viernes, 30 de julio de 2021

VV.AA.: Aquí estamos. Por Sandra Chaparro Martínez

VV.AA.: Aquí estamos. Puzzle de un momento feminista. Akal, Madrid, 2019. 208 páginas. Comentario realizado por Sandra Chaparro Martínez (Doctora en Historia).

El éxito de las movilizaciones feministas de los últimos años ha situado su relato en el centro del debate político y social. El discurso del feminismo siempre ha sido fragmentario y variado. La “cuestión de las mujeres”, como se la denominó tras la Revolución francesa, era un collage de problemas: derecho al voto, modelos familiares, acceso al mundo laboral, libertad sexual y un largo etcétera de temas a los que no dejan de sumarse nuevos cada año, pues los cambios sociales plantean nuevos conflictos y dan lugar a argumentos y soluciones diferentes.

En este volumen colaboran profesoras universitarias, migrantes, obreras, adolescentes, miembros del colectivo LGTB, víctimas de la violencia machista, jubiladas y hasta niñas. Defienden múltiples ideologías y causas, expresadas en textos teóricos sobre la situación actual del feminismo, la internacionalización del movimiento, la construcción identitaria y las políticas de integración, la violencia de género, la libertad sexual, los problemas del colectivo LGTB o la mujer como concepto político. Pero estos relatos se entreveran con charlas de grupo o entrevistas personales en un formato muy abierto que dan gran dinamismo al volumen. La forma del libro mismo ya dice mucho sobre su contenido, que se podría resumir como el intento de explicar por qué hoy ya no hablamos del feminismo, sino de “feminismos”, en plural; un plural que no es caprichoso, sino que da cuenta de la existencia de una unión peculiar entre grupos muy diferentes que está dando lugar a una gran transformación social. El feminismo actual parece girar, según las autoras, en torno a la necesidad de casar y encajar, como en un puzzle, demandas muy divergentes que afectan a un nuevo agente colectivo: las mujeres que han decidido apostar por una nueva forma de praxis partiendo de lo que todas tienen en común, no de lo que las separa.

A lo largo de las páginas del libro el lector va entendiendo mejor lo que las autoras y entrevistadas entienden por feminismo: una actitud, una forma de entender el mundo y de relacionarse en él. Para la mayoría el objetivo es menos importante que la manera de alcanzarlo, hablan de una forma de vivir la vida cotidiana sin dejarse “domesticar”, de una expresión de solidaridad y ayuda mutua, de una experiencia colectiva de transformación social que pretende estrechar vínculos entre la teoría y la práctica. Todas las protagonistas del libro reivindican la necesidad de actuar más allá de la participación en huelgas y manifestaciones, de abandonar el victimismo y de expresar con decisión los cambios sociales que consideran necesarios. El libro, con capítulos cortos en los que muchas mujeres relatan sus experiencias cotidianas, sus carencias y sus anhelos, está lleno de buenos ejemplos de esa conciliación entre teoría y práctica, entre entender/denunciar y actuar, que, a juzgar por el éxito mundial de las huelgas convocadas a nivel internacional los días 8 de marzo de cada año, los feminismos han sabido hacer realidad.

Aquí estamos es un libro muy informativo, de agradable lectura, interesante por la pluralidad de puntos de vista que recoge, ameno, y, en ocasiones, hasta tierno. Sin embargo, adolece de un defecto fundamental que no cabe excusar porque atenta contra la imagen de fraternidad inclusiva que ofrece. Sabido es que en el siglo XIX se gestó una de las mayores fracturas del pensamiento feminista de la mano de quienes, basándose en el liberalismo de la época y en las nuevas teorías científicas sobre el individuo y la comunidad, afirmaron tener la certeza de que la sociedad no era una construcción “natural” (como se había creído hasta entonces), sino “artificial”: una obra de ingeniería social capaz de evolucionar y de adaptarse a las necesidades de tiempos cambiantes. El feminismo se dividió así en una rama relacional, que ponía el acento en la familia como unidad social básica y en la función natural de la mujer como esposa, madre y educadora de futuros ciudadanos, y una rama individualista, que, partiendo de conceptos abstractos de derechos humanos, propugnaba la independencia femenina en todos los aspectos de la vida rechazando la “naturalidad” de los roles sociales. Ambas líneas se mantienen hoy en día y abogan por la eliminación de la subordinación objetiva presente en las leyes, las instituciones y las costumbres; ambas quieren que se reconozca la importancia social y política de las labores desempeñadas por las mujeres. El libro retrata con precisión los puntos de vista de la mujer progresista que busca igualdad en el trabajo fuera de casa y precisa un nuevo modelo de familia que permita conciliar el trabajo y las tareas del hogar; que reivindica su libertad sexual y expresa la necesidad de un cambio en los roles sociales tradicionales. Sin embargo, no se ocupa en absoluto de los colectivos feministas conservadores, compuestos, a menudo, por mujeres que eligen ocuparse de los “cuidados”, es decir, del hogar y de la atención a niños, ancianos y enfermos. No se tiene en cuenta tampoco a las mujeres creyentes que exigen una mayor participación en las organizaciones religiosas a las que pertenecen, es decir, el volumen prescinde del punto de vista de aquellos colectivos feministas que consideran que la función primordial de las féminas es ocuparse de los cuidados y no desean cambios en el modelo familiar.

Hay algo muy cierto en el mensaje que lanzan las autoras del libro: una de las cosas que más une a los feminismos modernos es la importancia dada por todos los grupos a la posibilidad de elegir. De ahí que cueste entender que no se incluyan las voces de grupos feministas de corte más conservador, pues la opción libre y voluntaria por los roles femeninos tradicionales debería ser tan respetable como cualquier otra. Un feminismo que se define como una forma de ser y actuar en el mundo no puede ignorar las reivindicaciones y visiones del mundo de parte de los colectivos que han nacido en su seno: el feminismo no es solo “algo de progresistas”, es patrimonio común de todas las mujeres.


No hay comentarios:

Publicar un comentario