lunes, 4 de noviembre de 2019

Josep M. Rambla Blanch: Dios, la amistad y los pobres. Por Marta Millà i Bruch

Rambla Blanch, Josep M.: Dios, la amistad y los pobres. La amistad de Egide van Broeckhoven, jesuita obrero. Sal Terrae, Santander, 2007. 256 páginas. Comentario realizado por Marta Millà i Bruch.


Conmemoramos este año el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig Van Beethoven. En principio, nada tiene que ver el compositor de Bonn con el joven jesuita belga, Egied van Broeckhaven, salvo que los dos nacieron en diciembre, aunque son dos siglos los que les separan en la historia... Entonces, ¿por qué esta relación entre ambos? Simplemente una experiencia personal es lo que me ha motivado a presentar este libro desde este recuerdo a Beethoven y es que, a medida que iba leyendo la vida del protagonista, se me hacía cada vez más presente el obstinato que suena de principio a fin en el Allegretto de la Séptima Sinfonía de Beethoven. Pienso que estamos ante un libro que nos presenta uno de los místicos del siglo XX más desconocidos y, por tanto, no estamos ante un escrito de única lectura, sino de varias y profundas lecturas que no sólo nos adentran en la vida y espiritualidad de Egied, sino que nos pueden ayudar en nuestro caminar cotidiano. 

De este modo, Dios, la amistad y los pobres se convierten en el intenso obstinato que atraviesa todo el libro hasta llegar a la muerte fortuita (o, mejor, accidental) de Egied bajo una de las estructuras metálicas el 28 de diciembre de 1967. 

El libro está dividido en tres partes: el diario de Egied, concretamente los cuadernos que empiezan el 2 de agosto de 1965 y terminan el 27 de diciembre de 1967) y dos partes previas redactadas por Josep M. Rambla, jesuita que vive en Cornellà de Llobregat, barrio obrero colindante con Barcelona, y que es conocido, también, por sus múltiples escritos de espiritualidad ignaciana.

Tras unos apuntes autobiográficos del flamenco Egied, Josep M. Rambla inicia la primera parte a la que llama “La subida: hacia la zarza ardiente”. En ella, nos presenta la espiritualidad de Egied desde sus inicios en la adolescencia hasta su opción por ser jesuita, después de abandonar el atractivo que sentía hacia una vida contemplativa en la Trapa o la Cartuja. 

La segunda parte está dedicada a la interpretación de la experiencia espiritual de Egied: “Contemplando el camino: Dios, la amistad y los pobres”. A través de los capítulos que configuran la parte central del libro, Josep M. Rambla nos acerca a la intimidad de Egied con Dios, a la Iglesia de los pobres y a la amistad. Creo que podemos afirmar que la Amistad se convierte en un sacramento en la vida de Egied, sacramento vivido día a día desde la que es su “zarza ardiente”: Bruselas, en concreto el barrio de Anderlecht. Por ello, resulta de gran riqueza el capítulo 6 de esta segunda parte en el que se nos interpela a través del legado de Egied después de cuarenta años de su muerte (ahora, ya, cincuenta y dos, pero, igualmente, actual) a vivir desde nuestra propia “zarza ardiente”: la oficina, la escuela, el instituto, la cocina... Así se convierte en un místico cuya experiencia de Dios la vive desde situaciones concretas, desde cada una de las realidades cotidianas. 

Estas dos magníficas partes se convierten en “teloneras” indispensables para entender lo que nos espera en la tercera parte: el diario de Egied. Desde “su sencillez y asombrosa actualidad” (según palabras de Hans Urs von Balthasar), Egied nos conmueve con sus descripciones y vivencias de cada día: los accidentes en la fábrica, la amistad, las cervezas tomadas con amigos, las visitas a los vecinos, los paseos, la preocupación por los abusos a sus compañeros de trabajo, la convivencia con los otros miembros de su comunidad... Todo son expresiones de lo que capta en su día a día y que se refleja en el siguiente texto, con el que os dejo con ganas de que podáis descubrir un místico del siglo XX escondido en la “zarza ardiente” de Bruselas: 
“Perder nuestra vida en Dios, en este mundo, los unos en los otros. El mundo de hoy es la zarza ardiente de la Presencia de Dios. Perder la vida entregándola a aquellas personas con quienes me relaciono, convivo, trabajo.- Bruselas, la zarza ardiente” (p. 225).

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