miércoles, 14 de junio de 2023

Agustín Udías: La presencia de Cristo en el mundo. Por Ignacio Núñez de Castro

Udías, Agustín: La presencia de Cristo en el mundo. Las oraciones de Pierre Teilhard de Chardin. Sal Terrae, Santander, 2017. Comentario realizado por Ignacio Núñez de Castro.

“El mundo, a lo largo de toda mi vida –confesaba Teilhard de Chardin–, se ha ido poco a poco iluminando, inflamando a mis ojos, hasta volverse en torno a mí enteramente luminoso por dentro” (El corazón de la materia). La luz encontrada en el corazón de la materia, en el corazón del universo, para el hijo de la Tierra e hijo del Cielo, no podía ser otra que el mismo Cristo, Luz del mundo. Toda la obra, no específicamente paleontológica de Teilhard, constituye la búsqueda sincera para clarificar, a sí mismo y a los demás, su intuición, sentida desde joven, de esa realidad universal y perfecta: la presencia de Cristo en el mundo, a partir de la nueva imagen del universo, construida desde la ciencia en la primera mitad del siglo XX. Un mundo en continua evolución desde el Big-Bang hasta la aparición del Homo sapiens y la imagen de un Dios “evolutor y evolutivo”, el único capaz de satisfacer el ansia de encontrar al Cristo “siempre mayor”; así figura, como confesión de fe, en la última página de su diario (10 de abril de 1955) “Dios todo en todas las cosas” (1 Cor 15, 28). 

Sus escritos son esencialmente autobiográficos, son la historia de esa búsqueda interior, siempre en diálogo consigo mismo y en diálogo con “Jesús” de Nazaret, el Cristo, a quien a veces llama “Señor” o “Dios mío”. A la manera agustiniana, esparcidas por todas sus obras, se encuentran una serie de oraciones explícitas unas veces, sugeridas o insinuadas otras, siempre desde la actitud espiritual y unción reverente con la que fueron escritas. Los estudios sobre la obra filosófica y teológica de Teilhard de Chardin son muy abundantes: Tesis doctorales, monografías, ensayos, artículos, etcétera. Igualmente se han realizado intentos serios de penetración en el contenido espiritual de las mismas, sobresaliendo la aportación clásica del teólogo P. Henri de Lubac, traducida al español, La pensée religieuse de Pierre Teilhard de Chardin, pero faltaba, en la amplia bibliografía sobre el jesuita francés, una recopilación de las oraciones explícitas, compuestas generalmente como una confesión íntima al final de sus escritos. 

La presente obra de Agustín Udías, buen conocedor de Teilhard, también científico y jesuita, además de ser una magnífica antología de las oraciones dispersas, constituye un excelente ensayo de penetración en el espíritu teilhardiano. La obra está concebida a la manera de la historia del alma del jesuita, desde las primeras oraciones en el frente francés, como camillero en la Primera Guerra Mundial, hasta los escritos de los últimos años de su vida en Nueva York. Antes de cada oración Agustín Udías contextualiza el texto teilhardiano, con un pequeño y muy acertado comentario. 

La primera oración recogida se remonta a 1915, en ella Pierre Teilhard de Chardin pide directamente a Jesús una actitud de “recibir-dar-sonreír” a sus compañeros soldados. “Recibir tu Voluntad, dar mi corazón, mis dones, mi tiempo. Ser siempre dulce y acogedor”. En 1916 siguen sus oraciones en el frente: “Jesús, soy feliz de sentirme pequeño y débil. Pero dame la confianza en tu socorro del momento y la fe absoluta en la verdad de tus palabras”. El mismo año escribe su primer gran ensayo La vida cósmica y en el encontramos los primeros acordes que se repetirán a lo largo de su vida: “Oh sí, Jesús (…) Tú eres el ser cósmico que nos envuelve y nos penetra en la perfección de su unidad”, así como “la comunión con Dios por la Tierra”. Al año siguiente, 1917, Teilhard de Chardin escribe El medio místico, como un segundo tiempo, adagio, de una gran sinfonía en la que desarrolla su oración de unión mística, pidiendo en su oración “que mi corazón se vuelva tan grande como los cielos, la tierra y los pueblos; tan profunda como el pasado, el desierto y el océano”. 

El final de la guerra, 1918, coincide con sus últimos votos en la Compañía de Jesús y vuelto al frente compone El sacerdote y La misa sobre el mundo, la gran oración eucarística de Teilhard de Chardin, la misa que volverá a celebrar en China en el desierto de Ordos, cuando le falten de nuevo pan, vino y altar. El mundo entero será para él como una inmensa hostia, donde la consagración no se limita al pan, sino a todo el universo. En el año 1019 Teilhard de Chardin compuso La potencia espiritual de la materia, materia a la que Cristo se ha unido por la encarnación. 

A partir de su destino a China y la negativa por la censura a la publicación de sus grandes obras El fenómeno humano y El medio divino, el obediente jesuita empieza a sentir con más fuerza el gran conflicto interior entre “un cristianismo humano y universal” y la postura tradicional de la Iglesia católica. Siente su misión profética de unir Cristo y el mundo, esperando conseguirlo con la ayuda de Dios y proclamarlo como un evangelio. En la oración encuentra la fuerza para llegar al final. “Haz que después de haber deseado, yo crea, crea ardientemente, crea sobre todas las cosas, en tu presencia activa”. Desgraciadamente el conflicto interior nunca se solucionó y vivido en doloroso sosiego, como puede seguirse por su inmensa colección epistolar, se prolongó hasta su muerte en la Compañía de Jesús en la ciudad de Nueva York (1955). 

El libro de Agustín Udías va recorriendo magistralmente todo el camino espiritual y místico de Pierre Teilhard de Chardin. No es posible comprender el pensamiento del mensaje teilhardiano, si no hay previamente una sintonización con la expresión más íntima de su sentir religioso expresada en la unción, profundidad y belleza de sus oraciones; se comprende que Teilhard de Chardin haya tenido en el mundo científico grandes admiradores como Theodosius Dobzhansky o detractores como Peter Medawar. 

Estoy seguro de que quien no conozca el pensamiento de Teilhard de Chardin encontrará en esta colección de oraciones, por la manera en que están dispuestas, a lo largo del libro, un alimento espiritual que le hará entrar en sintonía con el sentir más profundo del jesuita geobiólogo, como le gustaba llamarse a sí mismo. Agustín Udías ha recopilado una de las autobiografías más intensas y más interesantes del siglo XX a través de su experiencia y encuentro sincero con Dios en la oración. Recomiendo también su lectura para aquellos que se han acercado a los escritos de Teilhard de Chardin desde sus intuiciones sobre la biofilosofía, o desde la antropología, pues en estas páginas encontrarán lo que fue siempre su motor espiritual; para los que admiran en Teilhard su dinamismo espiritual verán el origen de la profundidad y la unción del alma del autor de El medio divino. Creo que estas páginas constituyen el verdadero evangelio que Pierre Teilhard de Chardin quiso proclamar con su vida, su trabajo y sus escritos. 


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