Margarete Buber-Neumann: Milena. Tusquets, Barcelona, 2017. 265 páginas. Comentario realizado por Fátima Uribarri Bilbao.
Serás mi juez clemente
Este libro es fruto de un juramento pronunciado en el infierno y sellado a fuego por la amistad verdadera. Margarete Buber-Neumann se lo prometió a Milena Jesenká cuando la periodista checa estaba al borde de la muerte en el campo de concentración de Ravensbrück: “Sé que al menos tú no me olvidarás, que podré seguir viviendo en ti. Tú les dices a los demás quién fui, serás mi juez clemente”, le dijo Milena a Margarete poco antes de morir, víctima de una enfermedad renal, escuálida tras cuatro años confinada en ese campo de concentración nazi.
Ya habían hablado antes de escribir un libro. Milena estaba entusiasmada con la idea. Insistía a Margarete en que debían contar el espanto que estaban presenciando. Ellas iban a delatar a los asesinos, desenmascarar las barbaridades, desnudar las mentiras. “Cuando estemos en libertad escribiremos juntas un libro˝, le dijo Milena a Margarete. Sería un libro sobre los campos de concentración de las dos dictaduras (soviética y nazi) y se titularía La época de los campos de concentración. Milena no vivió para contarlo. Pero Margarete sí lo logró. Margarete es una campeona de la supervivencia. Venció al gulag soviético y al lager nazi. Fue prisionera en ambas orillas del totalitarismo aniquilador. Cuando los nazis se hicieron con el poder en Alemania, Margarete y su marido el dirigente comunista alemán Heinz Neumann se exiliaron en la Unión Soviética. Fueron comunistas activos y muy implicados. Trabajaron para la Internacional Comunista, en Francia y en España durante nuestra guerra civil.
Pero en 1937 se los tragó –también a ellos– el abismo de la “Gran Purga” ordenada por Stalin. A Heinz lo arrestaron y lo ‘desaparecieron’. Margarete tardó muchos años en saber que había sido ejecutado casi de inmediato. A ella la confinaron en un campo de trabajo en Siberia. El pacto satánico de 1939 entre nazis y soviéticos supuso para ella, y para otros muchos prisioneros del terror soviético, una mudanza del gulag al lager. Lo contó Margarete en su libro, Prisionera de Stalin y Hitler, que se publicó en 1948 y le supuso muchos sinsabores, desprecios y críticas por parte de los intelectuales de izquierdas que la acusaban (como le sucedió a Alexander Solzhenitsyn) de traidora y mentirosa.
Buber-Neumann llegó a Ravensbrück a principios de 1940 y protagonizó una proeza lograda por poquísimos supervivientes: sobrevivió hasta la liberación del campo en abril de 1945. Esto fue posible porque Margarete venía del gulag entrenada en torturas, porque cayó en un destino más o menos fácil durante algún tiempo y porque Ravensbrück no era tan aniquilador cuando ella llegó: el sadismo y la muerte se fue acrecentando con el paso de los años. A Milena Jesenská la conoció en Ravensbrück en 1940. Margarete era una privilegiada en aquella época porque era la jefa del barracón número 3, el de las testigos de Jehová. Milena estaba destinada en el barracón de la enfermería, lo que le permitía cierta ventaja para moverse por el campo. Se encontraron cerca de lo que las prisioneras llamaban “el muro de las lamentaciones” y congeniaron de inmediato. A Margarete la discriminaban las comunistas porque Buber-Neumann contaba las verdades del estalinismo y revelar la cara tenebrosa de la dictadura comunista era un pecado imperdonable. Milena se puso de su lado al instante: también ella había sido comunista y se había desencantado.
Se hicieron amigas. Margarete ingresó en el pelotón de admiradores de Milena. Debía ser una mujer muy especial porque la escritora alemana no cesa de repetir que un aura excepcional emanaba de aquella mujer. Se suceden los elogios. Milena era valiente, leal, de una eminente superioridad intelectual, fuerte, enérgica, libre, vital, magnética, moderna, atrevida…
La primera parte de Milena es más floja que el resto del libro por ese deslumbramiento sin pruebas. Margarete Buber Neumann insiste en el magnetismo seductor de Milena, pero no sabemos bien a qué se debe tanta admiración. Luego comienza la biografía de Milena: su conflictiva relación con su padre, la triste pérdida de su madre cuando era adolescente, sus rebeldías y fugas, sus padecimientos, inquietudes, amores, atrevimientos y sus andanzas periodísticas. Y llegamos a Franz Kafka. Milena Jesenká es conocida en el mundo porque fue la brillante periodista checa de la que se enamoró el autor de La metamorfosis. Su relación se conoce gracias a Cartas a Milena, la recopilación de parte de su correspondencia. Enterarnos de lo que Milena le contó a Margarete sobre su relación con Kafka es muy interesante. “Conocí su angustia antes de conocerle a él”, confiesa la periodista checa. Por sus apreciaciones se deduce (ya lo sospechábamos) que Kafka no era de este mundo. Milena dice que era “el único hombre puro”; alguien que “sabe de este mundo mil veces más que el resto de hombres de la tierra”. Lo define como “un sabio asustado por la vida”, alguien que “permanecía vigilante cuando los demás, los insensibles, ya se sentían seguros”.
Esta biografía se hace más interesante e intensa conforme va avanzando. Empezamos a comprobar por qué Milena era atrevida. Lo fue cuando los alemanes invadieron Praga. Milena se alista en la resistencia, se ocupa de sacar a gente del país y mientras lo hace osa escribir sus opiniones en sus artículos periodísticos. Su valentía es excepcional: se cose la estrella judía en su abrigo; ella que no es judía se solidariza con ellos. Se pone la estrella amarilla para impulsar a sus compatriotas a que hicieran lo mismo. Pero no lo hicieron.
Milena “se parecía a un Don Quijote femenino en sus conceptos del honor y la caballerosidad”, explica Margarete Buber-Neumann. Era una desobediente nata. Caminar de la mano en Ravensbrück estaba prohibido. Era peligroso. Milena y Margarete lo hicieron. Milena rompía las normas a menudo. Falsificó documentos de la enfermería para salvar vidas, robó comida de las cocinas... incluso cometió el disparate de denunciar a una supervisora “buena” de las SS la serie de brutales asesinatos que cometía un médico sádico. Con cada atrevimiento se jugaba la tortura y la muerte. También tuvo sus altibajos. No era una diosa inmune a la debilidad humana. En su etapa de joven rebelde fue cocainómana, desastrada, enfermiza, irascible... Pero siempre dueña de una personalidad singular: nunca fue parte de una manada sumisa.
A Milena y Margarete la amistad les ayudó a seguir adelante en el campo de concentración. “El deseo de ternura y de consoladora proximidad de un ser querido es incluso mucho más fuerte en cautividad”, explica la autora de Milena. Cuenta Margarete que Milena dejó escrito sobre la amistad que “si se tienen dos o tres personas, pero qué digo, si se tiene una única persona ante la cual se pueda ser débil, pobre de espíritu o estar triste sin que ello nos haga daño, entonces somos ricos”.
Este libro es un canto a la amistad. Y es una biografía sentimental. Su autora ha reconocido lagunas de información: no pudo visitar Praga ni acceder a documentos sobre la vida de Milena. También es un valioso documento sobre los campos de concentración. Margarete Buber-Neumann publicó Milena en 1963. Es una suerte que Tusquets (que ya lo publicó en 1987) haya decidido reeditarlo.
Conforme se va leyendo aumenta la intensidad de la narración, crece el interés y la admiración por estas dos mujeres. De Milena dice Margarete que era “una persona con el orgullo sin quebrantar, un ser humano libre entre todos los humillados”. Cuando el espanto acorralaba su fortaleza (supo de las mayores atrocidades en la enfermería. En Ravensbrück se hicieron brutales experimentos con las prisioneras) llegó a decir a su amiga Margarete: “Ay si pudiera estar muerta sin tener que morir”. Margarete Buber-Neumann ha conseguido que Milena no muera. Ha sido su juez clemente.
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