martes, 23 de octubre de 2018

Charles Rosen: Las fronteras del significado. Por Bert Daelemans

Rosen, Charles: Las fronteras del significado. Tres charlas sobre música. Acantilado, Madrid, 2017. 128 páginas. Traducción de Francisco López Martín. Comentario realizado por Bert Daelemans.

He aquí un libro fuera de lo común: “Tres charlas sobre música” del pianista estadounidense Charles Rosen (1927-2012), en una excelente traducción de Francisco López Martín. 

La música clásica es el terreno abonado donde el autor medita sobre la vida. Rosen se pregunta si la música pueda tener un sentido sin transmitir un mensaje. Su reflexión arranca con una sencilla pregunta, que nos recuerda la similar inquietud de José Ortega y Gasset acerca de la impopularidad del arte nuevo: ¿Qué es comprender la música? El autor va respondiendo que «lo que impide la comprensión” no es la novedad “sino la ausencia de un algo reconocible» (p. 12). Es una observación de una sorprendente actualidad y hondura, que va más allá de la música, por supuesto. 

El librito está lleno de tales gratas sorpresas en la frontera entre el sentido y el sinsentido, pasando por análisis musicales detallados y bien expuestos para una audiencia no musicóloga. Su basso continuo es la convicción de que “la música tiene sentido en sí misma” a pesar de “deslizarse fácilmente hacia el sinsentido”, si no, «no nos costaría tanto explicar lo que significa» (p. 74). Otra perla es la deliciosa reflexión a partir de simples erratas de publicación que conllevan la duda de ser, tal vez, innovaciones geniales del compositor: «En el mundo de los músicos profesionales, la tradición es la forma en la que se ha tocado la música durante los últimos veinte años, una forma que a menudo está llena de errores» (p. 17). En este contexto, el autor evoca el criterio bíblico de la lectio difficilior para llegar a la novedad que «estimula el pensamiento, causa sorpresa y trastoca nuestra forma habitual de ver las cosas» (p. 21). El libro nos lleva detrás del escenario para comprender la fragilidad misma de la música, bien sabiendo que «la musicología es para los músicos lo que la ornitología es para los pájaros» (p. 71).

Termino con otra observación que, fuera de su contexto musical, podría tener reminiscencias obvias como leitmotiv existencial: «Una manera segura de equivocarse en ciertos detalles consiste en ser tan pedante como para seguir la edición original al pie de la letra» (p. 19). Estas tres charlas, pronunciadas en 1993, de las que la primera y la última son tal vez las más amenas, están llenas de sabias y lúcidas observaciones que, desde la música, repercuten en la existencia.

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