viernes, 9 de agosto de 2024

Martín Gelabert Ballester: Creer. Por Mª Ángeles Gómez-Limón

Gelabert Ballester, Martín: Creer. Sólo en Dios. San Pablo, Madrid, 2007. 128 páginas. Comentario realizado por Mª Ángeles Gómez-Limón.

La editorial San Pablo ha tenido a bien solicitar la colaboración de destacados autores para firmar las «pequeñas grandes obras» de la colección «Conjugar en cristiano». En esta ocasión es Martín Gelabert, dominico, profesor de Teología Fundamental y Antropología Teológica de la Facultad de Teología de Valencia, el responsable de «definir» qué significa conjugar el verbo «creer». Y, claro, su exposición pone de relieve quién es el que habla y a qué se dedica: la reflexión y la docencia de la teología y, en concreto, las disciplinas a las que está dedicado de modo privilegiado. De ahí que estas páginas, aparentemente sencillas, constituyan en realidad un pequeño «tratado» sobre la fe en el que, junto a un enfoque que resulta próximo al habitual de la Teología fundamental, se advierte una presentación con marcado acento experimental y, si se nos permite la expresión, «confesante». 

«La presencia de Dios es una presencia en forma de huella. Huella de un paso ya pasado, pero que invita a seguir las “espaldas” del que ya ha pasado (cf. Ex 33,23). Así, Dios se da a conocer por medio de signos, signos que remiten siempre más allá de ellos, que apuntan hacia un misterio transcendente. De modo que el creyente vive en la tensión del que siempre busca sin alcanzar nunca del todo, aunque la oscuridad esencial de su fe no le paraliza, sino que le hace vivir “como si viera al invisible” (Heb 11,27)» (p. 51). Estas palabras del autor nos permiten introducir la recensión de la presente obra. Si «la presencia de Dios es una presencia en forma de huella», la fe –va desarrollando Gelabert– es la respuesta humana al don de un Dios que, efectivamente, quiere y puede comunicarse con la persona. Respuesta humana que no deja de ser una búsqueda sostenida y confiada, en actitud de escucha y obediencia a un Dios que, siendo libre e indomeñable, nos sale al encuentro de mil modos, por medio una nube de testigos, entregándonos la revelación máxima de su nombre en Jesucristo. Como el mismo autor resume, «la fe cristiana tiene unos contenidos, pero la confianza del creyente se dirige, ante todo y sobre todo, a una realidad personal, Jesús de Nazaret, palabra hecha carne que nos ha contado la intimidad de Dios y por medio del cual podemos llegar hasta el Padre. La fe es la respuesta del ser humano a la palabra y al silencio de Dios» (p. 6). 

Para mejor presentar los contenidos que preocupan al autor, éste los distribuye en ocho epígrafes a través de los cuales busca describir conceptual y vivencialmente el sentido del término «creer» para quien se dice discípulo del Señor Jesús. Así, tenemos títulos como «El primer verbo del cristiano»; «Rodeados de una nube de testigos»; «La fe, encuentro con Dios en Jesucristo»; «Por Jesús al Padre: Dios, único contenido de la fe»; «La fe, obra del Espíritu Santo»; «Creer dentro de la Iglesia»; «Creer en una sociedad secularizada»; «Para pensar». La lectura de los apartados indicados refleja que nos encontramos ante un particular y sugerente comentario al Credo. Gelabert busca mostrar así, desde presupuestos antropológicos y espirituales, la racionalidad de la fe cristiana, el término de la fe (sólo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo), la necesidad de mediaciones, el papel de la Iglesia en la transmisión de le fe y en su alimento y las implicaciones prácticas de una vida que se dice creyente. El epígrafe final ofrece una selección de textos para meditar sobre el tema que se ha venido desarrollando a lo largo de estas páginas. 

A modo de recapitulación, podemos decir que nos encontramos ante una apretada e interesante síntesis sobre el tema. El formato en que se presenta y el estilo elegido por el autor permiten que pueda resultar de interés a creyentes y buscadores (aunque, ¿quién no lo es?). A veces, el enfoque teológico prima sobre el pastoral, lo cual, constituyendo un sólido soporte para el tratamiento del tema, nos parece que reduce la recepción de dichas reflexiones por parte de lectores menos introducidos en la reflexión creyente. Sin embargo, el conjunto de la obra es de valor, se lee con agrado, y algunos comentarios invitan muy especialmente a la reflexión y meditación. 


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