Castells, Manuel: Ruptura. La crisis de la democracia liberal. Alianza Editorial, Madrid, 2017. 136 páginas. Comentario realizado por Santi Torres Rocaginé.
"Soplan vientos malignos en el planeta azul. Nuestras vidas titubean en el torbellino de múltiples crisis”. Así empieza el libro del profesor Manuel Castells. A caballo de diferentes universidades de todo el mundo, Castells posee dos virtudes que se reflejan en este libro: la del buen observador y poseedor de multitud de datos en los que basar sus argumentaciones, y la del buen escritor capaz de transmitir en escasamente cien páginas, un diagnóstico comprensible sobre el presente de nuestra democracia liberal. El autor no se conforma con los síntomas, y hace bien, pues de los síntomas damos buena cuenta cada mañana al entrar en las redes, al abrir cualquier periódico o al encender la radio y la televisión. Síntomas mezclados con una enorme e indigerible cantidad de información no siempre verídica. Es trabajo del científico despejar el horizonte y estirar de ellos hacia abajo buscando, en palabras del autor, las “raíces de la ira”: la crisis de la legitimidad política, el terrorismo global y la rebelión de las masas.
Para abordar la primera causa parte de un dato: “Más de dos tercios de las personas en el planeta piensan que los políticos no nos representan”, algo que en una democracia que se define como representativa se traduce en una grave crisis de legitimidad. Para explicar este fenómeno, Castells recurre, como ya hizo en su trilogía La era de la información, a contrastar el carácter estatal de nuestras democracias liberales con la crisis de estos mismos estados debido a la globalización. Se extiende la percepción de que los políticos ya no deciden aquello que resulta fundamental para la vida de las personas, lo que los aleja progresivamente de los ciudadanos y los encierra en dinámicas de poder dentro de sus burocratizados partidos. Eso se agrava en casos como el de España, donde la corrupción no ha hecho sino actuar sobre esta imagen de ineficiencia minando aún más si cabe la confianza en partidos y representantes políticos.
El segundo elemento es el del terrorismo global y la política del miedo, un elemento que ha operado de manera especial sobre las sociedades occidentales desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, y que ha tenido su eco en los atentados de las principales capitales europeas, algunas de las cuales se encuentran aún hoy en niveles de alerta máximos. Castells advierte, sin embargo, que de nada sirve la securitización de las sociedades si no se reconoce el mal que ha servido para que cientos de jóvenes en toda Europa abrazasen la radicalización: “el vacío de su vida en las podridas sociedades consumistas de Occidente, en la pobreza de las relaciones humanas, en la lucha cotidiana por sobrevivir en la nada y para nada”. En lugar de ello, los gobiernos han optado por alimentar el miedo al enemigo exterior y por restringir libertades a cambio de seguridad, debilitando aún más la libertad de movimiento de ideas y personas, y debilitando aún más la democracia.
Y ante esta situación de miedo y de pérdida de legitimidad de la política tradicional, acontece lo que el autor llama en el tercer capítulo “la rebelión de las masas” o la búsqueda de nuevos actores políticos en los que creer. Es aquí donde entra el relato pormenorizado de la victoria de Trump, del Brexit y del fulgurante éxito de Macron en Francia. A los tres casos dedica una buena parte de las páginas de este libro, pues ejemplifican las “salidas” que la misma democracia ha encontrado para tanto malestar. Aunque sus opiniones y su postura estén claras desde el principio, así como su apuesta por recomponer pactos a partir de propuestas de izquierda adaptadas a la nueva realidad, en ningún momento Castells menosprecia estos fenómenos y más bien anima a ver en ellos un nuevo intento de preservación del poder por parte de unas élites temerosas de un estallido social.
¿Y España? A la situación española dedica el cuarto y último capítulo, con un relato que abarca desde el 15M hasta la victoria de Pedro Sánchez en las primarias para la secretaría general, incluyendo un episodio curioso en el que narra el encuentro casual con el ahora presidente del Gobierno en California donde Sánchez había acudido “huyendo” del golpe que supuso su destitución al frente del PSOE. Aunque su inclusión sorprende un poco en un ensayo de estas características, tiene su interés periodístico y más teniendo en cuenta lo que ha pasado durante este último año.
La contundencia del diagnóstico, como siempre, contrasta con la falta de salidas a la situación actual. No obstante, Castells no es pesimista, sino que anima a ver los síntomas como una debilidad del mismo sistema que nos ha llevado hasta este punto. Sí que advierte sobre el peligro de las soluciones cerradas, dogmáticas o autoritarias, e invita más bien a configurar “un caos creativo en el que aprendamos a fluir con la vida”. Algo que quizás suene excesivamente vago y posmoderno como conclusión pero que puede interpretarse también como una llamada al despertar de las conciencias y al compromiso político y ciudadano, aletargado durante muchos años por una democracia representativa de baja intensidad y calidad.
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