Sebastián, Miguel: La falsa bonanza. Cómo hemos llegado hasta aquí y cómo intentar que no se repita. Península, Barcelona, 2015, 272 páginas. Comentario realizado por José Ramón de Espínola, profesor de Economía en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid).
España no siguió las pautas establecidas por la Agenda 2000, aprobada por el Consejo Europeo de Lisboa de marzo de 2000. La Agenda 2000 trazaba un objetivo estratégico para la Unión Europea (UE): convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer de manera sostenible, con más y mejores empleos y con mayor cohesión social. Para lograrlo diseñaba una estrategia que, en síntesis, exigía a los países estabilidad macroeconómica (evitar excesos en los mercados de bienes, servicios, trabajo y financiero), así como reformas estructurales que posibilitaran la mejora de la competitividad de las empresas y un funcionamiento más eficiente y dinámico de los mercados.
La Agenda 2000 fue papel mojado. España (no el único país europeo), confundida e inmersa en una aparente y boyante bonanza, ignoró la Agenda 2000, se endeudó considerablemente y no realizó las reformas estructurales necesarias para un crecimiento sólido y sostenible. Cuando se desencadenó la tormenta perfecta, una parte significativa de la economía española, edificada sobre arena no sobre roca, se derrumbó dejando un triste y duradero lastre de endeudamiento, paro y desigualdad.
Todo ello justifica este nuevo intento editorial de explicar cómo y por qué España se sitúa a la cabeza del paro y la desigualdad en Europa. Puesto que los malos resultados no son fruto del azar o la mala suerte, La falsa bonanza de Miguel Sebastián se interroga por qué los españoles estamos donde estamos y cómo evitar que no se repitan los errores cometidos. Analiza lo ocurrido entre 1997 y 2007, años de deslumbrante expansión de la renta y el empleo, y los graves excesos cometidos en un clima general de autocomplacencia: el exceso de crédito, la burbuja inmobiliaria, el exceso de internacionalización de las empresas, los excesos energéticos, los excesos en la construcción de infraestructuras, y otros.
Como desencadenantes de la tormenta perfecta, el libro de Sebastián destaca factores que facilitaron los excesos: en primer lugar, la entrada de España en la moneda única, que redujo los tipos de interés y posibilitó el aumento exagerado del crédito; y en segundo lugar, las previsiones demográficas de la ONU y su horizonte de despoblación en España, provocando que, por un lado, grandes empresas se endeudaran de forma exagerada e invirtieran mal fuera del país y, por otro lado, el boom de la inmigración.
Detrás del exceso de crédito, el libro encuentra causas diversas: la política monetaria seguida por el Banco Central Europeo, muy expansiva para España, que redujo los tipos de interés favoreciendo la demanda de crédito y, por otro lado, las inadecuadas regulación y supervisión del sector financiero, junto con la idiosincrasia del sector bancario español.
Como impulsores de la burbuja inmobiliaria, el libro destaca no sólo factores como la entrada de España en el euro, los incentivos fiscales a la compra de vivienda, el boom de la inmigración y el crecimiento de la renta y el empleo, sino particularmente la Ley del suelo del gobierno de Aznar (Ley 6/1998, de 13 de abril) que declaró cualquier suelo urbanizable, propiciando una frenética actividad de recalificación de suelo por parte de ayuntamientos y un fortísimo auge de la construcción de viviendas. Comenta el libro que los gobiernos españoles podían (y debían) haber intentado atajar la burbuja con medidas regulatorias del sector financiero o con la eliminación de la desgravación fiscal por la compra de viviendas, pero que, guiados por la lógica cortoplacista, no lo hicieron para no ser impopulares. Y es que el boom inmobiliario no sólo beneficiaba al sector de la construcción, sino también a la banca, al sector energético, a las empresas de telefonía, a industrias diversas (mueble, cerámica, cemento, vidrio, maquinaria, herramientas), al sector del transporte, a los notarios, registradores y arquitectos, a las tiendas de muebles, a las ferreterías, y por supuesto, a los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas.
Junto a los excesos de endeudamiento de grandes empresas (para realizar inversiones en el exterior, en muchos casos erróneas) y los excesos energéticos a los que dedica una especial atención y autocrítica (Sebastián fue ministro de industria y energía en el gobierno de Zapatero), el libro enumera una larga lista de despilfarros del dinero público en infraestructuras inútiles, a menudo megalómanas, con frecuente relación con casos de corrupción. Y tampoco ignora los excesos verbales y errores cometidos por los economistas.
Sebastián en su libro confiesa que la irrupción y la magnitud de la crisis sorprendió a todos: “las empresas, los organismos de control, las instituciones internacionales, los analistas económicos, Zapatero y su gobierno, o yo mismo, como la inmensa mayoría no anticiparon la crisis”.
El libro termina con una reflexión sobre las debilidades estructurales de la economía española y la necesidad de afrontarlas, si no queremos que se repita lo sucedido. Entre ellas cita el envejecimiento demográfico y su repercusión en el sistema de pensiones, el insuficiente capital humano y tecnológico y la débil productividad, las debilidades estructurales del mercado laboral, el ineficiente tamaño y entorno empresarial junto con el exiguo espíritu emprendedor, la fuerte dependencia energética y la debilidad industrial, la falta de calidad institucional y las deficiencias del sistema fiscal, el alto endeudamiento y la excesiva bancarización de la economía y las desigualdades sociales y territoriales.
La falsa bonanza es un libro lúcido, bien escrito, interesante y asequible no sólo para economistas, que aborda de forma crítica (y autocrítica) múltiples comportamientos (de todo color político) que explican la especial gravedad de la crisis española. En el trasfondo del libro late la filosofía de la vieja Agenda 2000 europea (actualizada en la estrategia Europa 2020). España tiene deberes económicos pendientes: evitar los excesos y realizar múltiples reformas que afronten las debilidades estructurales de su economía.
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