lunes, 17 de abril de 2023

Eduard López Hortelano: Acompañados por imágenes. Por Bert Daelemans

LÓPEZ HORTELANO, Eduard: Acompañados por imágenes. Un itinerario verbal e icónico según los Ejercicios de san Ignacio. Sial-Pigmalión, Madrid, 2018. Comentario realizado por Bert Daelemans.

Este es un libro de ejercicios espirituales. Como bien sugiere la imagen del corredor en la portada, el autor nos invita a un itinerario para movernos y desplazarnos. Nos quiere llevar “ahí donde uno revisa lo ordinario de la vida para destilar lo extraordinario” (109), confiando en que “el Espíritu es el primer catequista, siempre desde dentro hacia fuera” (59). Nos introduce sagazmente en un grandioso “viaje imaginativo” que nunca nos atreveríamos a emprender si no fuera por la mano de un guía anclado en una verdad que “se come” (según C. Bobin, citado en 74 n. 9), inflamado por la imaginación y macerado por el deseo –o la sed, a la cual se dedican unas hermosísimas páginas (55 y 86-88)–.

Quien logra “entender la vida como ejercicio” (115) “lleva consigo el «nosotros», signo de alteridad, de descentramiento” (111). De la íntima unión entre ejercicios espirituales y corporales, mens sana in corpore sano, un vínculo al que ya había aludido san Ignacio de Loyola [Ej 1], también dan muestra los hermosos prólogo y epílogo del libro. El primero, de la mano del capuchino Víctor Herrero de Miguel, nace del verso “Del alma solo sé lo que sabe el cuerpo” y el último, del entrenador de natación Carlos Fernández Soltero, cita a Pierre de Coubertin en su conexión entre el ejercicio físico y la alegría de vivir. 

¿Cómo y dónde empezar este camino? El autor nos puede llevar porque se ha dejado llevar y conoce este camino de primera mano. Nos lleva por pasos concretos y abarcables a través de doce verbos –mudar, escuchar, ser amado, nacer, elegir, caminar, contemplar, vivir, amar y servir, mirar, narrar y narrarse– que como doce apóstoles son distintas “operaciones espirituales” [Ej 1] de una aventura interior que sigue el proceso y el ritmo de los Ejercicios espirituales de san Ignacio, confiando en que “la persona es esencialmente «verbo»” (26). El autor sabe que llega a buen puerto todo aquel que se deja llevar. Paso a paso, pausada pero decididamente dedica a cada verbo el tiempo necesario para desplegar todo el dinamismo que lleva consigo. A ratos, el camino se para oportunamente, introduciendo pausas para profundizar en una etapa y tomar aliento en las áreas de descanso que ofrecen unas sugerencias de lecturas bíblicas muy acertadas. 

El libro pone en camino. Más que para leer es un libro para hacer. El itinerario va acompañado por nueve imágenes, hermosas miniaturas y cuadros en color, que forman un precioso florilegio ecléctico de imágenes con tema religioso –salvo la de Van Gogh, que motiva una entrañable reflexión sobre Jesucristo caminante (74-78)–. No se agotan aquí las imágenes evocadas, sino que surgen otras nuevas al mencionar, de paso, un texto bíblico, un poema, una novela, un cuadro, una ópera o una película, y sobre todo en el grandioso final de las “imágenes antagónicas” del tanque “decimonónico” y del nada altanero ciprés que susurra Whatever… 

Enmarca esta “narrativa icónica” (18) una sola frase del Evangelio de San Juan: Y el Verbo se hizo carne… y habitó entre nosotros (Jn 1,14), porque el autor quiere llevarnos a “ejercitar una pedagogía de la mirada” capaz de ver más allá de lo visible (18). Para tal efecto es necesario “mudar” como hace San Mateo en el cuadro de Caravaggio. La dinámica de la “Primera semana” se inicia con el mandato categórico: “No me interrumpas” (39), porque las fuerzas contrarias que incitan a abandonar el camino nada más empezarlo son múltiples. Dos verbos construyen esta etapa inicial del corredor y engendran la humildad: “escuchar” y “ser amado”. El primer verbo, que refleja el Principio y fundamento [Ej 23], “ahonda en la capacidad de maravillarse” que sólo “mueve el corazón hacia la plenitud” (39) y es capaz de percibir la vida a pesar de “innumerables e innombrables signos de muerte” (40). El segundo verbo invita a “entrar en la herida de Cristo [lo que] supone ingresar en la herida del mundo desde una dimensión receptiva” (50) y dejarse reconstruir por la mirada de Cristo como lo hizo aquella mujer presa por el voyeurismo farisaico (cf. Jn 8) y cuya “hora de la verdad” abre un futuro esperanzador (54). 

Los siguientes verbos “nacer”, “elegir” y “caminar” nos introducen en la “Segunda semana” en el seguimiento de Jesucristo. La “Tercera semana” se centra en “contemplar” a Cristo en la cruz e incluye una hermosa y sorprendente reflexión sobre el color rojo (83-84). La “Cuarta semana” invita con sus verbos “vivir”, “amar” y “servir” a “más vivir y menos sobrevivir” (97) y a “ser criatura habitada” (105). Finalmente, desarrollando los verbos “mirar” y “narrar” –que también incluye “narrarse”–, el texto, más libre aún, alcanza hermosas cimas poéticas y se expande hasta “campos teñidos de verde en primavera, de oro en verano y de tierra en invierno” (112). 

En un tiempo saturado de imágenes es bueno y saludable dejarnos guiar por algunas imágenes bien escogidas que suscitan palabras, asombro, silencio y contemplación. El propósito de crear con este libro “unos ejercicios espirituales desde la cultura visual” (18) es sumamente loable. Responde, en efecto, a lo que nuestro mundo más anhela hoy. Así, este libro acude a la sed que nos caracteriza a todos, sepámoslo o no: “Bienaventurada sea la sed que nos mantiene abiertos a Dios y a los demás” (87). Hasta Dios, quien “se hace presente en la sed” (87), tiene esta sed. 

De gran valor es la oferta de nuevos itinerarios de ejercicios espirituales que invitan a contemplar y a desplegar la riqueza de palabras poéticas e imágenes –cuadros, miniaturas, vídeos– y de tal manera son capaces de orientar a nuestros contemporáneos en un mundo caracterizado por una sobreabundancia de palabras e imágenes de todo tipo donde es fácil perderse y desorientarse. Encomiable, por lo tanto, es este libro por buscar y encontrar una manera de ofrecer la tan veterana y robusta dinámica de los Ejercicios de san Ignacio de modo tan refrescante y actual. A modo de pulsación o basso continuo, se oye por todas partes tanto la cándida sabiduría de Saint-Exupéry: Lo esencial es invisible a los ojos, como la conocida advertencia de Rilke: Debes cambiar tu vida


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