Herrero de Miguel, Víctor: Carne escrita en la roca. La poética implícita del libro de Job. Verbo Divino, Estella, 2018. 574 páginas. Comentario realizado por Ianire Angulo Ordorika (Facultad de Teología de Granada).
Es sabido que la Biblia es literatura y que, aun tratándose de Palabra de Dios para los creyentes, se expresa con la mediación de palabras muy humanas. A lo largo de los siglos las personas se han reconocido dichas en lo más inefable de sus vidas a través de la Escritura. La tesis doctoral de Víctor Herrero de Miguel nos vuelve a hacer caer en la cuenta de esta condición artística que ostenta la Biblia, pues nos sitúa en la órbita de la poética para acercarnos al libro de Job.
Lo más relevante en un texto, también el bíblico, no son solo las ideas que se pretenden transmitir. Este riguroso estudio evidencia que no resulta aséptico el modo en que el contenido se vehicula y adquiere cuerpo en las palabras. Si bien el mensaje para ser comunicado requiere una forma, esta influye también en el mensaje que se transmite. El qué y el cómo de lo expresado mantienen un vínculo tan estrecho que resulta complicado percibirlo de manera separada. Por eso la poesía no es una mera cuestión estética, sino que imprime en el texto bíblico matices teológicos.
La pretensión que alberga este libro es extraer la poética que subyace bajo los poemas en los que habla Job. Se trata, por tanto, de percibir qué dicen y cómo comprenden estos textos la poesía. Para alcanzar este objetivo, la obra se estructura en dos partes de muy desigual longitud. En la primera de ellas, la más larga, se hace un amplio recorrido en dieciocho capítulos por los poemas que tienen a Job como voz poética. Estos capítulos tienen una estructura semejante, aunque una extensión que varía según la del texto bíblico que se analiza: Traducción, notas a la traducción, presentación del poema, ambiente estructural, desarrollo y teología de la poética. Suponemos que las exigencias de edición hacen que a veces exista cierta desproporción entre la longitud de algunos poemas y lo que se invierte en su estudio, como sucede en el capítulo doce.
En cada página del libro se percibe el dominio poético de Herrero de Miguel y su conocimiento literario. No solo es capaz de poner en relación la poesía contemporánea con la bíblica en cada uno de los capítulos, sino que hasta el modo en que presenta la estructura de las perícopas resulta sugerente y rezuma delicadeza.
En esta primera parte se van decodificando las imágenes de las que está preñado el texto bíblico y se nos introduce en la dinámica interna de cada uno de los poemas. El modo en que estos son tratados resulta novedoso y sugerente para quienes no estamos familiarizados con la poesía. Así, el autor va desgranando cómo los poemas de Job insisten en vincular la palabra con la existencia y con el cuerpo, hasta convertirse este en encarnación del lenguaje. Gráfica resulta, por ejemplo, la imagen de Dios usando el dolor como idioma con el que escribe sobre el cuerpo humano (pp. 231-233).
Conviene reconocer y valorar la audacia que implica ofrecer una traducción propia del texto bíblico. Es posible que muchos biblistas cuestionen esta versión castellana, como también lo hicieron con maestros como Alonso Schökel. Se trata de una tarea arriesgada y compleja en la que Herrero de Miguel muestra tanto su destreza con la lengua hebrea como su delicadeza poética y lingüística.
La segunda parte de esta obra resulta mucho más breve. En ella se hace un análisis de las respuestas a los discursos divinos que el libro bíblico pone en boca de Job para, en un segundo capítulo, presentar de manera ordenada y sintética la percepción teológica del ser humano que se deriva de los poemas estudiados.
Rescatamos las últimas palabras de Job en 42,6 como broche de oro que recoge el recorrido hecho a lo largo de los diversos poemas: “por eso me postro —y recibo el consuelo— sobre el polvo y la ceniza”. En este versículo todos sus términos resultan problemáticos y se da pie así a multitud de posibilidades de interpretación, como la traducción que ofrece el autor y que no resulta ser la más habitual en nuestras biblias. Con esta expresión del protagonista se culminan los pasos que ha ido dando a lo largo del único poema que constituyen las dos respuestas de Job a los discursos de Dios (Job 40,4-5; 42,2-6).
El drama del sufrimiento humano, que ha encontrado en la voz poética de Job su mejor expresión, llega con este versículo a un consuelo que se escapa de lo racional e, incluso, de lo razonable. En palabras del autor: “Tras reconocer a Dios y reconocerse a sí mismo, tras afirmar sus palabras y soñar con un diálogo nuevo, tras asentar sobre la mesa de la vida su experiencia de Dios, Job se postra y recibe el consuelo sobre el polvo y la ceniza, es decir: abraza su condición humana y la celebra […] desde su humanidad vislumbra los caminos que Dios le abre” (p. 501).
No podemos olvidar que estamos ante el trabajo académico necesario para alcanzar el doctorado. De ahí se deriva un rigor académico que se convierte en exigencia para el lector, pues no solo exige cierto dominio de las lenguas hebrea y castellana, sino una sensibilidad poética que ojalá fuera generalizada. El valor de este estudio también se encuentra en la extensa y actualizada bibliografía, que será de consulta obligatoria para quien quiera acercarse al libro de Job. Nos encontramos, por tanto, ante una obra para leer con calma y ser rumiada, que, como hace el libro bíblico del que se ocupa, nos interpela y cuestiona precisamente en el lugar donde, antes o después, nos encontramos todos los seres humanos de cualquier momento histórico. Puesto que la vida y sus dolores caminan de la mano del lenguaje, la voz de Job y su coraje nos acompañan para avanzar de la oscuridad a la luz.
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