deseo de reinstaurar el monoteísmo y corregir los excesos de las religiones monoteístas, se situaría en un lugar intermedio entre la opacidad y la literalidad.
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