Martini, Carlo Maria: Libres para creer. Una fe consciente para los jóvenes. Sal Terrae, Santander, 2009. 174 páginas. Comentario realizado por María Arinero García.
Quien conozca al cardenal Martini podrá intuir cuál es el tema principal de este libro. ¿Extrañaría que su propuesta fuera hablar de la Palabra? En el fondo, esta invitación tiene un trasfondo de experiencia vital. L. Accattoli, periodista italiano, recoge en la introducción del libro las palabras del cardenal al mostrar la centralidad que la Palabra de Dios ha tenido en su aventura humana: «la Biblia ha sido, en realidad, mi vida» (cf. p. 12). Y esta es la propuesta que hace a los jóvenes, interpelados desde el título, para forjar su fe a la luz de la Biblia. Es este un libro que recoge una invitación a orar, a creer, y pide una respuesta consciente y libre (no podría ser de otro modo en toda invitación), en un intenso itinerario de descubrimiento de la propia libertad.
C.M. Martini fue arzobispo de la diócesis de Milán entre 1980 y 2002. Durante esos años tuvo una intención clara de dirigirse a los jóvenes, de dialogar con ellos, para mostrarles el sentido profundo que puede alcanzar Cristo en sus vidas. Por eso este libro no podría empezar de una manera más adecuada. A la compilación cronológica de las diferentes intervenciones dirigidas a los jóvenes durante su episcopado, le precede una carta que pretende ser encuentro entre el propio cardenal y los jóvenes. Esta fue publicada en 1990 por ITL (editorial de la diócesis de Milán) y recoge también las razones que le habían llegado de muchos jóvenes para explicar su alejamiento de la Iglesia. Con esta iniciativa, el cardenal trataba de comprender, de ponerse en el lugar del joven, a la vez que le pedía a este valor y energía para que él mismo pudiera llegar al fondo.
Una de las grandes apuestas de Martini durante su episcopado fue la creación de las llamadas «Escuelas de la Palabra», una propuesta de acercamiento a la Biblia y a la oración para los jóvenes. La primera convocatoria se celebró en 1980 en la catedral de Milán y reunió a 300 jóvenes; a los diez años, los convocados eran más de 13.000, distribuidos en parroquias. Estas reuniones mensuales seguían el método clásico de la lectio divina.
En la primera parte del libro, bajo el título «Nosotros serviremos al Señor», se expone la «Asamblea de Siquem» desarrollada en Milán en mayo de 1989. Fue precedida por una «Escuela de la Palabra» desde noviembre de 1988 hasta marzo de 1989, en la que numerosos jóvenes italianos fueron convocados en el «Duomo» de Milán para preparar este acontecimiento. Durante estos meses, las cinco meditaciones propuestas estaban basadas en el capítulo 24 del libro de Josué. El deseo era preparar la celebración de una asamblea semejante a la descrita en el Antiguo Testamento, en la que «las tribus de Israel, los ancianos, jueces y escribas» habían renovado la alianza con el Señor que les dio la tierra. En este momento el cardenal pretende proponer, guiar, facilitar, posibilitar... una revelación del misterio de Cristo en la vida de cada joven, para que cada cual se sienta interpelado para renovar su alianza personal con el Señor. No en vano, todas las meditaciones están guiadas por el lema «Dios nos llama y nos libera».
De esta «Asamblea de Siquem» se recogen otras cinco intervenciones del cardenal en las que guía el itinerario de la fe. Estas homilías no dejan de ser meditaciones y exhortaciones para los jóvenes. Se analizan, proponen y vislumbran consecuencias para la pastoral y la Iglesia. Se hacen propuestas muy concretas en un tono de esperanzado optimismo. Para Martini la juventud es más un lugar necesario en el que anunciar el Evangelio que un problema pastoral; por ello no es de extrañar que esta asamblea pueda resumirse en las palabras de Mateo «Id vosotros a mi viña» (cf. Mt 20,24), que animan a los jóvenes a ser corresponsables en la misión a la que han sido convocados.
La segunda parte recoge las intervenciones para el camino «Centinelas de la mañana», recorrido por los jóvenes de la diócesis de Milán entre noviembre de 2000 y mayo de 2001. El resultado de este itinerario fue la convocatoria del «Sínodo» de los jóvenes, que concluyó en la catedral de Milán en febrero de 2002.
Parte de la experiencia en Tor Vergata (Roma) en la Jornada Mundial de la Juventud de 2000, en la que el papa Juan Pablo II se había dirigido a los jóvenes con la invitación a ser los centinelas de la mañana en ese comienzo del tercer milenio. Esto suponía la apertura a un milenio de vigilancia y de amplitud de miras.
Son tres los puntos que guían estas intervenciones de Martini. El tema no será otro que el de la vigilancia, recogido en la expresión «Centinelas de la mañana». Supone la apuesta clara de la Iglesia por los jóvenes como responsables para escrutar los signos de los tiempos, el horizonte de la esperanza. Con una fuerte dosis de confianza, se quiere invitar a los jóvenes a la corresponsabilidad, a ser miembros activos del proyecto eclesial del Evangelio.
Un «taller de la fe» será el tipo de trabajo propuesto, es decir, una reflexión sobre la fe y sobre las perspectivas que esta abre para el tercer milenio. El tercer punto, el llamado «sínodo de los jóvenes», propone la idea de caminar juntos; es el método y punto de llegada. Este camino incluye seis acciones (observar, escuchar, consolar, evangelizar, interceder, amonestar y discernir), que Martini recorre desde la meditación y la expresión profética.
Hay una nota clara en todo este itinerario, y es que el cardenal intenta ponerse en el lugar de los jóvenes, hacer referencia a sus preocupaciones y anhelos, pero también hacerse eco de los problemas del mundo (por ejemplo, en una intervención del 15 de septiembre de 2001 recoge la evidente preocupación ante los recientes atentados del 11-S). La fe y el compromiso con el Evangelio no pueden estar desenraizadas de nuestro contexto histórico.
Su estilo recuerda en numerosas ocasiones el tono exhortativo de san Pablo (cf. pp. 126ss.), y al finalizar el Sínodo, expresa su satisfacción por los logros alcanzados: porque las síntesis de las distintas asambleas de jóvenes no solo piden, sino que se comprometen, porque se vislumbra la esperanza de la Iglesia evangelizadora en el tercer milenio.
La tercera parte del libro la forma una recopilación de discursos a los jóvenes de Acción Católica de la Lombardía con ocasión de sus encuentros diocesanos. No se trata solo de exhortaciones, sino que profundiza en cada tema a partir de una propuesta de oración con el Evangelio. Martini invita a los jóvenes al anuncio misionero contracorriente a partir del envío de Marcos (cf. Mc 16,15-18); a practicar la caridad con apertura de corazón, como exhortaría san Pablo (cf. Rm 12,9 18); a permanecer unidos a Jesús para dar fruto (cf. Jn 15,1-11); o al encuentro con Jesús, como le sucedió a la samaritana (cf. Jn 4,1-30).
Libres para creer es una propuesta de oración y de reflexión sobre la fe, no solo para los jóvenes milaneses de las últimas dos décadas, sino para cualquier joven contemporáneo. Más aún, no sólo para ellos. Martini afirma que «para comunicar el Evangelio hace falta que este nos ilumine interiormente, que cale en nuestra vida interior», y esta es una actitud que no distingue edades; es una propuesta siempre válida para todo el que sigue en pos de Jesús.
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