martes, 26 de junio de 2018

AA.VV.: Dios salve la razón. Por Jesús Sanjosé del Campo

AA.VV.: Dios salve la razón. Encuentro, Madrid, 2008. 199 páginas. Traducción de Lázaro Sanz. Comentario realizado por Jesús Sanjosé del Campo.

El libro está compuesto a base de una serie de materiales de tamaño diferente, procedentes también de autores diferentes. Según el presentador, la agrupación está en función de un deseo común: la necesidad de intentar salvar la razón que, desde que inició su tránsito por la modernidad, está necesitada de que alguien se ocupe de ello.

Comienza el trabajo con una introducción de J. Prades, profesor de teología dogmática en el Seminario de Madrid, en la que se hace un breve recorrido por la historia de la filosofía moderna, que, a juicio del autor, en su preocupación por ser autónoma, si bien se ha liberado de la costumbre, de la religión y de la tradición, se ha ido encerrando cada vez más en sí misma, abocándose a posiciones que no tienen salida. Para el profesor, ha llegado el momento de liberar la razón, y hay algunos que se han puesto a ello, aunque difieran en el cómo. Considera Prades que uno de los que se han puesto a este trabajo ingente de liberar la razón, incidiendo sobre la recuperación de la unidad de la experiencia humana en todas sus dimensiones —estética, ética y lógica—, es Benedicto XVI. A partir de ahí manifiesta que se ha pedido a una serie de personas relevantes su opinión en torno al pensamiento del Papa. Las personas elegidas son: el pensador español Gustavo Bueno, el profesor de lengua árabe de la AU de El Cairo Wael Farouq, el filósofo y ensayista francés André Glucksmann, el profesor y ensayista español Jon Juaristi, el rector de la universidad árabe AlQuds de Jerusalén Sari Nusseibh, el filósofo alemán Robert Spaemann y el director del centro Jean Monnet de estudios europeos de la NY University J. H. Beiler.

El cuerpo del libro comienza con tres textos de Benedicto XVI de muy diferente significado: el conocido discurso de Ratisbona y las homilías de Ratisbona y Munich. Y como no podía ser menos, las intervenciones de los invitados son de diferente extensión, enfoque y calidad, destacando por su brevedad de manera muy llamativa la de J. Juaresti.

Resulta especialmente interesante la reacción de Gustavo Bueno ante el discurso de Ratisbona. El conocido filósofo, que comienza su intervención confesando su profesión materialista, establece algunas coincidencias y discrepancias en torno al discurso. Tras plantear el papel de los conceptos dios y razón en la filosofía materialista, entra a considerar las afirmaciones acerca de Dios del catolicismo y cómo esta visión de Dios puede ayudar en la complicada tarea de salvar a la razón de sus enfermedades —la superstición, el delirio, el nihilismo, el fundamentalismo y el dogmatismo—.

Otra reacción relevante proviene de Wael Farouq, que comienza su interpretación ampliando el horizonte en el que se encuadran las intervenciones del Papa. Para Farouq, la necesidad de racionalidad y la crisis del racionalismo no están limitadas a una sola cultura ni a una sola religión, sino que son una crisis general de la humanidad de la que se derivan múltiples formas de violencia. La razón no es un concepto autosuficiente ni cerrado sobre sí mismo, sino una apertura a la experiencia y a la realidad humanas, siendo el amor el motor y el fin de la racionalidad…

Sin negar el valor testimonial del libro y sobre todo el de algunas intervenciones, llama poderosamente la atención dos asuntos: el primero es la omisión por parte de alguien, tal vez del presentador, de la larga polémica creada en torno a la interpretación del discurso y el segundo es el añadido que se hace al discurso de Benedicto XVI de dos homilías. Sobre lo primero se podrá argüir que no se hace porque ya lo han hecho otros, argumento que no satisfará a muchos, sobre todo si tenemos en cuenta que está presente en algunas de las respuestas de algunos de los invitados —ver Farouq—… La inclusión de las dos homilías, sobre las que no entran en diálogo los otros interlocutores, a pesar de reforzar y contribuir a entender mejor el pensamiento del Papa, a mi entender, al estar planteadas para otros públicos y en otras ocasiones, rompe la claridad y la unidad del tema que se debate.

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