viernes, 4 de febrero de 2022

Fernando Rivas: San Ignacio de Antioquía. Por Carmen Picó Guzmán

Rivas Rebaque, Fernando: San Ignacio de Antioquía. Obispo y mártir. Ciudad Nueva, Madrid, 2020. 464 páginas. Colección Conocer el siglo III. Comentario realizado por Carmen Picó Guzmán (Doctoranda de la Universidad Pontificia Comillas, Madrid).

Con esta obra la editorial Ciudad Nueva abre una colección que quiere ser un recorrido por las grandes ciudades del siglo II y sus protagonistas. Su autor, Fernando Rivas Rebaque, profesor de Patrología e Historia de la Iglesia de la Universidad Pontificia Comillas, aborda en ella cuatro grandes figuras del cristianismo de los orígenes, Ignacio de Antioquía, Justino el Mártir, Ireneo de Lyon y Clemente de Alejandría. La elección del marco cronológico del siglo II lo justifica el autor en la consideración de que este siglo es crucial para entender el movimiento cristiano, que va tomando forma a lo largo de él.

La obra está escrita en un lenguaje directo y cercano. En ella el autor establece un diálogo amable con el lector, para abrir ante él un escenario narrativo donde va dando vida a los personaje y lugares.

Por tratarse del inicio de la colección, este volumen comienza con un preámbulo narrativo en el que la protagonista, la Palabra, nos guía desde los inicios de la humanidad hasta la aparición de la Escritura. En un juego de paralelos con el prólogo del evangelio de Juan, el profesor Fernando Rivas acompaña al lector en un recorrido riguroso pero sencillo a través de los recovecos de la historia para contemplar el desarrollo de la humanidad de la mano de su protagonista. Continúa este Pro-logos su recorrido por los lugares que desarrollaron la Escritura, Mesopotamia, Egipto, India, China, deteniéndose en el judaísmo y en el cristianismo, sin olvidar que el testimonio que recibimos de Juan en su evangelio está escrito en griego, la lengua de la cultura, hasta un siglo II que se presenta adornado como el siglo en el que la Escritura alcanzó uno de sus máximos desarrollos.

Si bien es verdad que es un preámbulo extenso, su lectura es interesante y dinámica, además de reunir datos que permiten a cualquier lector recordar y/u ordenar todos aquellos conocimientos que, aportados por la historia, la filosofía, la filología, habían competido por un protagonismo en el bachillerato. Se trata de una síntesis rigurosa y dinámica que facilita la comprensión de las relaciones entre escritura y pensamiento, entre escritura y organización del estado, entre escritura y religión, y, cómo no, entre la escritura y el poder. Una pequeña joya narrativa.

La segunda parte de este volumen se inicia con su capítulo dedicado a la ciudad de Antioquía. Puesto en boca de Evodio, presidente de la comunidad cristiana a finales del siglo II, es un texto que nos quiere recordar la obra lucana del Nuevo Testamento. Al uso de los libros de la época Evodio, que ha recogido información sobre la ciudad, transmite su conocimiento al atento lector que pronto quedará enganchado del ritmo y la fluidez de la prosa. Descrita brevemente la ciudad y su origen, el personaje Evodio pasa a informarnos sobre la Antioquía judía y la Antioquía cristiana en la que describe los orígenes de la comunidad cristiana antioquena, su organización y sus conflictos con la comunidad judía, y los distintos grupos cristianos que conformaron la segunda generación cristiana antioquena, con Mateo como eje vertebrador.

Continúa esta segunda parte con una carta atribuida a Ignacio, pero escrita en el IV, que permite a nuestro autor presentarnos a Ignacio de Antioquía dirigiéndose a su comunidad, contándoles su viaje en cautiverio hasta Roma. Su recorrido por las ciudades de Asia Menor permite al lector obtener una imagen panorámica de la presencia cristiana en esta zona del Imperio.

A partir de este momento, el profesor Fernando Rivas abandona el estilo narrativo para ofrecer un capítulo dedicado a las cartas auténticas de Ignacio de Antioquía. De carácter más académico, este capítulo V irá abordando cada una de las cartas ofreciéndonos su estructura y una traducción propia de las mismas. Muy importante no saltarse la primera parte del capítulo, la transmisión de las cartas de Ignacio, para entender el significado y la importancia de estas cartas, lo que podemos saber de ellas y su valor como testigos de esta época del cristianismo que es el siglo II.

En el capítulo VI se abordan los aspectos teológicos de la obra de Ignacio de Antioquía en forma de diálogo (pláticas) entre el propio Ignacio y Policarpo de Esmirna. En estas pláticas el lector ejerce de espectador interesado en el diálogo, Policarpo ejerce de periodista con Ignacio y le aborda con las preguntas que le preocupan, las respuestas puestas en boca de Ignacio por nuestro autor van desgranando el pensamiento del obispo antioqueno de forma clara y amena.

Todavía el texto nos depara una sorpresa, cuando llegados al séptimo capítulo nos sorprende el propio autor, Fernando, dirigiendo una carta en primera persona a Ignacio. El efecto es sorprendente, el lector puede empatizar con el autor del siglo XXI para entender mejor al obispo del siglo II. Una síntesis fantástica que aborda los distintos temas y dificultades que se han ido planteando a lo largo de toda la segunda parte de este volumen, en las cartas y en las pláticas. Pero a diferencia de todo lo anterior, la presencia del autor en el texto nos permite dibujar más y mejor el perfil de la teología de Ignacio de Antioquía en comparación con otros autores o textos que van surgiendo en la narración de forma explícita o no. Termina el capítulo con un breve anticipo de lo que la teología de Ignacio de Antioquía ha aportado al desarrollo del cristianismo posterior.

Como conclusión puedo decir que Fernando consigue ampliamente el objetivo: acercar la obra y el pensamiento de Ignacio de Antioquía al lector sin exigirle conocimientos especializados en griego, o Patrística, o Teología. Tiene el lector la posibilidad de adquirir un amplio y riguroso conocimiento del cristianismo antioqueno del siglo II en la persona de su emblemático obispo Ignacio y todo gracias al ingenio de este profesor de teología preocupado por acercar su saber a quienes quieran conocerlo.


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