miércoles, 5 de abril de 2023

John W. O'Malley: El Vaticano I. Por Luis López-Yarto

O’Malley, John W.: El Vaticano I. El Concilio y la formación de la Iglesia ultramontana. Sal Terrae, Santander, 2019. 311 páginas. Comentario realizado por Luis López-Yarto.

Reproduce este volumen una viñeta publicada por la revista británica Punch en 1865, que representa al “toro loco del Papa” embistiendo un muro de sillares de piedra grabados con palabras como “ciencia”, “libertad civil y religiosa”, “progreso”… El Vaticano I. El Concilio y la formación de la Iglesia ultramontana de John O’Malley es la cabal descripción de un enfrentamiento de fuerzas infinitamente más matizado que la viñeta de Punch. El resultado es un libro apasionante de historia contemporánea, con referencia constante a las fuentes y a multitud de autores indispensables, que no estorban a la narración dramática de una Iglesia que busca reencontrar su papel en el mundo moderno. 

Si el volumen contiene 247 páginas de texto, los obispos llegan al Vaticano sólo en la página 133: tanta atención se presta al marco histórico que precede al primer concilio después de Trento. El catolicismo, tras en el Siglo de las Luces, afronta la realidad de una sociedad nueva que, tras la Revolución, ha dejado de mirar al pasado y vuelve su mirada a un futuro que prevé esplendoroso. La modernidad exige devaluar la tradición, tesoro irrenunciable para la Iglesia. El Congreso de Viena ha restablecido en sus tronos a los monarcas, incluido el Pontífice de Roma, pero ahora la inestabilidad política forma parte inherente al panorama político. 

Pronto aparecerá el movimiento ultramontano. Partiendo de Francia, imperan unos sentimientos –en ningún modo ajenos a la temática de la pertenencia nacional y regional– que se traducen en la defensa de las “libertades y privilegios” de las iglesias locales. Esto provocará la exaltación de una figura papal llena de autoridad, que se imponga a los liderazgos locales. La reafirmación oficial de las prerrogativas del pontificado romano, cuestionado también en su poder temporal por el risorgimento italiano, se hace urgente. 

Pio IX ha sufrido la humillación de huir a Gaeta ante la sublevación de sus súbditos. Y, aunque en 1854 ha vivido el momento brillante de la definición del dogma de la Inmaculada, la mayor parte de los Estados Pontificios van siendo ocupados por las tropas piamontesas. Considera necesario publicar el Syllabus que condena el panteísmo, el socialismo, el comunismo, la subordinación de la Iglesia al Estado, la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad religiosa y tantas cosas. La prensa contraataca. Todo habla de la necesidad de un Concilio. 

El Vaticano I debatirá fundamentalmente dos temas: el primado del obispo de Roma y la infalibilidad pontificia. Se gestan trabajosamente las constituciones Dei Filius y Pastor Aeternus, que van definiendo posturas opuestas. Hay una creciente mayoría, favorable a las propuestas, y una aguerrida minoría de oposición, cada vez más pequeña (abandonos, cansancio) y progresivamente desilusionada. Avanzan las sesiones hacia un final previsible. Afirmado el primado, se definirá por fin la infalibilidad pontificia cuando las tropas que amenazan Roma están abriendo una brecha en Porta Pia. La minoría ha sido derrotada, aunque a su vuelta a casa acabará manifestando paulatinamente su fidelidad al Papa. La Iglesia de Roma, vencida en el campo de batalla, ha ganado la guerra. 

O’Malley juzga los resultados del Concilio de modo pormenorizado y hasta cierto punto optimista. “El Concilio fue un acontecimiento notablemente moderno, que invitó a los creyentes a abandonar provincialismos y nacionalismos, y a adoptar una visión más amplia de la Iglesia y del mundo”. “Sin pretenderlo, afirma, el Concilio erosionó el Estado confesional”. El Vaticano II podrá seguir edificando, sin renegar de su precedente inmediato: “El pasado nunca está muerto, es más, ni siquiera es pasado”. 


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