lunes, 3 de octubre de 2022

Gabino Uríbarri: Jesucristo para jóvenes. Por Marta Medina Balguerías

Uríbarri, Gabino: Jesucristo para jóvenes. Claves pastorales para un mundo líquido. Sal Terrae, Maliaño, 2022. 253 páginas. Comentario realizado por Marta Medina Balguerías (Facultad de Teología, Universidad Pontificia Comillas, Madrid).

En un momento en el que la secularización es cada vez más patente y en el que la espiritualidad “à la carte” ha desbancado a las religiones institucionales es frecuente preguntarse por el futuro del cristianismo y por el modo de transmitir hoy la fe. Este libro del profesor Gabino Uríbarri tiene como objetivo aportar claves teológicas irrenunciables que sirvan como guía a los pastoralistas y, en concreto, a los que trabajan con jóvenes. Como indica el propio autor en la introducción, “la pastoral necesita de la dogmática” (p. 14). 

La obra está compuesta en su mayoría por artículos que vieron la luz de manera independiente y que Uríbarri ha reelaborado para darles cohesión. La estructura es sencilla y ayuda a seguir el orden mental del autor. Consta de tres partes, que comentaremos brevemente a continuación. 

La primera parte, “Claves para una pastoral kerigmática: ¿qué Iglesia?, ¿qué lenguaje?”, parte de un análisis de la juventud actual (que califica como juventud “líquida”) y muestra la importancia de la Iglesia (capítulo 1) y del lenguaje propio de la fe (capítulo 2) en la tarea evangelizadora con ellos. Algunos de los rasgos de la espiritualidad líquida de los jóvenes que aquí se comentan son el individualismo, la desinstitucionalización, la concepción difusa de la transcendencia y la ausencia de contenido. El autor nos invita a responder a ellos desde nuestra propia tradición cristiana, siendo fieles y creativos. 

Las diferentes observaciones y claves que se ofrecen aquí pueden resumirse en el que nos parece el leitmotiv de toda la obra: aunque es necesario adaptarse a los tiempos, es imprescindible mantener la identidad cristiana en toda su hondura y coherencia. Las versiones “descafeinadas” o “diluidas” de la misma no son fieles al evangelio ni realmente útiles para evangelizar hoy. Esto afecta tanto al lenguaje de la fe como a la necesaria mediación eclesial de la fe cristiana e implica de lleno a los pastoralistas y el testimonio de vida que deben reflejar. 

La segunda parte tiene como título “Claves para una pastoral cristológica: ¿qué Cristo?”. Es, con diferencia, la parte más teológica y, a nuestro juicio, la que acusa más el origen diverso de los escritos que han dado lugar a los diferentes capítulos. En ella se resaltan distintas cuestiones relacionadas con la cristología que Uríbarri considera importantes en la actualidad: los flancos más débiles de la cristología hoy y los criterios para presentar acertadamente a Cristo (capítulo 3); la fe en Cristo tal y como la presenta el Credo y las lecciones que de ella se derivan para nuestro quehacer pastoral actual (capítulo 4); la inseparabilidad de Jesucristo y la Iglesia en la fe cristiana (capítulo 5); la necesaria devoción a la singular humanidad de Jesús (capítulo 6) y la espiritualidad del corazón de Jesús entendida desde el horizonte adecuado (capítulo 7). Una idea que aparece constantemente es la importancia del lenguaje confesional y autoimplicativo de los creyentes para dar testimonio de Jesucristo. La fe en Jesús como Señor debe expresarse de manera natural, vivida y explícita. 

Por último, la tercera parte se llama “Claves para una pastoral mistagógica: ¿qué liturgia?” y consta de un solo capítulo (capítulo 8) que explora la relación entre los jóvenes actuales y la liturgia. Aquí se señalan varios retos que la Iglesia vive en este momento al transmitir el valor de la liturgia y que, en opinión de Uríbarri, tienen su raíz común en la dificultad de la transmisión de la fe hoy. El autor aporta varias intuiciones para iluminar esta cuestión y motivar el trabajo con jóvenes de manera gradual y mistagógica. 

El libro se cierra con una conclusión, “El pastor sembrador: la vocación del pastoralista”, que no tiene desperdicio. En ella, Uríbarri intenta animar a los pastoralistas a recuperar la alegría del evangelio, a estar dispuestos a sembrar sin recoger frutos tempranos (ni numéricamente elevados), a entregarse desde una vivencia pascual de su fe y a ser referentes para los jóvenes, sin convertirse en ellos.

Jesucristo para jóvenes tiene el talante de su autor: teólogo con una marcada preocupación pastoral. Por ello, aunque en el libro se dan claves eminentemente teológicas, están siempre aterrizadas en la realidad que pretenden iluminar. Además, Uríbarri parte de un análisis de dicha realidad, con una mirada amable, aunque también crítica sobre ella. 

Recomiendo mucho su lectura para quien tenga un ministerio pastoral en la Iglesia actual o quien se encuentre reflexionando sobre la transmisión de la fe hoy. Más que los detalles de los distintos capítulos, lo que me parece más valioso de esta obra es su talante y la idea clave que da unidad a todas las reflexiones: el cristianismo tiene que ser auténtico para ser transmitido, y eso puede llevarlo a verse mermado numéricamente: “Cuidado con el culto a los likes que engordan la autocomplacencia del ego”, nuestra vida cristiana debe ser el “anuncio de otra dicha” (p. 225). Y es que “la salvación querida por Dios, su plan magnífico, se realiza con medios escasos y precarios” (p. 221). En este libro, eso no supone un decaimiento en el ánimo evangelizador, sino todo lo contrario. Espero que todos los que tenemos la misión y la responsabilidad de evangelizar lo empecemos a ver de la misma manera. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario