jueves, 29 de agosto de 2019

Gareth B. Matthews: Agustín. Por Teófilo del C. Urueña

Matthews, Gareth B.: Agustín. Herder, Barcelona, 2006. 261 páginas. Traducción de Roberto Heraldo Bernet. Comentario realizado por Teófilo del C. Urueña.

G. B. Matthews, profesor de filosofía norteamericano, ha dedicado sus principales afanes filosóficos al estudio de los griegos y de San Agustín. Un año después de su versión original inglesa, llega a nosotros esta obra traducida al castellano.

Ya desde el título mismo se quiere hacer un guiño al lector, siempre inteligente, acerca de cuál es la naturaleza de este estudio. Sin poner en duda en ningún momento que San Agustín es uno de los primeros y más famosos teólogos y un magnífico apologeta, reconocido por la Iglesia como doctor, el profesor Matthews quiere hacer ver que además de todo esto, y biográficamente antes de ello, fue un excelente filósofo, a quien no le repugnó hacer filosofía. Plantea además que la fe, en el caso de Agustín, no sólo no fue un impedimento para hacer funcionar la razón, sino que la ayudó de forma considerable y además hizo brotar dentro de la filosofía una forma de relación entre una y otra. Esta relación en la que se supone una absorción frente a otras posturas concordistas o absolutamente separadas.

Para hacer partícipe a los lectores de todos estos planteamientos, el autor parte de un primer capítulo en el que esboza este pensamiento, y tras hacer en un segundo capítulo una presentación biográfica de la figura de Agustín, desarrolla otros trece que organiza de forma temática.
Esta organización en trece temas responde a trece preguntas de vigente actualidad en las que está presente la idea de que antes de que Descartes descubriera al individuo y diera lugar al inicio de la filosofía moderna, Agustín, de otra manera diferente, había inaugurado la «forma moderna de hacer filosofía». Para ello, el autor, buen conocedor de la filosofía griega, recurre a ella y actualiza conocimientos tales como que en aquella filosofía cuando se empieza a hablar de hombre se piensa siempre en el hombre entendido como ciudadano. Recurre también a la filosofía medieval y a su modo de entender al hombre desde una visión social sin dar valor a la individualidad como punto de partida de la filosofía.

La gran aportación de Agustín, a caballo entre dos épocas, es su conocimiento perfecto de lo que se ha pensado y piensa en el mundo decadente que vive, por un lado, y la aportación que este nuevo saber, tan buscado por él, que es la religión cristiana, ha aportado a su existencia. Pero precisamente el mismo hecho de que tras larga búsqueda filosófica llegue a la verdad por medio de la fe, hace que ponga de tal manera en primer lugar la teología que la filosofía se acabe convirtiendo en una forma particular de buscar, dentro de la teología, cierta verdad.

Si biográficamente el San Agustín teólogo y apologista se impone de tal manera al Agustín filósofo, que en su búsqueda de la verdad pasa por las más principales escuelas de su tiempo. Por eso, resulta interesante esta investigación que escudriña en el pensamiento filosófico de un pensador que tanto ha intervenido posteriormente en la historia del pensamiento cristiano, pues no hay duda de que una buena parte de las filosofías que dentro de la escolástica tradicional se opusieron, dentro de lo que cabe, a la línea tomista fundamental, se fundamentaron en la doctrina de este autor.

El libro se lee bien, no requiere como otros de conocimientos previos específicos, y permite ir más allá de él gracias a que cada capítulo se ve cumplimentado mediante un apartado que ofrece bibliografía detallada. Lástima que al ser una traducción, la bibliografía que se ofrece se adecue al ámbito cultural anglosajón y, en la mayoría de los casos, no sea accesible a todos.

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