viernes, 28 de octubre de 2022

Gianfranco Ravasi: El gran libro de la Creación. Por Joan Carrera i Carrera

Ravasi, Gianfranco: El gran libro de la Creación. Biblia y ecología. San Pablo, Madrid, 2022. 508 páginas. Traducción de Juan Antonio Carrera Páramo. Comentario realizado por Joan Carrera i Carrera.

La presente reseña está basada en el libro de G. Ravasi, publicado el año 2022, El gran libro de la Creación. Su autor es uno de los exegetas más destacados y también es presidente del Consejo Pontificio para la Cultura y de las Comisiones Pontificias para el Patrimonio Cultural de la Iglesia y de Arqueología Sagrada. 

En el libro se puede apreciar su formación como exegeta, así insiste en cómo se debe interpretar la Biblia, sin forzarla a dar respuestas que no puede ofrecer en la temática ecológica. El autor parte de la creación entendiéndola como interlocutor común entre creyentes y no creyentes, y también del cuidado de la casa común tal como propone la Encíclica del Papa Francisco, Laudato Si’. El libro es una reflexión sapiencial sobre la creación, desde la Biblia, pero con aportaciones de otras tradiciones religiosas y culturales a lo largo de la historia humana. 

El libro tiene siete partes, teniendo como textos de referencia los relatos de la creación del libro del Génesis en sus dos tradiciones (yahvista y sacerdotal). 

Estas partes son: la palabra creadora, la luz, los montes, el agua, la vegetación, los animales y los alimentos. Cada tema se muestra fundamentalmente desde las páginas de la Biblia, pero también de otras tradiciones religiosas y culturales. También hace alusiones a temáticas actuales. Por ejemplo, cuando habla del agua, la desigualdad en su acceso, su contaminación, las guerras por su acceso. 

La primera parte comienza con el horizonte de la creación. La irrupción de la Palabra en el silencio de la nada, y a la cabeza del acto creador se coloca el hombre con su misión de cultivar y custodiar la tierra, pero también de dominarla y someterla. Analiza la interpretación de estas dos últimas expresiones para evitar abusos. En esta parte analiza de forma sucinta el diálogo entre la fe y la ciencia.

La segunda parte está protagonizada por la luz, como creatura primordial, arquetípica y teológica. Dios como luz, Cristo como luz del mundo. Analiza también la dialéctica bíblica, luz-tinieblas. 

La tercera parte analiza el elemento agua como símbolo de la vida física pero también espiritual: saciando la sed, regenerando a las personas por el Espíritu en el bautismo. Describe todos los elementos acuáticos que salen en la Biblia: los mares, los cuatro ríos (Tigris, Éufrates, Nilo, Jordán)… 

La cuarta parte hace referencia a los montes. Estos en la Biblia son a menudo cumbres sagradas, pero también lugares de idolatría. Todas las culturas han visto en la verticalidad de los montes una tendencia al más allá, hacia lo diferente, y en las tradiciones religiosas una señal de lo divino, de las teofanías. También el ascenso se entiende como camino espiritual, como purificación para el encuentro con la divinidad. El autor nos describe los montes del Israel bíblico (Moria, el monte de Abraham; Sinaí, el monte de Israel; Nebo, el monte de Moisés; Sion, el monte de David; el monte Carmelo de Elías), y los montes sagrados de Jesús (el monte de las Bienaventuranzas, el monte de la Transfiguración, el Gólgota, el monte de los Olivos). 

La quinta parte la dedica a los vegetales, empezando por la vegetación del jardín del Edén, con sus árboles reales, y los difíciles de clasificar desde la botánica, pero sí desde la sabiduría: el árbol del conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida. En el relato del Génesis, se insiste en dos elementos, las semillas, como símbolo de la continuidad de la vida y las especies, que indican variedad y la multiplicidad de plantas y animales. También nos describe el jardín del Edén, con sus ríos y sus dos árboles simbólicos. Asimismo, nos habla del desierto, como lugar de tentación y de encuentro con Dios, tanto los desiertos exteriores como interiores. Finalmente, nos describe los vegetales y plantas que encontramos en el texto bíblico. 

La sexta parte se refiere a los animales y a sus relaciones con los humanos. En esta parte nos presenta todo el animalario bíblico (por ejemplo, con el maravilloso bestiario del libro de Job), con algunos animales con una fuerte carga simbólica (el cordero, la serpiente, el asno, el caballo, la paloma…), y con una antropología cultural y social de asignar nombres de animales a personas (Lía, Raquel, Débora, Jonás, Felipe…). El autor no ignora el realismo de la relación de los animales con los humanos, no siempre en concordia (las plagas, la zoolatría…). 

La séptima parte trata sobre los alimentos en sentido material y espiritual. Parte de la frase de la Laudato si’: “El alimento que se desecha es como si se le robara de la mesa al pobre” (LS, 50), para denunciar el hambre en nuestro mundo, como problema grave de nuestro tiempo, y lo atribuye a la incorrecta relación entre el destino universal de los bienes como intención primera del Creador y el derecho a la propiedad privada. El autor desarrolla esta parte tratando el primer lugar del pan y del vino, con su carga simbólica y existencial. A continuación, se dedica a tratar la negación de la comida de dos maneras, una positiva, el ayuno penitencial, típico de muchas culturas y religiones; y otra negativa, la degeneración del uso de la comida en el vicio de la gula. Y termina esta parte con un pequeño vocabulario bíblico sobre la comida. En el Nuevo Testamento encontramos la identificación de Jesucristo como pan de vida y de la Eucaristía como la fracción del pan (el pan partido y repartido). También relaciona el pan y el vino con la hospitalidad, como uno de los valores esenciales de toda la Biblia, la hospitalidad entendida como la acogida del otro. En esta última parte hace un pequeño excursus sobre el vegetarianismo en la tradición bíblica. 

El último apartado del libro es orante y contemplativo. En todas las culturas y religiones encontramos himnos a la creación: los cánticos del Antiguo Testamento (salmos…), en el Nuevo Testamento, en otras tradiciones religiosas, en los poetas y finalmente en los científicos.


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