lunes, 24 de noviembre de 2025

Juan María Laboa: Jesús en Roma. Por Lázaro Sanz Velázquez

Laboa, Juan María: Jesús en Roma. Khaf, Madrid, 2013. 182 páginas. Comentario realizado por Lázaro Sanz Velázquez.

Con este libro ha sucedido algo curioso. Fue escrito en 2012, antes de que tuviese lugar la renuncia de Benedicto XVI. Las dos editoriales (italiana y española) que lo publicaron lo tenían unos dos meses antes de la renuncia de Benedicto XVI. De hecho, el libro estaba ya en la calle al día siguiente o a los dos días de esa renuncia. En el libro, Benedicto XVI se retira a un convento de franciscanos en Umbría (en el centro de Italia, donde san Francisco tuvo los estigmas), para rezar por la Iglesia. Así que, de alguna manera, el modo de retirarse coincide. Hay otras cosas que están anticipadas y que resultan curiosas. Por ejemplo, cuando en el libro llega Francisco de Asís a la Plaza de San Pedro, ve el palacio apostólico y pregunta: «¿Y esta casa grande qué es?». Entonces Ignacio de Loyola, que va con él y con Pedro, le contesta: «Ahí es donde vive el Papa». Francisco mira y dice. «Ahí caben bien 300 pobres».

Juan María Laboa nos sorprende ahora gratamente con este libro, en el que se pregunta: «¿Qué pasaría si Cristo se presentara de improviso en Roma y se encontrara de tú a tú con los cristianos en ella residentes? [...] Por otra parte, si un creyente o un alejado de la Iglesia se topara con Cristo, ¿no escucharía la Buena Nueva en su propio manantial, como una interpelación gozosa sin los tics de los creyentes, con la convicción y ternura propios de Dios? [...] Estas páginas configuran una parábola alegre, desenfadada y llena de cariño, un sueño al estilo de Hume y Martini; una idea de Iglesia vivida y sentida desde dentro. Pretenden resituar nuestra fe en Jesús, al tiempo que diferenciar lo nuclear del cristianismo de cuanto los siglos han ido depositando en nuestra vida... No se trata de cuestionar la institución, sino de constatar si lo estamos haciendo bien» (pp. 5-6).

Laboa afirma que los creyentes en el sepulcro vacío tenemos una sorprendente capacidad de llenarlo con instituciones, panoplias, apariciones, ritos, puntillas y títulos colorados; y tras cuarenta años de enseñanza de la Historia de la Iglesia, se pregunta con inquietud y curiosidad en qué medida este relleno corresponde al proyecto de Jesús. Solo lo sabremos cuando nos encontremos con él cara a cara.

No es un libro de historia, aunque todos los datos son históricos, porque el autor introduce su reflexión, sus pensamientos y alguna licencia poética; pero tampoco es propiamente una novela. Él lo llama «parábola», en el sentido de que tiene mucha significación, sobre todo para los creyentes (aunque me parece que también para los no creyentes), y no es pura fabulación.

Laboa ha afirmado que, «a diferencia de cuando he escrito libros de historia, no he hecho índices ni programas de cómo iba a ser el libro. Me fue saliendo según aparecían situaciones y personajes. En ese sentido, ha sido un libro interesante para mí, porque ha resultado ser una especie de diálogo entre mi fe, mis conocimientos históricos y lo que pensaba que dirían los Apóstoles o los Santos y el mismo Jesús (aunque Jesús, lógicamente, siempre tenía un tratamiento muy especial)... Algunas veces he disfrutado escribiendo, y una escena que me parece especialmente curiosa es la primera vez que se enteran de que Jesús ha aparecido en una parroquia de una periferia de Roma, y el Papa convoca inmediatamente a los cardenales...». En el libro, Laboa imagina que Jesús vuelve a la tierra, a la Roma actual, acompañado de un grupo de seguidores entre los que se encuentran Andrés, Pedro, María Magdalena, Francisco de Asís, Agustín, Tertuliano, Inés, Cecilia, Ignacio de Loyola... ¿Cómo van a reaccionar los que se encuentren con él? Jesús va de las afueras al centro, de las parroquias a las casas, de la universidad a la calle... Y habla poco, pero escucha, observa, consuela, ilumina... Quienes se encuentran con él no permanecen indiferentes, aun cuando no sepan cómo comportarse, que es lo que le sucede a la alta jerarquía. Y ante este encuentro con Cristo, Benedicto experimenta un cambio, ya que «fue consciente de la absoluta necesidad de manifestar con transparencia y entusiasmo la presencia de Dios en nuestras vidas» (p. 171). «Finalmente, tras convocar el sínodo romano para el mes siguiente, se despidió del mundo con sencillez y hondura desde su casa de San Juan de Letrán y anunció que se retiraba al monasterio de la Verna, donde había decidió vivir en recogimiento la última etapa de su vida» (pp. 173-174).

El último capítulo nos desvela que todo ha sido un sueño del que despierta Benedicto XVI para dedicarse en los días siguientes a meditar y ver lo que Dios dirá...

Lo que Laboa plantea es que el encuentro con Jesús (por parte del Papa, los fieles, los religiosos...) provoca en cada personaje inmediatamente un examen de conciencia (de qué está haciendo, cómo se está portando, etc.) y una reacción.

Cuando, al día siguiente de su elección, llevaron al Papa Francisco a abrir la puerta (que estaba sellada) de su apartamento, entró y dijo: «Aquí caben bien 300 personas». Es decir, que hay fabulaciones que Laboa escribió y que, curiosamente, se han cumplido. Resulta que no eran tan imposibles, porque algunas de ellas se están dando.

Para Juan María Laboa este libro es otra manera de conmemorar el Concilio. Porque en él aparece una eclesiología, un modo de que la Iglesia esté en el mundo, que es la eclesiología de los documentos del Vaticano II. Todo está comentado en el Vaticano II. Ninguna de las afirmaciones, presentaciones, discusiones... es inocente. Todo tiene un marco, que es el Vaticano II.


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