viernes, 12 de mayo de 2023

Josep Buades Fuster (ed.): Textos para crecer en devoción. Por Antonio Guillén

Buades Fuster, Josep (ed.): Textos para crecer en devoción. IV Centenario de San Alonso Rodríguez. «Ya voy, Señor». Mensajero, Bilbao, 2018. 238 páginas. Comentario realizado por Antonio Guillén.

El cuarto Centenario de la muerte de San Alonso Rodríguez (1532-1617) ha podido quizá pasar desapercibido para muchas personas. No así para los jesuitas y para los laicos más cercanos a la Compañía, porque Alonso Rodríguez es el prototipo de la santidad reconocida a los Hermanos dentro de ella. Su figura y su espiritualidad cobran más relieve cuando se las conoce mejor. 

Aquella buena persona, viudo, anterior comerciante de paños en Segovia, que terminó su vida como portero del colegio de Montesión en Palma de Mallorca, después de estar 46 años en esa tarea y misión, murió con fama de místico y santo, y fue consejero reconocido de muchas personas en dicha ciudad. Aunque su canonización se hizo en 1888, es una pena que no sea suficientemente conocido todavía hoy en el resto de España. 

A Josep Buades, jesuita menorquín, le corresponde el mérito de haber sido el Comisario y haber organizado con entusiasmo y devoción este Centenario. El presente volumen recoge aportaciones entusiastas del Cardenal Ladaria (mallorquín de pro), el P. General, el P. Provincial de España, los Obispos de Segovia y Mallorca, Alfredo Verdoy, Daniel Cuesta, Norberto Alcover y otros historiadores segovianos y mallorquines. Todos tienen algo bueno que resaltar, bajo perspectivas complementarias, del venerado H. Alonso Rodríguez. 

El “hilo conductor” de todo el relato sobre el Santo portero está en las palabras que le han inmortalizado por haber sido tantas veces repetidas por él cuando alguien llamaba a la puerta del colegio de Montesión: «Ya voy, Señor». El “lema de su vida”, según el Cardenal Ladaria. Con ellas se decía (y nos decía) Alonso Rodríguez que las personas que le necesitaban, o importunaban (como le ocurría a él con frecuencia), merecían ser recibidas como el mismo Señor. Por tanto, siempre muy bien. La mística de lo cotidiano tomaba esta forma delicada de superar, en nombre de Dios, todo contratiempo o aburrimiento en el trabajo, o incluso la desconsideración de los prójimos. 

Si no con una identificación completa con su misión, la figura de Alonso Rodríguez sigue siendo atractiva y ejemplar hoy, por su sencillez y sabiduría espiritual muy hondas. Para los jesuitas, Padres y Hermanos, es un compañero muy querido y estimado siempre. Para los segovianos y mallorquines, un paisano digno de ser exaltado en el IV Centenario de su muerte. Para todos, un modelo más de santidad, sin duda muy accesible. 


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