viernes, 1 de febrero de 2019

Jorge Riechmann, José Ignacio González Faus y Carmen Magallón: ¡DESPERTEMOS! Por Santi Torres Rocaginé

Riechmann, Jorge; González Faus, José Ignacio ; y Magallón, Carmen: ¡DESPERTEMOS! Propuestas para un humanismo descentrado. Cristianisme i Justícia, Barcelona, 2018. Cuaderno n. 209. 32 páginas. Comentario realizado por Santi Torres Rocaginé (Cristianisme i Justícia, Barcelona).

En un mundo especializado como el nuestro, las aproximaciones a los grandes temas adolecen precisamente del mal de la especialización. Se argumenta con frecuencia que es la complejidad la que obliga a estos acercamientos parciales, cuando paradójicamente es esta complejidad la que obligaría a aproximaciones más interdisciplinares. Hace poco José I. González Faus hacía notar en uno de sus escritos la necesidad de que los teólogos “dialogaran con los economistas”, y lo argumentaba por el papel que jugaba la economía a la hora de marcar no solo el pensamiento sino la vida de gran parte de la humanidad. De ahí el acierto de Cristianisme i Justícia al sentar en una misma mesa a un filósofo, a un teólogo y a una feminista activista por la paz, para hablar del gran reto (“la gran prueba” en palabras de Riechmann) del cambio climático y de la más que probable destrucción de nuestra civilización. Y aún más acierto haber recogido sus intervenciones para convertirlas en una publicación. 

Seguramente, una propuesta así habría sido difícil sin el impulso que el papa Francisco y la Laudato Si’, dio a la necesidad de abordar teológica y eclesialmente el tema de la ecología y el cambio climático, pero lo cierto es que incluso sin esta encíclica se haría difícil sino imposible que filosofía y teología no se plantearan un diálogo mutuo sobre el futuro de la humanidad. No se trata ya de planteamientos ideológicos solamente, sino de una urgencia que va a poner a prueba nuestra capacidad de construir alternativas a un mundo de creciente desigualdad, autoritarismo y destrucción. El “¡Despertemos!” no es un grito solamente para llamar la atención, sino una exclamación desesperada ante un hundimiento del cual participamos con la misma inconsciencia que la de los pasajeros del Titánic.

En el diagnóstico del mal, los tres hablan de un antropocentrismo cultural, sobre todo occidental, que con el capitalismo ha llegado a su punto más suicida. Ante ello Riechmann propone como solución “Un curso civilizatorio diferente, que busque otras metas y fomente otros valores: acoger al extraño, cuidar lo frágil, hacer las paces con la naturaleza, aceptarnos como los vulnerables seres mortales que somos”. Es imposible pensar que la teología pueda estar al margen de este nuevo proyecto civilizatorio. González Faus en su réplica a Riechmann expresó su coincidencia en lamentar ese antropocentrismo prometeico, y contrapuso a esta imagen la de un “antropocentrismo recibido” que nos constituye más en administradores que en propietarios. Por eso llamó a una interpretación teológica que contribuya a ello y que rompa definitivamente con ese humanismo autodeificante que nos separa de la naturaleza. 

Otro punto de encuentro fue a la hora de expresar la necesidad de una “contención” en todos los ámbitos, “tener poder y no utilizarlo, poder dominar y no hacerlo: esto es la prueba de lo humano, la que nos exige, en tiempos difíciles como los que afrontamos, pensar en términos de conversión”. Quien así se expresa no es el teólogo sino el filósofo, el matemático y el poeta Jorge Riechmann. Conversión, contención… la necesidad de una nueva manera de vivir, que encuentra en la teología ecos como el concepto de “sobriedad compartida” defendida hace décadas por Ellacuría entre otros. De ahí que González Faus concluya: “es urgente encontrarnos y hacer frente común contra la barbarie todos aquellos, creyentes y no creyentes, que leemos la realidad del mismo modo”. 

La tercera en “concordia” fue Carmen Magallón, directora del seminario de investigaciones por la paz de Zaragoza, que desde el principio se presentó como “perteneciente a esa tríada humana que fue simbólicamente unida e históricamente devaluada: mujeres, naturaleza y paz”. Reivindicó por ello una tradición, la del ecofeminismo, que ya desde siempre “generó y propuso modelos, visiones alternativas y sacó a la luz prácticas existentes más armónicas y respetuosas con los seres vivientes”, un pensamiento que no niega sino que asume la vulnerabilidad, pues surge de la materialidad de las prácticas de cuidado, de niños y niñas, de enfermos y de personas mayores”. Poner en el centro esta vulnerabilidad y estos límites humanos, contribuiría, por tanto, a construir un humanismo descentrado fundamental para un curso civilizatorio diferente. Para ello animó a la teología y a la filosofía, pero también a todos los demás ámbitos que configuran la cultura humana, “a escuchar más a las mujeres y a no mirarlas como víctimas, sino como a seres con agencia y con una palabra que ofrecer”. 

Recomendar, finalmente, la lectura de este nuevo cuaderno de Cristianisme i Justícia, una advertencia casi apocalíptica, pero sobre todo una invitación a una vida diferente sobre unos presupuestos nuevos de los cuales ni la fe ni la reflexión teológica pueden seguir ausentes.


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