Beutler, Kurt: Perlas en el Corán. Un cristiano descubre el libro de los musulmanes. Desclée De Brouwer, Bilbao, 2017. 160 páginas. Traducción de Birgit Lehmkuhl. Comentario realizado por Manuel Carrasco García-Moreno.
¿Qué puede resultar más beneficioso en este mundo nuestro, multicultural y plurirreligioso, que la construcción de puentes que unan orillas, de caminos que comuniquen mundos hasta ahora separados? Esa es la sana intención del libro que nos ocupa, Perlas en el Corán. Su autor es Kurt Beutler (Suiza, 1960), un teólogo evangélico dedicado a la divulgación teológica, con varios libros (aún por traducir al castellano) sobre el diálogo entre cristianismo e islam. Colabora además como mediador intercultural en MEOS Interkulturelle Dienste, una organización cristiana evangélica para la asistencia a migrantes en Suiza.
La relación de Beutler con el islam tiene, como él mismo nos repite, un profundo arraigo afectivo: los años en que vivió en Egipto y Líbano y su propio matrimonio con una mujer egipcia. Con sus Perlas, Beutler rastrea las historias de personajes bíblicos que también aparecen en el Corán buscando puntos comunes, en una aproximación amable entre ambas tradiciones. En su deseo de tender puentes, sin embargo, puede caer en un concordismo apresurado que termina por no hacer justicia a ninguno de los dos textos sagrados y diluye las diferencias, en ocasiones a favor de una de las dos perspectivas (normalmente, la cristiana).
Este libro corre el riesgo de dejar igualmente insatisfechos a cristianos y musulmanes. A los primeros, porque no queda claro si el Cristo que presenta es Dios verdadero hecho carne o un difuso espíritu pre-existente que toma forma de ser humano. A los musulmanes, por su parte, puede resultarles incómodo el tono proselitista de la obra que, partiendo de una exégesis poco convencional, parece concluir que el mismo Corán invitaría a los musulmanes a aceptar a Cristo como Salvador. Beutler tiene buenas intenciones y unas maneras afectuosas y cercanas. Busca superar las diferencias y propiciar el encuentro. Estas serían, indiscutiblemente, sus virtudes. Esos son los caminos que abre: diálogo afectuoso, desde el corazón, tendiendo puentes para la fraternidad. Pero tal vez otra clave de aproximación fecunda sería no tratar de diluir la diversidad. Al fin y al cabo, las diferencias, cuando se sostienen con amabilidad y convencimiento, hacen más fértil el diálogo, pues posibilita que el encuentro se realice, tanto para el cristiano como para el musulmán, desde la honestidad con uno mismo y el respeto hacia el otro, buscando avanzar en el conocimiento y la valoración mutuos y, por qué no, señalar también los desafíos para que unos y otros crezcamos en autenticidad y armonía.
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