miércoles, 9 de octubre de 2024

Nueve y cuarto: Esencia de todo. Por Gerardo Villar Maciñeiras

Nueve y cuarto: Esencia de todo. Cánticos de espiritualidad ignaciana. San Pablo, Madrid, 2009. Comentario realizado por Gerardo Villar Maciñeiras.

Presentamos aquí el primer trabajo del grupo vallisoletano Nueve y cuarto. Un grupo de jesuitas, universitarios y jóvenes profesionales que han hecho realidad un disco recopilatorio de doce canciones para disfrutar, relajarse y dejar a un lado los pesares y cansancios del día a día. Canciones para alabar y agradecer. Canciones, sobre todo, para escuchar la voz de Dios y comunicarse –a través del mágico mundo de la música– con Aquel que desea habitar en nuestras voces. 

Nueve y cuarto, en su deseo de expresar su fe por medio de la música, ofrece un disco fresco, alegre y sin complejos. Un trabajo sólido que deja al oyente con el característico cosquilleo de lo que sabe a poco y reclama una continuación. 

El disco recoge algunas de las canciones más representativas de los campos de trabajo de música ignaciana (TSNC: http://www.pastoral sj.org/tsnc/), organizados años atrás por la pastoral universitaria de la Compañía de Jesús en la provincia de Castilla (2003, 2004 y 2006). El grupo Nueve y cuarto, creado al calor de la fe viva de la iglesia del Corazón de Jesús de Valladolid (Jesuitas) se encarga, con acierto y rigor musical, de dar vida a estas composiciones y de ponerlas a disposición del público de la mano de la editorial San Pablo. 

Este grupo de jóvenes decide, con calidad y madurez, dar la mayoría de edad a unas letras y melodías que, nacidas de la oración sencilla y la experiencia personal, fueron grabadas en su día con la intención de servir a las comunidades cristianas (parroquias, movimientos, grupos, etc.) como recurso pastoral. Del ámbito local y la sala de ensayo, salen ahora a la luz doce piezas con alma y cuerpo. Doce retazos del Espíritu para mantener vivo y actual el leit motiv ignaciano de «Buscar y hallar a Dios en todas las cosas». Y hallarlo, ¿cómo no?, en la musicalidad de la vida. Doce jalones que señalan los momentos de todo camino espiritual: letras que van de la desolación al agradecimiento; del seguimiento hasta la cruz; de la confianza al servicio; del corazón del hombre al corazón de Dios. Estrofas y estribillos pegadizos que penetran, al son de la esperanza, en el tejido emocional de la persona. Algunas canciones invitan a mover el cuerpo al ritmo de sus acordes; otras simplemente requieren del destinatario el plácido recogimiento en esa zona sagrada de cada uno, donde sólo Dios habita y se hace misterio. Y todas y cada una de ellas se hacen hogar donde predisponerse a recibir la gracia que Dios regala en cada una de sus notas. 

Los arreglos musicales, pertinentes y limpios, colorean y vigorizan la calidez de las voces y la hondura de las letras, adaptadas de documentos fundacionales y fragmentos de la espiritualidad ignaciana. Las fuentes principales de las canciones vienen de la mano de Ignacio de Loyola: los Ejercicios Espirituales (Principio y fundamento; Desolación; Esencia de todo; Te veo en la cruz; Tomad, Señor; Amor en las obras; En todo amar y servir y Si aprendo a conocerte), el Diario espiritual (Adónde me queréis llevar y Siguiéndote) y la Autobiografía (Todo mi querer). El legado de Pedro Arrupe está representado por una excepción de lujo (Saberme y sentirme en tus manos). 

El trabajo en sí es una apuesta por una fusión de estilos y ritmos musicales variados: desde los aires rumbeños de Principio y fundamento hasta el pop desenfadado de Desolación; desde las reminiscencias andinas de Si aprendo a conocerte hasta el sabor latino de Esencia de todo, pasando por el recurso intimista y oracional de Saberme y sentirme en tus manos o Te veo en la cruz. Los solos y los juegos de voces, minuciosamente escogidos y trabajados según las exigencias de cada pieza, confirman el envite por la frescura y la jovialidad que hace que un grupo de amigos se transforme en una comunidad orante que eleva su canto al Señor. 

¿Quiénes son los destinatarios del disco? Nueve y cuarto se dirige a todos los públicos de la comunidad cristiana, aunque con una clara vocación y compromiso por hacerse prójimo a las generaciones más jóvenes, de cara a renovar su repertorio de música religiosa. Todas las canciones son considerablemente accesibles, tanto en aprendizaje como en ejecución, para que puedan adaptarse sin problema al ámbito de la oración personal, comunitaria, la liturgia o el encuentro informal. Adolescentes, jóvenes y adultos son invitados en este disco a continuar la jornada de camino: alabando, haciendo reverencia y sirviendo a Dios entre canción y canción. 

La portada del disco, un niño percibiendo el perfume que desprende una flor, sirve de espejo a la idea que atraviesa la concepción ignaciana de las melodías: «Que no el mucho saber harta y satisface el alma, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» [EE, 2]. Dos movimientos interiores, «sentir y gustar», que invitan a saborear la música del que es la «esencia de todo» y centro de las melodías personales. 

Doce píldoras espirituales que recogen de manera evangélica y audaz la pasión por un mundo necesitado de terapias y bálsamos musicales. Un deseo de comunión y de poner el talento al servicio de los demás. En definitiva, un sueño el que nos ofrece Nueve y cuarto: letras y notas humanas que –combinadas creativamente– se hacen divinas y harán mejor persona a quien se atreva a «dejarse tocar» por estas canciones. 


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