lunes, 17 de octubre de 2022

Víctor Codina: Ignacio, ayer y hoy. Por José Mª Rodríguez Olaizola

Codina, Víctor: Ignacio, ayer y hoy. Mensajero, Bilbao, 2020. 220 páginas. Comentario realizado por José Mª Rodríguez Olaizola.

Siempre que vemos un nuevo título sobre san Ignacio, surge, consciente o inconscientemente, la pregunta sobre si queda algún enfoque, alguna mirada nueva a la vida del santo de Loyola. Pregunta que el propio Víctor Codina se formula en este libro antes de responder por vía de las obras. Sí, la vida de san Ignacio sigue dialogando con el presente. Y esto seguirá ocurriendo, porque los presentes van cambiando. 

El objetivo principal –y el gran acierto– de la obra de Codina es tender puentes entre la vida y la espiritualidad de Ignacio en el contexto en que surge y nuestro tiempo, con la intención de mostrar que dicha espiritualidad sigue siendo válida para iluminar muchas vivencias contemporáneas. Y no solo para los jesuitas, sino también –y ellos son el destinatario privilegiado (aunque no único) de este libro– para los laicos que comparten esta espiritualidad. 

El libro no es una biografía de san Ignacio. De hecho, creo que da por sentado que quien se embarque en esta lectura conoce los hitos esenciales de la vida del de Loyola. Del mismo modo, se presupone un cierto conocimiento de los elementos básicos de la espiritualidad ignaciana, y en concreto, de la terminología de los Ejercicios. Por eso, no va a ir describiendo todo el itinerario de san Ignacio. Más bien elige algunas dimensiones de su vida, y otras de su espiritualidad –si es que ambas se pueden separar, pues en realidad van muy unidas– para explicar el contexto en el que surgen y cómo las vive Ignacio, y después tender puentes al presente. Así, aborda cuestiones como las paradojas de la espiritualidad ignaciana, la dimensión mistagógica (su capacidad de ser maestro) de Ignacio, los conflictos que –antes y ahora– han tenido que afrontar los seguidores de san Ignacio en su relación con la Iglesia, la opción por los pobres, la religiosidad popular o la teología de la liberación y su vinculación con la espiritualidad ignaciana. Como se ve, es un buen recorrido por muchas dimensiones de la vida de Ignacio y de quienes comparten su espiritualidad. Y en realidad un primer acercamiento, pues deja al lector con ganas de más. 

Estoy seguro de que cada lector se va a encontrar más subyugado por unas partes que por otras, en función de su propia sensibilidad e intereses. La lectura es amena. Personalmente, me fascinó lo que señala de la mistagogía de san Ignacio, el relato de los conflictos de Arrupe con los papas de su tiempo, o las críticas que, en dos ocasiones y con especial contundencia, hace el autor a posibles deformaciones que se han dado en la forma de dar los Ejercicios espirituales. Pero también pienso que otros lectores encontrarán otras secciones igualmente fecundas. 

El final tiene, a manera de epílogo, dos artículos de distinto calado. Muy pertinente me parece el recorrido por la herencia ignaciana del papa Francisco. En cambio, el final, una “carta de Ignacio a un joven de hoy” es un reto del que creo que el autor no sale del todo airoso. Quizás tengo otros jóvenes en mente, pero no he podido evitar pensar, al leerla, que esa carta quizás la leamos con más gusto quienes éramos jóvenes en 1980 que un joven de hoy, y que algunos de los ejemplos tienen más que ver con aquellos jóvenes que con los que hoy viven, aman, aprenden, luchan, se entretienen, creen (o no) y sobre todo se expresan de un modo muy diferente. 

Dicho lo cual, creo que es una lectura que merece mucho la pena por las intuiciones que ayuda a despertar.


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