viernes, 25 de octubre de 2024

Agustín Udías Vallina: Ciencia y religión. Por Carlos Alonso Bedate

Udías Vallina, Agustín: Ciencia y religión. Dos visiones del mundo. Sal Terrae, Santander, 2010. 424 páginas. Comentario realizado por Carlos Alonso Bedate.

Ciencia y Religión
: un libro, por mucho tiempo esperado. A través de todas sus páginas, Ciencia y Religión plantea de una manera didáctica y detallada la relación entre lo que denomina dos visiones del mundo, reflejando el carácter científico y docente del autor. Éste parte de la consideración de que tanto la ciencia como la religión representan dos cosmovisiones y que son fenómenos culturales que han estado presentes en la reflexión filosófica desde el origen de la Humanidad. Es curioso que ya desde los más remotos orígenes tengamos noticia de que haya interesado analizar la relación entre la ciencia y la religión o, mejor dicho, de la religión y la ciencia, aunque el análisis se hace más explícito en el siglo XIX. Tanto interés está suscitando el estudio de esta relación que en muchos ambientes ha llegado a convertirse en una actividad académica. Esta constatación, que como hecho no se puede poner en duda, encierra otras preguntas que le son previas y de gran calado. 

Por eso un primer análisis formal de la relación entre Ciencia y Religión nos conduciría a analizar el título mismo del libro: Ciencia y Religión. ¿Están las dos visiones o fenómenos culturales integrados mediante una «y» porque así lo demanda su relación estructural, o bien representan dos concepciones del mundo autónomas e independientes que, por lo mismo, ni son incompatibles ni se encuentran? ¿Es la «y» una mera conjunción que enlaza los dos términos, porque se constata la existencia de dos realidades sin relación estructural, o bien es una conjunción que, al mismo tiempo que une gramaticalmente los dos términos, revela que entre ellos existe una relación estructural o una profunda articulación? En el primer caso, la «y» podría entenderse como una mera conjunción que pone de manifiesto la existencia de dos sistemas de conocimiento sobre los que es necesario reflexionar, porque afloran dos formas de entender el sentido del mundo y de la vida en él, pero que tienen consecuencias en el proceder y en la conducta. En el segundo caso, la «y» sería algo más que una mera conjunción que entrelaza dos términos, pues manifestaría que ninguno de ellos puede entenderse sin el otro, como si fueran interdependientes. La conjunción «y», en ese contexto, tendría un carácter conjuntivo-ilativo, más que meramente conjuntivo, porque del diálogo, si es verdadero, emergerían condicionamientos que pueden alterar la perspectiva completa que cada una de las visiones tiene sobre sí misma y las distintas formas de actuar en la vida pública y privada que cada una puede aportar. Esta consideración le da un contenido muy particular a la «y» que entrelaza los dos términos del título del libro. La fuerza de este entrelazamiento depende de la intensidad y la influencia que se dé a la necesidad de que el diálogo permanezca siempre abierto, así como de la naturaleza de la complementación. ¿Por qué necesitan estar en diálogo y por qué se complementan religión y ciencia, si su hermenéutica obedece a presupuestos diferentes y sus objetivos son también distintos? En el libro Ciencia y Religión el autor trata de responder a estas preguntas. 

A través de la lectura del libro se capta la impresión de que el autor, a partir del supuesto de que ciencia y religión sean disciplinas independientes y autónomas, quiere dar a entender que debe existir algún tipo de comunicación o articulación entre ambos términos, concretada en la afirmación de que necesitan estar en diálogo y complementarse, aunque sean disciplinas autónomas e independientes. Creo que el autor, acertadamente, rechaza el intento de integración entre las dos visiones del mundo, porque el modo de acercamiento a la realidad es muy diferente entre ambas y, además, no son reducibles el uno a otro. A mi entender, el autor trata de responder a estas preguntas examinando con detenimiento la naturaleza del conocimiento científico y del religioso, con objeto de hacer patentes, de una forma lo más objetiva posible, las diferencias y semejanzas que existen entre esas dos formas de entender el mundo que dan lugar a las visiones científicas y religiosas. Cree el autor que la reflexión filosófica sobre la naturaleza del conocimiento científico y religioso es imprescindible para poder analizar las conclusiones que se derivan de ambos planteamientos. 

Como muy bien indica el autor, el estudio sistemático de la relación entre ciencia y religión se remonta a los orígenes de la misma ciencia, que como disciplina académica puede datarse hacia el siglo XVI. Fe y experiencia religiosa están en la base del conocimiento religioso y responden a la pregunta del sentido de la existencia, que, como sistema discursivo, da lugar a la teología. También la experiencia, y sobre todo la experiencia de lo externo observable y sometida a análisis, está en la base del conocimiento científico, dando lugar a que la ciencia esté formada por un conjunto formal de teorías. En cuanto experiencia, hay una coincidencia entre religión y ciencia, aunque el término «experiencia» difiere profundamente entre ambas y aun dentro de las subdivisiones en que se pueden ramificar la ciencia y la religión, como se pone de manifiesto en la Introducción y en el Capítulo 2, dedicado al análisis del conocimiento científico y religioso. En ellos se ponen de manifiesto las diferencias y semejanzas entre Ciencia y Religión. La ciencia versa sobre los fenómenos de la naturaleza y trata de entender su estructura y función, La religión se centra en el acercamiento del hombre al misterio de Dios y en la repercusión que para su vida tiene ese acercamiento. El ámbito de la ciencia se limita a aquellos aspectos de la realidad que pueden ser definidos con precisión, con especial referencia a los que son susceptibles de medida, mientras que el ámbito de lo religioso se centra en la dimensión espiritual de la realidad a la que se accede a través de símbolos e imágenes. 

El autor distingue acertadamente entre ciencia o religión y lo que es meramente ideología, y ya desde el principio se pregunta si la ciencia y la religión pueden convivir o si la una excluye necesariamente a la otra, porque sus contenidos proceden de sistemas de conocimiento que se excluyen mutuamente. El lector puede darse cuenta de que el autor, al señalar de forma reiterada las divergencias entre las metodologías y los objetivos de la Ciencia y de la Religión, se inclina por la hipótesis de que la visión del mundo dada por la ciencia y la visión del mundo y de la vida dada por la religión no sólo son diferentes, sino independientes y autónomas, aunque también se observa que admite que debe existir algún grado de intercomunicación entre ellas. A lo largo de todo el libro se examina la relación entre Ciencia y Religión a través de enfoques históricos, epistemológicos y sociológicos. Para el autor del libro, estos enfoques son necesarios, no sólo por que nos permiten comprender los hechos y enjuiciarlos en sus contextos, sino porque los rodean de sus peculiares puntos de partida, que, por ser diferentes, convierten a la ciencia y a la religión en sistemas de comprensión autónomos. Dado que el autor del libro reconoce que, sin embargo, se han dado situaciones de conflicto, con frecuencia violentas, entre las visiones derivadas de la ciencia y las derivadas de la religión, concede a la descripción de los contenidos históricos un peso especial en el análisis y un valor específico. Para el autor, el examen de los contenidos históricos permite explorar con detalle por qué se han dado situaciones de conflicto y conocer cuál es su trasfondo histórico-personal. 

Es muy significativo el análisis que el autor hace en el capítulo 5, donde describe la relación entre Ciencia y Religión en la Iglesia primitiva, en relación con los Santos Padres y en la Edad Media, como preludio a la descripción de los conflictos generados en la Edad Moderna con el llamado «caso Galileo», la visión cosmológica y el «caso Darwin». Estos dos casos, de forma predominante, han dado lugar a elevar el tono de las discrepancias entre ciencia religión. Por eso, conceptos tales como «materialismo científico», «determinismo e indeterminismo», «la naturaleza de la materia» y «la complejidad como mecanismo generador de novedad» se examinan con detenimiento. En los capítulos donde se tratan estos conceptos, expuestos con la profundidad y didáctica propia de un profesor y docente, se pone de manifiesto otro concepto de especial relieve, aplicable tanto a la ciencia como a la religión, y que no es otro que la imposibilidad de comprender en su totalidad la realidad detectada a través de cualquier tipo de experiencia: todo conocimiento es incompleto. Para el autor, acertadamente, este término es de extremada relevancia, no sólo porque permite establecer la separación y no injerencia de un sistema de comprensión en el otro, sino porque pone de manifiesto la limitación del conocimiento, al mismo tiempo que da paso a una posible intercomunicación, diálogo y cooperación, siempre y cuando los actores del diálogo sean plenamente conscientes de las limitaciones y ámbitos de su conocimiento. 

Creo interpretar acertadamente que el autor admite que, a pesar de que Ciencia y Religión puedan ser visiones del mundo de carácter autónomo, y que el proceder que se sigue de ellas repercute fuertemente en el proceder humano, hay amplio margen para el diálogo. Habría sido deseable que el autor hubiera abierto un abanico de campos de diálogo y cooperación en los que en la actualidad parece existir una zanja que separa Ciencia y Religión, desconociéndose. Con ello el autor habría hecho una contribución más allá de lo analítico, siendo este de gran valor. Algo así hace el autor al decir que, si aceptamos la evolución tal como nos la presenta la ciencia, tenemos que partir de que la causalidad de Dios en la creación no tiene lugar en el terreno de causas físicas, sino en el nivel mismo del existir y al proponer la compatibilidad entre evolución y creencia religiosa. Al hablar de –y presentar a– Pierre Teilhard de Chardin, el autor manifiesta su simpatía por el esfuerzo que un original científico-sacerdote hace al proponer un sistema de pensamiento que se sitúa en las fronteras del sistema de conocimiento científico, el sistema filosófico, la teología y la mística. El autor pone de manifiesto la originalidad del pensamiento de Teilhard al arriesgarse a concebir el mundo, desde la ciencia o la religión, a partir de lo complejo, y llegar a concebir lo simple como primicia de lo complejo, en lugar de partir de lo simple para llegar a entender lo complejo, que con facilidad llevaría al reduccionismo. Con esto, para Teilhard, aun la más elemental pieza de materia lleva en su interior algo propio del «fenómeno humano». Con ello Teilhard aboga por un nuevo concepto de materia. Finaliza el autor poniendo de manifiesto que, dado que las cosmovisiones derivadas de los sistemas de conocimiento generados por la Ciencia y la Religión tienen una dimensión ética, se pueden producir roces y conflictos más allá de los puramente conceptuales. Este es el punto de máxima fricción en este momento y donde aparentemente el diálogo está interrumpido. Insiste el autor en que es a través del diálogo y la cooperación como se pueden solventar en parte tales conflictos. Si la Ciencia o la Religión entienden que sus sistemas de conocimientos han llegado a definir la realidad y toda la realidad, las puertas del diálogo, por definición, están cerradas. Así, la metodología para establecer ese diálogo está por concertar. El camino recorrido a través de la lectura de Ciencia y Religión conduce a elevar a tesis la hipótesis planteada: las visiones del mundo dadas por la Ciencia y por la Religión son autónomas. No se pueden integrar, pero sí comunicar a través de un diálogo que respete la verdad parcial de cada visión de la experiencia. Termino como comencé: Ciencia y Religión es un libro para ser leído. 


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