viernes, 26 de abril de 2019

Josep Otón: Búsqueda. Por Gregori Gancho

Otón, Josep: Búsqueda. San Pablo, Madrid, 2019. Comentario realizado por Gregori Gancho.

Tras una veintena de libros Josep Otón sigue buscando y en este libro nos envía la ubicación de dónde se encuentra: ha avanzado mucho, aunque todavía no ha acabado su búsqueda. 

Empieza el libro explicando cómo todo el mundo busca; desde el cazador hasta el amante. El peligro es que nuestro deseo nos impele a buscar de manera compulsiva, sin acabar de encontrar lo que nos sacia. 

Ya desde las primeras páginas el autor nos conecta con algunos pensadores como Henley, que en su poema Invictus nos explica que es el capitán de su alma: ha llegado a esa convicción aunque no siempre estamos en disposición de conocer la verdad, pues nuestro proceso interior no es el del excelente poeta inglés. 

También Simone Weil (autora objeto de la tesis doctoral de nuestro autor) da pistas sobre el verdadero objetivo de la búsqueda: las necesidades del alma. Por ese camino avanza también Viktor Frankl cuando descubre que aquellos que tenían un motivo por el que vivir soportaban con mayor entereza las adversidades de los campos de exterminio.

En el primer tercio del libro nos encontramos con Jorge Luis Borges, cuya actitud humilde se convierte en un antídoto contra el afán de protagonismo, porque a estas alturas del libro ya hemos descubierto que el objeto de nuestra búsqueda somos nosotros mismos. Tras esa pista podemos erróneamente perseguir el signo, lo extraordinario y darnos cuenta de que nada de eso nos va a llevar a ninguna parte, lo cual puede hundirnos en el desánimo, pero en la mano del que busca está extraer de aquello que le ha pasado la fuerza para seguir viviendo. 

Teniendo claro que la fuerza que nos impele a seguir es nuestra brújula, san Agustín lamentaba haber buscado fuera lo que estaba dentro y san Ignacio de Loyola propugna buscar y hallar a Dios en todas las cosas; ahora bien, no basta buscar para encontrar, nuestra búsqueda por más auténtica que sea puede acabar en frustración. 

Y hablando de desencantos nos encontramos con la amada del Cantar de los cantares que está buscando su propia satisfacción. Pero el Amado sabe que solo buscaba protagonismo e incluso así no es más que un ardid para ayudarla a crecer y a desvelar sus auténticas intenciones, al final pasaremos de afán por acaparar la atención a estar atentos. 

Y hay que moverse, superar las dificultades para conseguir lo que se busca, como Zaqueo cuando afronta sus miedos, vence sus dificultades y se da cuenta de que aquél a quien busca le busca. Entonces se siente confirmado y nosotros confirmamos que era auténtica esa búsqueda porque genera unos frutos, se traduce en un compromiso. Con lo cual llegamos a la esencia del mensaje cristiano y es que buscamos ser acogidos por Dios y eso solo se produce en el instante en que nosotros le acogemos a él. 

San Pablo se da cuenta de que sus méritos no le van a llevar a conseguir lo que busca y se da cuenta de que solo se siente fuerte cuando es débil: se desvanece el espejismo de nuestra supuesta fortaleza para caer en la cuenta del grado de nuestra fragilidad. Lo cual, curiosamente en vez de sumergirnos en el abismo de la desesperación, nos produce el placer de sentirnos sustentados incondicionalmente. 

El autor cita a algunos compañeros de viaje como el científico Alexander Flemming y el atleta Eric Liddell, cuyas historias en cuanto a liberación de lastre predeterminado nos van a servir de bagaje en nuestro camino. 

El punto culminante del libro apunta que poner en entredicho lo que pensamos y lo que queremos es fundamental para acoger lo que la vida nos ofrece. 

En definitiva, se trata de un libro exquisito, puede leerse de un tirón o saboreando cada una de las etapas que el caminante nos propone; la edición es muy sencilla e introduce unos hitos intertextuales que clarifican el mensaje y orientan al lector sobre el aspecto importante que se va tratando. 

Después de leer un libro como este, uno se siente mucho más querido, nota cómo por el simple hecho de buscar ya accede a un nivel de afecto por parte del Amado; uno puede ponerse en camino y saber que, sin menoscabo de su propia responsabilidad, en esta vida puede hallar mucho más de lo que imaginaba cuando empezó su propia búsqueda.

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