Lenoir, Frédéric: El alma del mundo. Ariel, Barcelona, 2013 (edición original de 2012). 158 páginas. Traducción de Malika Embarek López. Comentario realizado por Daniel Izuzquiza.
El autor es director de la revista Le monde des religions y ha publicado más de cuarenta novelas y ensayos. En mi opinión, tres son los niveles de lectura posibles de este libro. Primero, un sencillo relato en el que siete sabios (un rabino judío, una joven chamán, un monje cristiano, una mística hindú, un maestro taoísta chino, un sufí nigeriano y una filosofa holandesa) son convocados misteriosamente a un monasterio budista, donde son acogidos por el lama del lugar. Ante la amenaza de la destrucción cósmica, la misión del grupo es transmitir a las generaciones posteriores, representadas por dos adolescentes, la sabiduría de la humanidad.
El segundo nivel de lectura consiste, pues, en el resumen de las siete claves de la sabiduría a las que llegan por consenso y que se refieren al sentido de la vida, a la unidad cuerpo-alma, a la verdadera libertad, al amor, a las cualidades y los venenos de la vida, al arte de vivir y a la aceptación de lo que es. Nada muy original, es cierto, pero asequible divulgación.
Para entender el tercer nivel conviene fijarse en que los acontecimientos ocurren en un monasterio budista y que los "herederos" son un joven lama tibetano y la hija de la filósofa holandesa, miembro de la masonería. Quiero decir que lo que late en el transfondo del libro es una tesis diluida de la pervivencia de lo espiritual más allá de las formas religiosas, en línea con cierta asunción del budismo en el mundo occidental y de la mano del sincretismo "New Age". Como relato narrativo el libro apenas tiene fuerza y como resumen de máximas de sabiduría resulta bastante convencional, pero su "tesis dura" no es ingenua.
El segundo nivel de lectura consiste, pues, en el resumen de las siete claves de la sabiduría a las que llegan por consenso y que se refieren al sentido de la vida, a la unidad cuerpo-alma, a la verdadera libertad, al amor, a las cualidades y los venenos de la vida, al arte de vivir y a la aceptación de lo que es. Nada muy original, es cierto, pero asequible divulgación.
Para entender el tercer nivel conviene fijarse en que los acontecimientos ocurren en un monasterio budista y que los "herederos" son un joven lama tibetano y la hija de la filósofa holandesa, miembro de la masonería. Quiero decir que lo que late en el transfondo del libro es una tesis diluida de la pervivencia de lo espiritual más allá de las formas religiosas, en línea con cierta asunción del budismo en el mundo occidental y de la mano del sincretismo "New Age". Como relato narrativo el libro apenas tiene fuerza y como resumen de máximas de sabiduría resulta bastante convencional, pero su "tesis dura" no es ingenua.
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