lunes, 12 de junio de 2023

John W. O'Malley: Los jesuitas y los papas. Por Cristóbal Jiménez Ariza

O´Malley, John W.: Los jesuitas y los papas. Cinco siglos de historia. Mensajero, Bilbao, 2017. 173 páginas. Comentario realizado por Cristóbal Jiménez Ariza.

Los jesuitas son, para unos, los “marines” del papa: su cuerpo de élite, excelentemente formados y siempre a punto para la batalla. Para otros, sin embargo, son los responsables de terribles conspiraciones y graves errores teológicos y pastorales. Los medios de comunicación alimentan leyendas sobre el papado y la Compañía de Jesús y gustan de enfrentar a sus máximos responsables, a los que llaman el papa blanco y el papa negro. En Los jesuitas y los papas, John W. O´Malley se adentra en un tema fascinante: la relación entre los jesuitas y el papado, desde los inicios hasta la sorprendente elección de Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, el primer papa jesuita de la historia. 

O´Malley, jesuita, va construyendo su obra con sencillez, buenas dosis de humor y el rigor académico que le da el ser historiador de la Iglesia y profesor del Departamento de Teología de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos. No es fácil resumir en unas páginas casi quinientos años de relación, pero el autor, con capacidad de síntesis, logra hacerlo a través de once capítulos densos que, a veces, dejan al lector con ganas de más. 

La obra comienza acercándonos a la situación anterior a la fundación de la Compañía de Jesús y explicando el sentido concreto del cuarto voto de obediencia al papa propio de los jesuitas. Este voto será, precisamente, uno de los temas que en 1974 tensarán enormemente las relaciones entre el papa Pablo VI y Pedro Arrupe, general de la Compañía, asunto abordado casi al final del libro. Como en toda historia larga, el papado y la Compañía de Jesús han ido tejiendo su relación con subidas y bajadas, encuentros y desencuentros, momentos de aprecio sincero y crisis y heridas, pero el autor, ya desde el principio, deja claro que el papado puede arreglárselas muy bien sin los jesuitas, pero los jesuitas no pueden arreglárselas sin el papado. 

El primer papa que Ignacio de Loyola conoció personalmente fue Paulo III (1534-1549), con quien mantuvo una relación positiva y crucialmente importante para el futuro de la Compañía de Jesús. Paulo III fue el papa que convocó el Concilio de Trento, pero los jesuitas lo recuerdan mejor como el papa que aprobó la Compañía con la bula Regimini militantis ecclesiae en 1540. Quienes conocen algo de la historia de la Compañía de Jesús habrán oído hablar alguna vez del cardenal Giampietro Carafa. Desde que Carafa e Ignacio se conocieron en Venecia nunca se llevaron bien, al parecer por unas críticas de Ignacio a los teatinos, orden religiosa muy apreciada por el cardenal quien, además, odiaba y sospechaba de todo lo español. O´Malley, por supuesto, dedica unas páginas al cardenal Carafa y cuenta cómo a Ignacio “se le estremecieron todos los huesos del cuerpo” cuando fue informado de que Carafa había sido elegido papa adoptando el nombre de Paulo IV. 

El autor va entrelazando generalatos y papados echando mano a la anécdota y a una historia que se escribe con hijos ilegítimos de papas que no han sido modelos de virtud cristiana o generales jesuitas autoritarios o faltos de liderazgo. Hay que agradecer a O´Malley su mayor detenimiento en momentos especialmente significativos. Uno de ellos nos sitúa en 1640. Ese año se publica en Lovaina el libro de Cornelio Jansenio titulado Augustinus. Jansenio quería salvar a la Iglesia del laxismo moral de los jesuitas y su libro avivó duras controversias teológicas, alimentó el movimiento jansenista y el miedo y el odio a los jesuitas que, poco después, tuvieron que hacer frente a una nueva acusación ante la corte papal durante el pontificado de Inocencio X. Esta vez el motivo era la política de evangelización que los jesuitas estaban llevando a cabo en China, entre las que se incluía la concesión que hacían a los convertidos para que siguieran practicando las ceremonias tradicionales en honor a Confucio y a sus antepasados. La condena del papa fue un duro revés para la Compañía y sus misiones. 

Esta historia de encuentros y desencuentros tiene un capítulo especialmente doloroso, quizá el mayor de todos. En 1773 Clemente XIV firma el breve pontificio Dominus ac redemptor con el que se suprime la Compañía de Jesús “para garantizar la paz de la Iglesia”. Detrás estaban las presiones políticas de algunas monarquías europeas. La Compañía de Jesús, por orden del papa, queda suprimida y extinguida. Son expropiados, abolidos y anulados todos y cada uno de los oficios de los jesuitas, sus ministerios y empleos, sus casas, escuelas, colegios, bibliotecas, hospicios, así como cualquier posesión en cualquier parte del mundo. O´Malley detalla el hambre, la persecución y el maltrato sufrido por los jesuitas en todo el mundo, excepto en dos países. Federico el Grande de Prusia y Catalina la Grande de Rusia, que tenían gran aprecio a los jesuitas, se negarán a que en sus países se promulgue el breve papal de supresión. De alguna manera, gracias a ellos la Compañía sigue hoy viva, curiosamente, gracias a un luterano y una ortodoxa. 

Las últimas páginas del libro nos refrescan la memoria con protagonistas más cercanos: los generales Arrupe y Kolvenbach y los papas Pablo VI y Juan Pablo II. Es parte de una historia más reciente que se teje con momentos de tensión, pero también de aprecio sincero. 

En conclusión: estamos ante un libro ágil de leer, ameno, y muy recomendable para lectores aficionados a la historia y que aprecian a estas dos instituciones de tanta proyección pública.


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