miércoles, 10 de octubre de 2018

Gert J. J. Biesta: El bello riesgo de educar. Por José Fernando Juan Santos

Biesta, Gert J. J.: El bello riesgo de educar. Cada acto educativo es singular y abierto a lo imprevisto. SM, Madrid, 2017. 187 páginas. Prólogo de Félix García Moriyón. Comentario realizado por José Fernando Juan Santos. 

Quizá, sorprenda que, en una colección de libros de innovación educativa, que hasta ahora han publicado textos básicamente en torno a nuevas metodologías, aparezca uno de filosofía de la educación. Biesta, holandés de origen y actualmente trabajando en la universidad inglesa, recopila en esta obra varios artículos temáticos, en los cuales dialoga con referencias actuales de la filosofía e intenta llevar sus aportaciones a la escuela, creando un nuevo horizonte. De esta manera, con independencia entre los diversos capítulos, aborda la creatividad, la comunicación, la enseñanza, el aprendizaje, la emancipación, la vinculación de la escuela con la democracia y el virtuosismo como paradigma educativo, yendo más allá de un marco científico o competencial. Termina con un epílogo en el que retoma la categoría, esencial hoy en la comprensión de la vida, de “acontecimiento”. 

Los autores y referencias que trae a colación en cada uno de estos artículos pueden ser discutibles en muchos casos, pero de lo que no cabe duda es de la necesidad de situar este ámbito más allá del pragmatismo, cuando no robotización en el que en tantas ocasiones se queda encallado. Sirva la propuesta del autor como motivo de fuerte replanteamiento en el que, en una época con tantos cambios y novedades, la educación se ve también involucrada y concernida. Educar no es meramente transmitir algo, sino que resulta de un encuentro en el que queda convocada la trascendencia de la persona, el acontecimiento de lo que no es esperable de primeras, la puesta en marcha de un acto cuyo fin último no se percibe en las apariencias.

Biesta sorprende incluso por sus ausencias. La más destacada probablemente sea la capacitación laboral, centrándose mucho más en la dimensión de ciudadanía y convivencia de la persona. Educar no es, en cuanto acción, una producción de un objeto; muy al contrario, es la acción en la que la persona se ve a sí misma comprometida y actuando libremente en medio de la pluralidad y diversidad que reflejan ya mismo nuestras ciudades, si no las mismas aulas. 

En cierto modo, el libro atraviesa una llamada y reivindicación, que conecta ampliamente con muchas de las grandes apuestas de renovación pedagógica, con sus diferencias: la subjetividad, la singularidad, la importancia de la persona, no solo para personalizar procedimientos de adquisición de conocimiento o socialización. En el fondo, late la pregunta, tantas veces acallada, del fin último y primordial de la educación y la escuela, del encuentro entre profesor y alumno, de la esperanza de un sujeto integralmente cultivado.

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