Uríbarri Bilbao, Gabino: La mística de Jesús. Desafío y propuesta. Sal Terrae, Santander, 2017. 272 páginas. Comentario realizado por José Antonio Ruiz Cañamares (Licenciado en Teología Dogmática).
El autor resulta bien conocido para personas que hayan leído sobre temas de teología dogmática y de teología de la vida religiosa. Es profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas y miembro de la Comisión Teológica Internacional. En este libro, con el rigor académico e intelectual que le caracteriza, nos presenta una obra destinada a descubrir, presentar y fundamentar la mística de Jesús como paradigma de lo que debe ser la mística cristiana. No se cansará el autor de repetir que toda mística y espiritualidad, si quiere ser de verdad cristiana, tiene que seguir los pasos de la mística y de la espiritualidad de Jesús. No todo vale. Por esta razón un denominador común a lo largo de todo el libro es la clarificación de lo que es, y de lo que no es, la espiritualidad cristiana frente a otras espiritualidades que la pueden ensombrecer y confundir.
Ya en el prólogo se deja claro cuáles son los destinatarios principales de esta obra: “cristianos que buscan espiritualidad y se interesan por la mística, con la intención de ayudarles en su búsqueda, proporcionándoles criterios y elementos de discernimiento para no caer ilusamente en las sutiles redes del esoterismo” (p. 17). Y dedica esta obra “a todos los cristianos que con sinceridad y perseverancia buscan el verdadero rostro de Dios” (p. 17).
La obra consta de once capítulos. El primero, como no podría ser de otra manera, está destinado a definir qué se entiende por mística y por espiritualidad. Por mística el autor entiende la experiencia religiosa genuina, personal e íntima de encuentro con el Dios cristiano, uno y trino, y nunca al margen del peso específico que tiene Jesucristo. Es ahí ya en donde expone la tesis de fondo de toda la obra: “el reto más agudo para el cristianismo en nuestro tiempo y, con él, para la mística cristiana es su afirmación y plausibilidad cultural en el humus de la Modernidad... en concurrencia abierta con otras propuestas que, al menos aparentemente, logran responder mejor a la sed espiritual que engendra y moldea la Modernidad tardía” (p. 31).
Tras este capítulo introductorio la obra está dividida en dos partes. La primera trata de “los misticismos contemporáneos”. Tres son los capítulos que componen esta primera parte. Los capítulos dos y tres exponen el reto que supone en la actualidad “el misticismo oriental” y la “Nueva Era”, de tanta aceptación actual en personas con interés por la espiritualidad e incluso en círculos cristianos. El capítulo cuarto es un diálogo abierto, profundo y respetuoso desde la mística cristiana con el mercado actual de las espiritualidades de corte oriental y occidentalizadas, que son el fruto de la Modernidad y que están causando no pocos estragos y pérdidas en la identidad de la mística y espiritualidad cristianas. Frente a los nuevos misticismos, casi todos marcados de gnosticismo, el autor expone los puntos importantes sobre los que se asienta la mística cristiana: la centralidad de la cristología, el carácter trinitario de Dios, la Escritura y la eclesialidad, como puntos irrenunciables a tener siempre presentes. La salvación es oferta de Dios, nunca esfuerzo del hombre sin contar con la gracia.
La segunda parte de la obra se denomina “la mística de Jesús”. Es el grueso de la obra, a la que se dedican siete capítulos. El primero de ellos, el quinto, es el de lectura menos fácil, y así lo aclara el mismo autor. Está dedicado a la fundamentación teológica de la mística y de la espiritualidad de Jesús. El autor da permiso al lector menos especializado en teología dogmática para saltárselo, y yo también me sumo a este consejo. Sin embargo, es un capítulo muy interesante a “modo de repaso” de todo lo que supone la relación entre cristología, soteriología y pneumatología.
A partir de aquí se van exponiendo los temas imprescindibles de toda cristología, pero desde la óptica de la mística de Jesús. Así, los siguientes capítulos tratan de la mística filial reflejada en el “abbá” (cap. 6), la mística orante que brota de la oración del padrenuestro (cap. 7), una mística al servicio del Reino (cap. 8), mística desde la que Jesús afronta el conflicto con los fariseos, saduceos y el significado del Templo (cap. 9) y, por último, una mística que es pascual, que pasa de la entrega total y hasta la muerte al júbilo de la resurrección (cap. 10).
El autor afirma al comienzo que “cada parte se puede leer como un todo, con independencia de la otra” (p. 34). En mi opinión esto se puede hacer así menos para el último capítulo, el once, que lleva por título “El atractivo de la mística de Jesús: la divinización”. Me parece que es el capítulo más conseguido, y que no se entendería bien y en su profundidad sin la lectura de los anteriores. Porque si algo tiene de grandeza la fe cristiana es la vocación de toda persona a la plenitud de vida a la que, por la gracia, Dios quiere llevarnos y con la que no pueden competir otras espiritualidades.
El libro no pertenece a la teología divulgativa. Tampoco está escrito para ser solamente leído y comprendido por estudiantes de una Facultad de Teología. Siendo claramente su contenido de teología dogmática está impregnado todo él de un tono fuerte de teología espiritual. Me parece que puede ser de gran ayuda para personas cristianas que con cierto nivel cultural necesitan un mínimo andamiaje racional interior que sustente su fe. La obra aporta dos elementos muy importantes. Por un lado, nos ofrece herramientas para el diálogo con otras espiritualidades (fundamentalmente de influencia oriental) y con el ateísmo, agnosticismo o indiferencia religiosa. Pero, por otra, expone de manera bella, profunda y atractiva, la grandeza de la mística y espiritualidad cristiana. Al terminar de leer el libro el lector, casi con seguridad, acaba con el deseo de querer adentrarse en la experiencia religiosa y mística que tuvo Jesús de Nazaret, Verbo de Dios encarnado, y con un sentimiento de consolación espiritual, en palabras de Ignacio de Loyola, con aumento de fe, esperanza y caridad.
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