viernes, 11 de febrero de 2022

Francisco Javier Vitoria Cormenzana: Soñar despiertos la fraternidad. Por José Ignacio González Faus

Vitoria Cormenzana, Francisco Javier: Soñar despiertos la fraternidad, en un tiempo de incertidumbre. CJ-PPC, Madrid, 2021. 361 páginas. Comentario realizado por José Ignacio González Faus.

Podríamos resumir este precioso libro con la parodia que hace el autor de una frase bien conocida en la teología cristiana y que ahora sonaría así: “fuera de la fraternidad no hay salvación” (p. 167).

Conviene aclarar no obstante que el libro de Vitoria no es, sin más, un libro sobre la fraternidad: la mitad de él (capítulos 2-4) es una relectura de algunos temas de la teología cristiana (Jesús, la cristología y la Trinidad), desde la óptica de la fraternidad. Los capítulos 1 y 6 (primero y último), son los que se encaran directamente con el tema de la fraternidad. Y el capítulo quinto (la Iglesia) hace de puente entre ambos enfoques. Intencionadamente, el libro está repleto de largas citas de autores famosos, como si el autor quisiera reforzar sus propias razones con argumentos de autoridad. También abundan las referencias a la última encíclica de Francisco, esta vez como señales de oportunidad, más que de autoridad. Vitoria cree que la fraternidad debería llevar a una “regeneración política de la ciudadanía”, convirtiéndola en una ciudadanía inclusiva, integral, cooperante y mundial (pp. 299-302). Y aprovecha esta propuesta para recuperar el juego de palabras de algunos movimientos feministas, entre ciudadanía y “cuidadanía”, de modo que la labor político-social de la justicia y la tarea personal y particular del cuidado no se excluyan ni se contrapongan sino que se completen, evitando esa aberración de la justicia para los varones y el cuidado para las mujeres.

Pero pienso que la mejor presentación del libro puede darla esta confesión final del autor próximo a cumplir los ochenta años: “con el paso de los años he conocido cada vez mejor el sueño soñado despierto de la fraternidad. Y se ha hecho más intenso en mí, en un tiempo que nos llevó tardíamente a la modernidad, a toda velocidad a la posmodernidad y casi sin darnos cuenta al estado actual de perplejidad y confusión… Intento compartir humildemente el sueño del Dios siempre despierto, de Jesús de Nazaret, sabiendo que nunca he logrado estar a la altura de lo soñado. No se me ocultan las dificultades para la construcción política, social y cultural de la fraternidad. Hay sobradas razones para desconfiar de la capacidad de aprendizaje de las instituciones de los ciudadanos y vecinos de este mundo… La tradición cristiana es una invitación permanente a no darse por vencidos. La normalidad de nuestro mundo no es inevitable. Porque otro mundo, fraterno, es posible” (p. 359).


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