jueves, 24 de octubre de 2019

Pedro Miguel Lamet: El último jesuita. Por Marisa Regueiro

Lamet, Pedro Miguel: El último jesuita. La dramática persecución contra la Compañía en tiempos de Carlos III. Madrid, La Esfera de los Libros, 2011. 626 páginas. Comentario realizado por Marisa Regueiro.

En los últimos años la novela histórica ha recobrado, sin duda, el extraordinario vigor de los tiempos románticos. Los éxitos del género se multiplican en el panorama editorial, con desigual resultado no siempre exento de cierto oportunismo comercial que reivindica, en aras de la supuesta creación, una «libertad narrativa» que desdibuja completamente la realidad histórica. Es difícil en este abigarrado panorama de reinas castellanas, princesas nórdicas, desvelamiento de misterios vaticanos, héroes de resistencias y guerracivilistas, la novela que recree con fidelidad hechos y figuras del pasado, sin distorsionar la realidad histórica y, a la vez, con la dosis de creatividad narrativa necesaria para incluirlo en el catálogo de las obras literarias.

Sólo el buen escritor puede superar el desafío de la integración de estas dos líneas discursivas, de la base documental seria y, al mismo tiempo, de la creación literaria viva, original y verosímil. Como diría Cervantes, en el cuento «basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad», requisito imprescindible en el género y valor de la novela que nos ocupa. Como reza su subtítulo, La dramática persecución contra la Compañía de Jesús en tiempos de Carlos III, los hechos narrados revelan una sólida fundamentación documental que posibilita la lealtad a la historia; y creatividad verosímil en la peripecia del protagonista, un exseminarista formado por los jesuitas que, finalmente, empujado por el amor y por las circunstancias, se ve en la obligación de llevar a cabo los dictados reales de expulsión de sus antiguos maestros de la Compañía y de su propio hermano. Los dos hilos de la historia —la expulsión histórica y la lucha interior del protagonista— se van enlazando progresiva y naturalmente, lo que permite reflejar con intensidad las contradicciones sociales, culturales y políticas del reinado de Carlos III.

El curso de los acontecimientos relatados nos ofrece una visión de la Europa ilustrada muy diferente de la que, en general, se suele considerar sin matices como una época de máximo esplendor intelectual, adornado de ciertos tópicos como el de la tolerancia y la lucha contra la ignorancia. Las ambiciones personales y las intrigas palaciegas del Marqués de Pombal, Floridablanca, Aranda, Campomanes y sus enviados y espías; las disputas jansenistas, los montajes regalistas que penetran hasta el seno mismo del Vaticano y mueven la voluntad papal; las calumnias elaboradas tras el motín de Esquilache y la manipulación del sentir popular, se dibujan a través de las situaciones vividas con nitidez, con vivacidad, a través del relato en primera persona de Mateo Fonseca, el protagonista; pero también en la siempre oportuna presentación de documentos, cartas o informes en los que se sustentó la expulsión de la Compañía. Igualmente, el relato de las vicisitudes del penoso exilio, en el que el maltrato, el expolio y la injusticia se enseñorearon sin piedad, con argumentos peregrinos y mendaces e insistentes invitaciones a la deserción, contrasta vivamente con la fuerza espiritual de los hijos de Ignacio, su aceptación del sacrificio inmerecido, la dignidad de creadores como el Padre Isla, el muy famoso autor de Fray Gerundio de Campazas, o la firmeza de convicciones del conjunto de los desplazados de las misiones americanas. En este conflictivo contexto, también hay lugar para la aparición de personajes secundarios que reflejan, con su respeto y caridad hacia las víctimas, la quiebra de la sociedad española en torno a la medida real, más preocupado por sus sesiones de caza de cada tarde que de gobernar con justicia. Los hechos están ahí, con sus luces y sus sombras, y es el lector el que podrá formarse su propio juicio acerca de los acontecimientos presentados.

En síntesis, el prolífico autor de cerca de unos cuarenta libros de diversos géneros y de esta espléndida y muy ilustrativa novela histórica, nos ofrece aquí una rica aunque dolorosa imagen de toda una época que, tras la lectura, nos sumerge en más de una ocasión en la perplejidad; pero también nos lleva a preguntarnos si ciertos hábitos y personajes forman —tristemente— parte indisociable de la realidad española de ayer y de hoy.

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