viernes, 7 de octubre de 2022

Daniel Cuesta: Luces y sombras de la religiosidad popular. Por Luis López-Yarto

Cuesta, Daniel: Luces y sombras de la religiosidad popular. Mensajero, Bilbao, 2021. 179 páginas. Comentario realizado por Luis López-Yarto.

Daniel Cuesta rompe por segunda vez y en el espacio de poco más de un año, una esforzada lanza en defensa de la religiosidad popular. A ella le confía un papel importante en la evangelización de un mundo fuertemente secularizado, cada vez más impermeable a lo religioso y, sin embargo, asequible aún a procesos menos dependientes del razonamiento positivista, y que implican con mayor intensidad la capacidad intuitiva y sensitiva del ser humano. El lenguaje a la vez coloquial y de gran erudición de Daniel Cuesta emprende esta vez una tarea clarificadora de lo que es y debe ser la religiosidad popular.

Las sombras preocupantes que le acechan, y que el autor describe con imparcialidad y bonhomía, no ofrecen grandes sorpresas. Son las que amenazan a toda actitud que implique zonas de valor profundamente simbólico del ser humano, también por tanto a toda manifestación religiosa. Es oportuno levantar una señal de alerta, como lo es hacerlo ante todos aquellos movimientos que se ocupan focalmente del sexo, la vida y la muerte, la justicia y la injusticia o la pertenencia nacional. Es fácil que su mismo tocar estratos tan sensibles a lo humano derive en lo desaforado y deforme. Las críticas a las manifestaciones populares de piedad son por tanto moneda corriente y el autor las tematiza con eficacia. 

Las luces merecen una fundamentación más detenida. La religiosidad popular recibe apoyo generoso de voces tan autorizadas como la del Papa Francisco, que ya desde los primeros gestos de su pontificado, y más tarde en numerosas manifestaciones públicas, le ofrece un fundamento sólido. Grandes valedores encuentra también en los obispos del sur de España, cuyas reflexiones es importante dar a conocer al gran público, como hace Daniel Cuesta. Es verdad que argumentación importante llega desde autores latinoamericanos preocupados por su pueblo. Su traslación a la situación española es fácil y obvia.

Particular atención del autor merece la metáfora empleada por el Papa Francisco, que califica a la espiritualidad popular de “sistema inmunitario de la Iglesia”. Seguramente la psicología dinámica frunce el ceño ante el hecho de que se alabe una barrera que, como sucede con todos los mecanismos de defensa, revela también quiebras y serias fragilidades de un organismo que necesita ser defendido. En este caso las amenazas llegan tanto del exterior como del interior del propio organismo eclesial, e instan a una potenciación del sensus fidei del pueblo de Dios, fortaleciendo su sentido de pertenencia (communio), subrayando la necesidad de completar su devoción con el servicio (koinonía), animándole a desarrollar en sus prácticas un lenguaje hondamente celebrativo (leitourgía), y urgiéndole a dar, con sus acciones colectivas y su vida personal, un valioso testimonio de fe y esperanza (martyría). 

Desde su raíz ignaciana concluye el autor proponiendo a la religiosidad popular la delicada tarea de “dar gracias a Dios por los beneficios recibidos” y de “pedir gracia para conocer los propios pecados y lanzallos”.


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