lunes, 12 de julio de 2021

Manuel Alejandro Hidalgo: El empleo del futuro. Por José Manuel Iglesias Granda

Hidalgo, Manuel Alejandro: El empleo del futuro. Un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral. Deusto, Barcelona, 2018. 304 páginas. Comentario realizado por José Manuel Iglesias Granda.

Muchas son las voces que alertan de la inminencia de una importante transformación del mundo laboral a raíz de la tecnología (IV Revolución Industrial). El economista Manuel Alejandro Hidalgo se propone en su libro El empleo del futuro llevar a cabo una aproximación a este tema, con la intención –según sus propias palabras– de relativizar las visiones pesimistas que –siempre desde su punto de vista– parecen copar los debates.

Hidalgo sostiene que el temido “desempleo tecnológico” fruto de una hipotética sustitución hombre-máquina no tiene fundamento histórico alguno. A su juicio, el mundo del trabajo ha experimentado cambios sustanciales desde la I Revolución Industrial en adelante; sin embargo, el hombre ha jugado siempre un papel central en la economía. En esa dirección, el profesor de la Pablo Olavide estructura su libro de la siguiente manera: en primer lugar, ofrece una perspectiva histórica del problema; posteriormente, aborda las transformaciones presentes e inmediatas, para pasar luego a tratar directamente las nuevas formas de empleo y terminar reflexionando acerca de los posibles retos derivados de la situación.

Como se ha señalado, Manuel Hidalgo sostiene una visión tecno-optimista al concebir el cambio tecnológico más como creador de oportunidades que como lo contrario. Ahora bien, el economista tampoco es ingenuo y señala insistentemente que lo que sí producirá la transformación digital será un subsiguiente cambio del mercado laboral y de sus condiciones, el cual para nada tiene por qué ser neutro de cara a los trabajadores. En ese sentido, Hidalgo hace hincapié en que los avances tecnológicos pueden contribuir a una aceleración en la degradación de las condiciones laborales de muchos trabajadores, quienes en bastantes ocasiones se verán especialmente perjudicados en función de si han logrado o no subirse al carro de la digitalización. Además, el profesor apunta cómo el desarrollo de las plataformas digitales, la externalización y el poder del mismo mercado pueden derivar en eficaces instrumentos demoledores del Estado de Bienestar y de los derechos previamente adquiridos.

Precisamente, a raíz de eso, el autor destaca el papel de la política como “orientadora” de los avances tecnológicos y, por consiguiente, como principal defensora de los derechos de los trabajadores. Insta al rápido desarrollo de una legislación que vele por el trabajador frente al gran empresario, considerando que la nueva situación coloca a este primero en un papel de extraordinaria vulnerabilidad. Sin embargo, a mi modo de ver, ni cae en la cuenta del total control ejercido por los segundos en la transformación digital ni mucho menos en su obvia ausencia de interés de que los cambios políticos mentados se lleven a cabo. Por tanto, la invitación que lanza el autor a no quedarse parado y avanzar de cara a un mayor progreso de todos se me hace un tanto hueca… ¿A quién va dirigida? ¿Quieren hacerlo los que tienen la potestad para “orientar” de forma efectiva el panorama?


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