lunes, 6 de abril de 2020

Agenor Brighenti: La Iglesia perpleja. Por Jesús Sanjosé del Campo

Brighenti, Agenor: La Iglesia perpleja. A nuevas preguntas, nuevas respuestas. PPC, Madrid, 2007. 158 páginas. Comentario realizado por Jesús Sanjosé del Campo.

Agenor Brighenti es un teólogo latinoamericano, de formación europea, que comienza a ser conocido por estos pagos también gracias a sus intervenciones en dos ámbitos: el del Foro Social Mundial y el de la preparación de la Quinta Asamblea del Episcopado Latinoamericano de Aparecida. Habitualmente en sus intervenciones se sitúa en la frontera entre la cultura y la religión postulando la necesidad de abordar el papel de la Iglesia en una cultura de la globalización.

Este tema se aborda de forma sistemática en la presente publicación. Para ello, los capítulos uno, tres y cuatro del libro están preferentemente dedicados a aportar aquellos datos que contribuyan a aclarar el concepto de cultura en un mundo globalizado, y los capítulos dos y cinco, a los desafíos específicos que se le imponen a la Iglesia católica si quiere estar presente en el diálogo cultural.

Digo preferentemente porque no hay duda ninguna de que lo que predomina en el conjunto del libro es el talante del teólogo sobre el del analista de la cultura. Este hecho se manifiesta de forma relevante a la hora de elegir, de entre los muchos datos y teorías que se pueden aportar para tipificar el múltiple concepto de globalización, aquellos que van a tener una mayor relevancia a la hora de confrontarlos con la situación de la Iglesia católica. El hecho relevante básico y común a la cultura globalizada y a la Iglesia católica es el de la crisis, entendida como oportunidad. De ahí el orden lógico de los dos primeros capítulos: en uno, el primero, de tipo cultural, se establece que estamos en una época de cambio cultural que, iniciada en el Renacimiento, ha pasado ya en Occidente por dos ilustraciones; en otro, en el segundo, de tipo eclesial, que establece la incapacidad de respuesta eclesial que ha recibido este impacto tarde y ha tardado en reaccionar ante él. Para el autor, esta reacción se puede situar en el Vaticano II, en el que se da una mirada compasiva de la Iglesia ante este mundo dentro del que se encuentra como agente principal de la salvación.

Pero lo que se cuenta en los dos primeros capítulos no es más que la primera parte de una crisis mucho más amplia… De ahí que, si el Vaticano II fue la respuesta tardía de la Iglesia a esta primera fase de la crisis cultural marcada por la Ilustración, a una cultura que no para, que sigue avanzando, la Iglesia no puede responder con las soluciones del ayer, del Vaticano II, que aunque en términos históricos sea aún cercano, en términos culturales, es ya lejano… Si el Vaticano II fue la respuesta eclesial a la Ilustración —pluralismo ideológico—, problema del ayer, ¿cuál es la respuesta eclesial a la inculturación —pluralismo cultural— problema de hoy? A plantear este asunto de vital importancia se dedican los capítulos tres, cuatro y cinco. En el tres, se liga la globalización a la emergencia de la conciencia de un mundo solidario y al descubrimiento de las culturas; en el cuatro se liga la globalización a la emergencia de una nueva racionalidad; y en el quinto se establece lo que podría ser la agenda de la Iglesia en los albores del siglo XXI.

En todos estos desarrollos están muy presentes determinados presupuestos, por ejemplo, el de que para un cristiano identidad y misión son dos aspectos de una misma realidad, y, por ello, en la medida en que los cristianos se toman en serio su misión, adquieren identidad, y en la medida en la que profundizan sobre su identidad, son capaces de desarrollar mejor la misión a la que están llamados… No se olvidan tampoco determinados problemas que en el esquema teológico funcionan siempre como tentaciones, por ejemplo, la de insistir en determinados aspectos de la identidad que si bien siguen siendo eficaces para determinadas iglesias de corte fundamentalista, separan a quien los adopta del tiempo cultural en el que vivimos.

El libro en su conjunto resulta más interesante que original… y si resulta interesante es porque de la misma manera que se insiste desde una orilla, la de la cultura, en el final de la historia, en el enfrentamiento de civilizaciones, etc., conviene insistir también desde la otra, desde la de las iglesias, en el mensaje de salvación del que son portadoras. Y ese mensaje hay que repetirlo una y mil veces, con análisis originales, en lenguajes cultos y en adaptaciones para todos. Y una de las ventajas que dan interés a este libro es que es claro, se lee bien.

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