Guasch, Anna María: El arte en la era de lo global (1989-2015). Alianza, Madrid, 2016. 456 páginas. Comentario realizado por Lourdes Cirlot Valenzuela (Catedrática de Historia del Arte de la universidad de Barcelona).
El libro que últimamente ha presentado la Dra. Anna María Guasch, editado por Alianza Forma, El arte en la era de lo global (1989-2015) es una obra rigurosa y muy bien documentada que permite acceder al pensamiento artístico contemporáneo desde diversas perspectivas. Como la propia autora comenta en el prólogo, la exposición llevada a cabo en el Centro Pompidou, Magiciens de la terre, el año 1989, comisariada por Jean-Hubert Martin, puede considerarse como un punto de arranque de un nuevo paradigma artístico en el que tanto han tenido que ver los historiadores del arte, como los antropólogos, los activistas, los teóricos culturales, los artistas y los creadores.
Tras la caída del muro de Berlín era obvio que el mundo se transformaría y que los cambios en el ámbito de lo artístico no tardarían en poder percibirse. La idea de lo global comenzó a tener cada vez mayor peso y Occidente dejó de poseer la preponderancia que hasta entonces había tenido. El mundo oriental participó de modo muy activo en el cambio de paradigma, dando lugar a un tipo de Global Art Studies de carácter multidisciplinar y transversal. El hecho de que la propia exposición Magiciens de la terre fuera revisada y expuesta de nuevo en 2014 implicó una profunda valoración de los documentos aportados y además se generó en torno a ella un amplio debate que tuvo lugar en la Biblioteca Kandinsky del mismo Centro Pompidou.
El libro que últimamente ha presentado la Dra. Anna María Guasch, editado por Alianza Forma, El arte en la era de lo global (1989-2015) es una obra rigurosa y muy bien documentada que permite acceder al pensamiento artístico contemporáneo desde diversas perspectivas. Como la propia autora comenta en el prólogo, la exposición llevada a cabo en el Centro Pompidou, Magiciens de la terre, el año 1989, comisariada por Jean-Hubert Martin, puede considerarse como un punto de arranque de un nuevo paradigma artístico en el que tanto han tenido que ver los historiadores del arte, como los antropólogos, los activistas, los teóricos culturales, los artistas y los creadores.
Tras la caída del muro de Berlín era obvio que el mundo se transformaría y que los cambios en el ámbito de lo artístico no tardarían en poder percibirse. La idea de lo global comenzó a tener cada vez mayor peso y Occidente dejó de poseer la preponderancia que hasta entonces había tenido. El mundo oriental participó de modo muy activo en el cambio de paradigma, dando lugar a un tipo de Global Art Studies de carácter multidisciplinar y transversal. El hecho de que la propia exposición Magiciens de la terre fuera revisada y expuesta de nuevo en 2014 implicó una profunda valoración de los documentos aportados y además se generó en torno a ella un amplio debate que tuvo lugar en la Biblioteca Kandinsky del mismo Centro Pompidou.
El libro de Anna María Guasch aborda todos los temas relacionados con la globalización de una manera clara y ordenada en cuatro bloques distintos. El primero de ellos plantea la cuestión de los códigos de lo global; el segundo se dedica a analizar teorías y discursos; el tercero analiza las exposiciones; y el cuarto sirve para desarrollar el tema de lo global en la práctica artística. El arte de la globalización se desmarca de la postmodernidad, enfatizando los vínculos entre política y poder, pero lo más decisivo es, sin duda, la distancia existente entre esas maneras de aproximarse al arte: «La globalización se refiere a la sangre, al suelo, la vida y la muerte» (p. 29).
Con la idea de enmendar la exclusión de los artistas del tercer mundo, se siguen las teorías poscoloniales de Edward Said, en tanto que «Third text representa un alejamiento de la cultura dominante para poder considerar el centro desde una perspectiva crítica» (p. 39). Third Text cuestiona el multiculturalismo propio de la década de los años noventa por considerarlo un instrumento regulador desarrollado por Occidente para afianzar su hegemonía cultural y perpetuar la jerarquía a través de la que los artistas occidentales obtienen el reconocimiento. El multiculturalismo fue cediendo su lugar al interculturalismo, basado en nuevas especificidades de la historia, de la raza, del lenguaje y del tiempo.
Guasch estudia en profundidad los discursos interculturales y para ello remite a autores de gran prestigio, como pueda ser Peter Sloterdijk para quien existe una conexión muy clara entre globalización y lo que él denomina la “teoría de las esferas”. Dicho autor entiende por esfera “un mundo relativo” formateado por sus habitantes. Se trata de un mundo lleno de islas, en el que los seres humanos son los habitantes de las mismas.
Resulta verdaderamente interesante la tercera parte del libro en la que la autora enumera y explica las exposiciones de lo global. Partiendo de Magiciens de la terre (1989) por medio de la cual se pretendía ofrecer una solución global del arte contemporáneo, integrando sus fragmentaciones y diferencias, Anna María Guasch plantea la importancia de la III Bienal en La Habana que fue una de las primeras muestras concebidas fuera del sistema artístico europeo y norteamericano. Gracias a ello se tuvo la oportunidad de decidir qué tipo de arte poseía un significado global. En su repaso por las exposiciones, Guasch destaca la polémica exposición comisariada por Dan Cameron, Crudo y cocido (1994) en Madrid. De todas las exposiciones llevadas a cabo destaca, sin embargo, la de Peter Weibel, Inklusion: Exklusion und globaler Migration. Gracias a esta muestra se produce el rechazo del “cubo blanco” en tanto que oculta cualquier diferencia social, de género, religiosa o étnica en nombre de la autonomía estética y de un lenguaje universal de formas. Para Weibel no resulta viable porque significa que el arte pierde su derecho a participar en la construcción de la realidad.
Dos exposiciones importantes, desde el punto de vista del arte africano en el contexto mundial fueron: I Bienal. Africus (1995) y II Bienal de Johannesburgo. Para concluir este apartado la autora hace referencia también a la Bienal de São Paulo (1998) y a la 11 Dokumenta de Kassel (2002). Es importante apuntar que el último apartado de este tercer bloque concluye con una aproximación a las bienales y su significado a lo largo de todo el siglo XX e inicios del XXI.
La cuarta parte del libro, la dedicada a los giros de lo global, es la más densa y la que más documentación, en cuanto a ilustraciones se refiere, contiene. En ella se estudian los giros de lo global siguientes: geográfico, ecológico, etnográfico, de la traducción, dialógico, de la memoria y la historia, documental y cosmopolita. En cada uno de estos se analizan las aportaciones —la mayoría de ellas, instalaciones y videográficas— de los distintos artistas que trabajan en su seno.
La bibliografía empleada es realmente impresionante. Tan solo hay que leer las notas aportadas por la autora a cada cita contenida en los capítulos de su obra. Este factor es indispensable para valorar positivamente el libro, pues le otorga gran fiabilidad y hace de él una excelente obra de consulta tanto para especialistas en arte contemporáneo como para todas aquellas personas interesadas por lo que ocurre en el mundo artístico actual.
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