miércoles, 12 de octubre de 2022

Santos Urías Ibáñez: Aunque las piedras callasen. Por José Fernando Juan Santos

Urías Ibáñez, Santos: Aunque las piedras callasen. Salmos para el camino. Khaf, Madrid, 2022. 337 páginas. Comentario realizado por José Fernando Juan Santos.

La importancia que tienen los salmos, junto con la poética sapiencial, en la tradición religiosa judeocristiana y en la liturgia comunitaria no suele tener mucha correspondencia pastoral y social. Sin embargo, Santos Urías, conocido sacerdote diocesano que vive y trabaja en barrios del centro de Madrid, muestra en estas composiciones la cercanía y relación que tienen estas expresiones de la revelación con la vida cotidiana, diversa, bella y sufriente, de muchas personas creyentes en su espontaneidad y sencillez. En este sentido, los 150 salmos presentes en el libro encarnan la Palabra y hacen de momentos y situaciones vitales expresión, canto, súplica, agradecimiento a Dios continuando la amplia trayectoria espiritual bíblica. 

Al lector, que se sume más como orante que como curioso oteador, sorprenderá el repertorio de sensibilidades, expresiones, narrativas. El creyente hará un ejercicio de reflexión también de su propia relación con Dios, del lugar que tiene lo humano y la creación en todo ello. Quien dice ser cristiano se alegrará con la hermana y el hermano que se ponen en manos del Señor Jesús y del Espíritu que ilumina la razón, no solo el entendimiento, para hacer tender todo hacia el Padre. Incluido el café de la mañana, el abrazo del amigo, la balanza tornada hacia el agradecimiento. Las páginas del libro están enrostrecidas, se quiere explícitamente que aparezca la persona que vive y no solo lo que vive tal o cual persona. Es la persona lo primero, en su bendición o en su dolor, en su queja o su alabanza, en su preocupación o claridad la que se abre paso y muestra una densa y sagrada relación con Dios y con el otro. 

Ojalá nuestra atención y tensión común se encaminara en esta dirección para impregnarlo todo. No solo por la poética, la narración espontánea o la expresión liberadora, sino tanto más por la simbólica, la densidad que encumbra y la profundidad en la que esperanzada y responsablemente todo cristiano puede orar. Es un libro positivo, optimista, dinamizador. Una invitación a no repetir sus palabras sin más, sino a aceptar como personal este dinamismo del espíritu para continuarlo. No diría, sin embargo, que siendo un libro espiritual y pastoral sea para niños o jóvenes, sino más bien para esos adultos llamados a vivir la alegría del evangelio, necesitados de esponjar y abrir los límites de su costumbre religiosa. Es de lectura fácil, pero pide descanso, reposo, silencio y contemplación. No está destinado a pasar rápidamente y mejor no pasar por él sin detenerse. Gracias a los protagonistas por mostrarse y al autor por su belleza.


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