viernes, 24 de junio de 2022

Jimena Canales: El físico y el filósofo. Por Leandro Sequeiros

Canales, Jimena: El físico y el filósofo. Albert Einstein, Henri Bergson y el debate que cambió nuestra comprensión del tiempo. Arpa, Barcelona, 2020 (2ª ed.). 512 páginas. Traducción de Álex Guàrdia. Comentario realizado por Leandro Sequeiros (Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta -ASINJA-).

Uno de los objetivos de la revista Razón y Fe es mostrar que es posible y necesario establecer puentes entre la cultura científica y la cultura humanística. Por eso, para los lectores de nuestra revista este extenso, ameno y documentado estudio de la profesora Jimena Canales, puede ser estimulante y formativo. Ella es física e historiadora de la ciencia de la universidad de Illinois, en EE.UU. Jimena Canales (Ciudad de México, 1973) acaba de publicar en español, traducido por Álex Guàrdia, este ensayo apasionante sobre un hecho del que se cumplen cien años en 2022.

El punto de partida es este: el 6 de abril de 1922, en París, Albert Einstein y Henri Bergson debatieron públicamente sobre el concepto del tiempo. Einstein consideraba que la teoría del tiempo de Bergson (la duración) era una noción psicológica y superficial, irreconciliable con las realidades cuantitativas de la física. Bergson, quien ganó fama como filósofo al argumentar que el tiempo no debe entenderse exclusivamente a través de la lente de la ciencia, criticó la teoría de Einstein por ser una metafísica injertada en la ciencia, una que ignoraba los aspectos intuitivos del tiempo. El físico y el filósofo cuenta la notable historia de cómo este debate explosivo transformó nuestra comprensión del tiempo e impulsó una brecha entre la ciencia y las humanidades que persiste en la actualidad.

A lo largo de la lectura de sus páginas asistimos a las consecuencias cruciales de aquel choque de gigantes que –de acuerdo con la opinión de la autora de este libro- abrió la brecha definitiva entre las dos culturas, la científica y la humanística. Tras el debate, se dio como vencedor a Einstein, elevando a la ciencia a la posición de privilegio para la comprensión del mundo, relegando a las humanidades a una posición vicaria y avivando un desprecio mutuo que aún perdura. Parece fácil dar hoy por ganador al icónico Einstein en su pelea contra el hoy casi olvidado Bergson y observar con irónica condescendencia las pretensiones de la filosofía en nuestro mundo hiper-tecnológico. Y, sin embargo, la ampliación del conocimiento humano no parece haber aplacado un ápice nuestra búsqueda de sentido.

Este ensayo no nos deja indiferentes. Es una mirada fascinante al debate que cambió nuestra percepción de una de las características más fundamentales del universo: el tiempo. La concepción del tiempo como magnitud que se cuantifica con un reloj (Einstein), y del tiempo como duración (Bergson) parece irreconciliable. Y Einstein mantuvo la tensión hasta su muerte en 1955. Y con posterioridad otros físicos y filósofos la han continuado sin resolver.

Albert Einstein, hace un siglo, detonó un debate histórico en París gracias a una frase insólita: “El tiempo de los filósofos no existe”. Su antagonista, el filósofo Henri Bergson, había ya abordado con anterioridad ideas sobre el tiempo en algunos de sus libros, como La evolución creadora y Materia y memoria. Después de este debate público en París, Bergson no perdonaría nunca a Einstein el comentario y en los próximos años se volvería uno de sus peores enemigos.

En este debate de 1922 en París Henri Bergson felicitó al físico Albert Einstein por haber descubierto una teoría impresionante –la famosa teoría de la relatividad–, pero le reprochó que hubiera olvidado todos los demás aspectos del tiempo que, aunque inútiles matemáticamente, permanecen esenciales para nosotros. Se horrorizó al ver una teoría científica que ignoraba por qué unos momentos nos importan más que otros. El crítico de Einstein esbozó los principios de una cosmología alternativa que no se limitaría a la precisión árida de la ciencia ni se revolcaría en retórica vacía, por más poética que esta fuera. Bergson y sus numerosos seguidores serían aplaudidos por presentar una noción de tiempo “llena de sangre”.

La doctora mexicana Jimena Canales presenta en esta obra las ideas revolucionarias de Einstein y Bergson, su posterior colisión y las repercusiones de este choque. Un relato magistral y revelador que muestra cómo se puso a prueba la verdad científica en un siglo dividido, marcado por un nuevo sentido del tiempo.

Cuando, unos meses más tarde, la Academia Sueca otorgó el Premio Nobel a Albert Einstein, no lo reconoció por la teoría que lo había hecho famoso, sino “por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico”, un área de la ciencia que no llegó a sacudir la imaginación del público en la medida en que sí lo hizo la relatividad. Las razones de esta decisión estaban directamente vinculadas con lo dicho por Bergson ese día en París. El presidente del Comité Nobel, Svante Arrhenius, explicó que, aunque “la mayoría de las discusiones giran en torno a su teoría de la relatividad”, esta no merecía el premio. ¿Por qué no? La razón quedó clara esa noche: “No es un secreto que el famoso filósofo Bergson ha desafiado esa teoría.”

Bergson —que ganaría el Premio Nobel de Literatura en 1927— había demostrado que determinar la validez de la teoría de Einstein “encumbraba la epistemología” más que la física y, “por lo tanto, ha sido objeto de un intenso debate en los círculos filosóficos”. Sus objeciones en contra de Einstein inspirarían a las próximas generaciones de pensadores, desde Martin Heidegger a Gilles Deleuze. Los años que siguieron a su encuentro en París pueden compararse con una versión incruenta y moderna de las antiguas guerras de religión, pero, en lugar de debatir sobre cómo leer la Biblia, los pensadores discutían cómo leer el despliegue de la naturaleza a través del tiempo.

El profesor Gerald Holton, de la Universidad de Harvard, escribe sobre este obra: “Si los lectores están del lado de la física de Einstein o la filosofía de Bergson no es lo más importante: este libro abre nuevas formas de pensar sobre la relación entre la ciencia y las humanidades que perturban a ambos campos”.


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