viernes, 21 de abril de 2023

Urbano Valero: Pablo VI y los jesuitas. Por Teodoro García Estalayo

VALERO, Urbano: Pablo VI y los jesuitas. Una relación intensa y complicada (1963-1978). Mensajero, Bilbao, 2019. 374 páginas. Comentario realizado por Teodoro García Estalayo.

Urbano Valero analiza el devenir de sucesos, discursos y manifestaciones durante el pontificado de Pablo VI recogiendo sus intervenciones en torno al vínculo especial de los jesuitas con el papado. Con agudeza y precisión afronta el estudio de unos acontecimientos que le tocó vivir desde su responsabilidad primero como Provincial de Castilla y como Provincial de España después. 

El subtítulo del libro califica de forma certera la relación de esos años entre el Papa y la Compañía de Jesús: “intensa y complicada”. Pablo VI mantuvo a lo largo de su pontificado una gran estima por los jesuitas. Valoraba sus obras e instituciones, su trabajo al servicio de la Iglesia, así como lo que éstos representaban. Su presencia más allá de los números, sus puestos relevantes en facultades de Teología y centros de investigación, su labor pastoral en ámbitos bien distintos, era un escaparate donde se miraba la Iglesia. El autor recoge extensa documentación para presentar la evolución del pensamiento de Pablo VI hacia la Compañía de Jesús durante su pontificado. La recopilación de todo este material aporta una clara visión de lo acontecido entonces: antecedentes, señales de alarma, actuaciones, decisiones, mensajes, llamadas de atención, audiencias, suspicacias, encuentros y desencuentros, precisiones, razones y argumentaciones. 

Describe el autor tres etapas acerca de esta relación entre el Papa y la Compañía de Jesús. Los primeros años los califica de esperanzadores. Son los inicios del pontificado de Pablo VI, inmerso en la culminación del Concilio Vaticano II y en su aplicación. Pocos papas han elogiado de tal modo a los jesuitas como lo hizo el papa Montini en este primer momento referido en la obra. Discursos e intervenciones del pontífice seleccionados avalan esta afirmación. 

Esta visión altamente positiva se volvió inquietante, tensa y complicada entre los años 1969-1975. Se vivían momentos confusos. El Concilio Vaticano II y la Congregación General 31, que eligió como General al padre Pedro Arrupe, buscaban dar una nueva imagen a la Iglesia y a la Compañía de Jesús. Iniciativas diversas buscaban el aggiornamento de la Iglesia en la sociedad postconciliar. Renovación y puesta al día se asociaron a intervenciones poco acertadas. Un grupo de jesuitas, no contento con el devenir de los acontecimientos, solicitó un estatuto especial, a espaldas de las autoridades legítimas en la Compañía de Jesús. Las intrigas, con la connivencia de una parte del episcopado español, llegaron hasta la Santa Sede, creando en el pontífice desconfianza e inquietud acerca de la Compañía de Jesús. Queremos creer que todos actuaron movidos por aportar lo mejor a la Iglesia y a la Compañía. Aunque los caminos propuestos y los modos seguidos no fueron los cauces ordinarios que debían haberse seguido. Quienes se reconocieron como “la vera Compañía”, o “Jesuitas en fidelidad” movieron hilos, con “nocturnidad y alevosía”, alejándose de quienes representaban legítimamente a la Compañía de Jesús. ¿Qué defendía este grupo? ¿Qué solicitaban? ¿Qué motivaciones les animaban? La obra ahonda en información para descubrir los entramados de estas controversias. 

Los momentos más críticos fueron los vividos durante la preparación y celebración de la Congregación General 32. El tema de los grados fue el punto del desencuentro. Los últimos años de su pontificado, Pablo VI mostró repetidos gestos de benevolencia. La tempestad se había reconducido. Las muestras de cercanía y aprecio se reanudaron como en sus primeros tiempos. 

¿Podrían calificarse como “resistencia al cambio” estos desencuentros ocurridos entre la Sede Apostólica y la Compañía de Jesús? Nos encontramos ante una publicación que presenta en primera persona los acontecimientos vividos en un momento esperanzador para la Iglesia y la Compañía. El Concilio Vaticano II y la Congregación General 31 iniciaron procesos de renovación. Adaptar, revisar. ¿Qué cambiar? ¿Qué mantener? ¿Cuáles las esencias a las que no se debe renunciar? ¿Dónde fijar límites? 

El Padre Arrupe encarnó la ilusión renovadora en la Iglesia y en la Compañía de Jesús. Sus decisiones e intervenciones fueron significativas. Los jesuitas un espejo donde mirarse otras Congregaciones Religiosas e Institutos de Vida Consagrada. Pablo VI observaba a la Compañía desde su misión de Pastor universal. Hubo quienes enfatizaron aspectos negativos. La desconfianza entre la Sede Apostólica y la Compañía de Jesús creció. Se redimensionaron actuaciones que podrían haber sido subsanadas desde talantes más conciliadores. El proceso de cambio no estuvo exento de errores. No podía ser de otro modo. Renovar tiene sus costes. El inmovilismo hubiera sido peor peaje. Los desaciertos en el afán renovador se reconocían. La constitución de una Compañía paralela dentro de la misma Compañía de Jesús pudo abortarse. 

En esta coyuntura dos figuras sobresalen con gran personalidad: Pablo VI y Pedro Arrupe. El libro resalta a dos hombres de una talla espiritual y humana excepcionales. Los momentos de desencuentro engrandecen a ambos. Su amor a la Iglesia y a la Compañía de Jesús fue probado y reafirmado. Quedaron patentes las diferencias de comprensión en la interpretación del cuarto voto de los jesuitas, o sobre cómo debe entenderse la fidelidad a la Fórmula del Instituto. 

“Quien no se arriesga no pasa la mar”. El Concilio abrió una puerta. ¿Fueron imprescindibles sinsabores y desencuentros? Desde el gran amor manifestado por la Iglesia y por la Compañía de sus protagonistas, ¿qué provocó la pérdida de confianza y el buen fluir de las relaciones entre ellos? Los motivos son enumerados como si de una novela por entregas se tratara. ¿Hubo mal querer por parte de algunas instancias? ¿Faltó comunicación precisa en momentos claves? ¿Podrían haberse evitado sufrimientos innecesarios? 

Unas pocas páginas recogen bajo el epígrafe “Conclusión y colofón” una buena síntesis de la obra. Aunque la lectura completa, repleta de matices, dará una visión panorámica de los hilos de la trama, de sus protagonistas con nombres y apellidos, o los peligros sobrevenidos entre estas dos instituciones eclesiales alternando amores y desamores. 

La foto de portada bien vale una última palabra, como así se indica en el texto. Sólo el autor sobrevive –aunque ha fallecido también muy recientemente, cuando se publica esta recensión–. Sus opiniones, sus recuerdos… lo experimentado en aquellos días merecía la pena salir a la luz, como testimonio de un momento transcendental para la Iglesia y para la Compañía de Jesús.


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