viernes, 27 de octubre de 2023

Elaine Howard Ecklund: Por qué la ciencia y la fe se necesitan mutuamente. Por Marta Medina Balguerías

Howard Ecklund, Elaine: Por qué la ciencia y la fe se necesitan mutuamente. Ocho valores compartidos para superar el temor. Sal Terrae-UPCo, Maliaño-Madrid, 2021. 184 páginas. Comentario realizado por Marta Medina Balguerías (Facultad de Teología. Universidad Pontificia Comillas. Correo: mmedina@comillas.edu).

Elaine Howard Ecklund es socióloga y en este libro ofrece algunas conclusiones de sus estudios académicos de una manera más divulgativa y accesible al gran público. En su opinión, y basándose en los resultados de sus investigaciones, la ciencia y la fe cristiana no son incompatibles entre sí. Así lo muestran los testimonios de numerosos científicos cristianos para quienes, lejos de haber incompatibilidad entre su quehacer científico y su fe religiosa, ambas dimensiones se interrelacionan e incluso se retroalimentan. 

El libro está dividido en tres partes. La primera, “Elementos básicos”, está compuesta por tres capítulos. Primero Ecklund parte de una anécdota personal como madre para explicar el necesario tránsito del temor a la comprensión que se puede dar en muchos ámbitos de la vida y que es deseable que se dé entre la ciencia y la fe. Después, en el segundo capítulo, trata sobre científicos y cristianos como “Comunidades que se entrecruzan”, es decir, que no se excluyen entre sí de manera necesaria. Finalmente, aborda la cuestión de la evolución creativa para mostrar, a través de diversos testimonios, que es posible ser cristiano y afirmar la teoría de la evolución.

Después de esta parte, de carácter más bien introductorio, la autora sitúa los ocho capítulos que tratan sobre virtudes que encontramos tanto en el ámbito científico como en el cristiano; virtudes que ambos ámbitos comparten y pueden ayudar a establecer puentes y superar el temor para encaminarse hacia la apertura y la comprensión mutua. Estos capítulos están repartidos entre dos partes. La segunda parte del libro se denomina “El proceso” e incluye los capítulos sobre la curiosidad, la duda, la humildad y la creatividad. La tercera, “La redención”, aborda la curación, la admiración, el shalom y la gratitud. 

Se trata de un libro muy recomendable para alguien que se acerca por primera vez a la cuestión de la relación entre la ciencia y la religión, así como para personas que tienen una responsabilidad especial en cualquiera de las dos comunidades (científica y religiosa) y que pueden ampliar su sensibilidad y visión con estas reflexiones. La lectura es amena, fluida y agradable, y sorprenden para bien las numerosas conexiones que la autora establece entre los debates académicos a los que se refiere y algunas situaciones de su vida personal (sobre la salud, la maternidad, la investigación, etc.) con las que muchas personas podemos empatizar y conectar y que ayudan a ‘aterrizar’ las discusiones más teóricas en otras más prácticas y cotidianas. 

Que Elaine Howard haya elegido las virtudes como ámbito compartido por científicos y creyentes me parece muy interesante y acertado y considero que inspira para poder seguir desarrollando las intuiciones que aquí presenta, que pueden dar mucho fruto. El crecimiento en virtudes es una cuestión antropológica que, como tal, permea todos los ámbitos del ser humano y puede ayudar a una comprensión más holística de nuestro propio ser. También ayudan a conectar lo teórico con lo práctico.

Si bien es cierto que, como venimos diciendo, se trata de un libro ameno, inspirador y que puede hacer mucho bien, también hay que apuntar algunos de los límites que podemos encontrar en él, sobre todo para no buscar en su lectura algo que la obra no está pretendiendo ofrecer. Para personas que venimos del ámbito académico, y en concreto de la filosofía o la teología, la reflexión puede resultar en algunas ocasiones algo superficial o, al menos, queda la sensación de que se desearía una profundización mayor en los conceptos, en cuestiones ontológicas y filosóficas en las que la autora no entra plenamente. Además, en algunas ocasiones conecta determinadas ideas o discusiones teóricas con alguna de las virtudes de una forma que no siempre se ve tan justificada desde fuera o para la que no ofrece una justificación teórica. Me parece que esto es así porque ella escribe desde la sociología y quiere mostrar que hay muchas personas que viven la relación entre ciencia y fe de determinada manera, apuntando a lo que podemos aprender de ellas, no elaborar un pensamiento filosófico y sistemático sobre las cuestiones que trata. A esta sensación puede contribuir el hecho de que se trata de un libro divulgativo y por ello busca una sencillez que al lector más crítico o informado le puede dejar con ganas de más. 

Otra cuestión curiosa es que la autora se basa exclusivamente en testimonios de cristianos protestantes, en su mayoría evangélicos y algunos reformados. No hay alusiones a otras confesiones cristianas, o si las hay es de manera muy indirecta, pero quizá se deba a que los estudios que menciona eligieron expresamente ese nicho de población cristiana. También hay que apuntar que los testimonios que maneja son del ámbito estadounidense y que por ello puede haber ocasiones en las que los lectores de otros lugares no nos veamos tan reflejados en ellos. 

En cualquier caso, siempre que se sepa lo que el libro ofrece y lo que no, me parece una lectura agradable, recomendable e inspiradora, especialmente para quien se acerca por vez primera a estas cuestiones. 


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