lunes, 7 de enero de 2019

Francisco Javier Vitoria Cormenzana: Una teología arrodillada e indignada. Por Gonzalo Villagrán

Vitoria Cormenzana, Francisco Javier: Una teología arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia. Sal Terrae, Santander, 2013. 318 páginas. Comentario realizado por Gonzalo Villagrán.

En este libro Javier Vitoria se propone un objetivo ambicioso: sistematizar la teología implícita en el trabajo hecho en el Centre d’Estudis Cristianisme i Justicia de los jesuitas en Cataluña desde su creación en 1981. El autor se ha esforzado por repasar la mayor parte de las publicaciones de este centro y exponer ordenadamente sus intuiciones según un plan teológico. Vitoria sigue así un esquema en el que aborda los principales campos de la teología (Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Cristología, Eclesiología, Antropología teológica, Moral) para desplegar una visión teológica integral de la investigación de este centro. 

La tesis de fondo de Vitoria es que el trabajo hecho en Cristianisme i Justicia (CiJ) es una expresión de un «nuevo paradigma para la Iglesia del siglo XXI» en palabras del epílogo de Nicolás Castellanos. Vitoria habla con frecuencia de «cristianismo liberador» o «cristianismo al servicio de la fe y la justicia» para referirse a este nuevo paradigma. Con estos términos Vitoria hace referencia a las dos inspiraciones principales del trabajo de CiJ: la teología de la liberación (no en vano Gustavo Gutiérrez escribe el prólogo del libro) y el decreto cuatro de la Congregación General 32 de los jesuitas de 1975. El «cristianismo liberador», como se ha desarrollado en CiJ, implica tanto la dimensión de trabajo por la justicia como la dimensión espiritual capaz de encontrar a Dios en los pobres y en la reflexión intelectual. De ahí el título «una teología arrodillada e indignada». Vitoria establece un punto de partida claro para su relectura teológica: la experiencia de la injusticia que sufren los pobres y la lucha contra ella. Desde ahí Vitoria va releyendo los grandes temas de la teología (Reino de Dios, divinidad de Cristo, notas de la Iglesia, acción del Espíritu en el hombre, libertad humana…) en un esfuerzo por reinterpretarlos en función de este punto de partida imprescindible. Vitoria describe el trabajo de CiJ como una necesaria hermenéutica de los dogmas de la Iglesia a la luz que aporta la experiencia de la injusticia para actualizarlos a la realidad actual.

El planteamiento de Vitoria encarna muy bien el loable esfuerzo de CiJ todos estos años por ser una voz profética en el contexto español en favor de las víctimas de la injusticia. En negativo tendría que decir que percibo en la obra una interpretación excesiva de esta inspiración primera de la obra, la experiencia de la injusticia. Creo que el autor da un salto demasiado rápido de esta experiencia a toda una visión socio-política-eclesial preconcebida desde la que se relee toda la teología. Esta relectura se concreta en una visión de la vida cristiana con rasgos muy característicos (acento puesto en la humanidad de Cristo, en el Reino como proyecto, en la dimensión más humana de la Iglesia…) que fuerza a veces un poco la reinterpretación del misterio cristiano. 

Siendo valioso el esfuerzo por hacer una hermenéutica actualizadora del misterio cristiano desde la experiencia de la injusticia, creo que sería necesario un momento de acercamiento auto-crítico del autor a sus propios presupuestos. En este sentido, desde el surgimiento de la justicia como categoría para la teología en los años setenta ha habido bastante reflexión que percibo ausente de la lectura de la injusticia que hace la obra. Un ejemplo claro es la reflexión de las Congregaciones Generales de los jesuitas posteriores a la 32. Hoy en día hay una conciencia viva de la complejidad y ambigüedad del mundo de los pobres, de la riqueza de matices que la idea de justicia tiene (desarrollo de la reflexión sobre la reconciliación), así como de la necesidad de dejarnos confrontar por la revelación en nuestros preconceptos de qué es la justicia y qué son los pobres para no imponerlos injustificadamente. En este mismo sentido, a veces percibo una excesiva rotundidad de algunas afirmaciones de la obra. Tal vez esto se explique por el estilo del libro, que el autor define como «evocador». Entiendo la sensación de urgencia que la cercanía a la injusticia pueda provocar, pero preferiría una mayor apertura a un sano pluralismo teológico. A pesar de estas notas, el proyecto de Vitoria y de CiJ me parece ambicioso y muy estimulante. 

El libro sitúa la teología de CiJ claramente en la tradición de la teología de la liberación tomando como punto de partida la experiencia de la injusticia y el deseo de responder a ella. El trabajo de Vitoria, y de todo CiJ, tiene el valor de ser una recepción original de esta tradición en el contexto de la Europa occidental secularizada y pluralista. Aunque hay un cierto exceso de citas largas de varios párrafos insertas en el texto, creo que la síntesis que hace el autor es buena. Vitoria consigue hilar un discurso completo sobre el misterio cristiano a partir de escritos parciales de los demás autores de CiJ, lo que no es fácil. Se percibe claramente un esfuerzo por completar lagunas y por precisar el pensamiento en diálogo con las principales categorías teológicas. Deseamos que el paso de formalización teológica que supone este libro permita a todo el equipo de CiJ seguir profundizando en las raíces de la injusticia de nuestro mundo y buscando caminos para superarla.

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