Rilke, Rainer Maria: Cartas a un joven poeta. Alianza, Madrid, 2012. Traducción de José María Valverde. Comentario realizado por Iván Pérez del Río.
Un clásico de la literatura al que hay que volver de vez en cuando. Hay libros que nos gustan, que los leemos y disfrutamos, que los recomendamos, que están en nuestra librería, los guardamos con cariño. Los hemos leído una vez y ya. Sin embargo hay otros que también están en la librería, que también recomendamos o regalamos pero a los que, por alguna razón misteriosa, volvemos. Hay algo en ellos que nos enciende, que nos dinamiza, que nos llena… Cartas a un joven poeta puede ser uno de esos libros.
El libro se dirige, como bien indica el título, a un novel poeta. En principio esto tiene poco que ver con la inmensa mayoría de personas. El tanto por ciento de poetas en el mundo es pequeño y el de jóvenes, sin ser tan pequeño, no representa la mayoría de la humanidad. Sin embargo, la sensación con este libro es que podría estar dirigido a cualquiera: Cartas a un joven filósofo, cartas a un teólogo adulto, cartas a un joven padre de familia, cartas a un abuelo, cartas…
Este clásico del que compusiera el bello libro de poesía Elegías de Duino, habla de cuestiones esenciales a cualquier ser humano: la vocación absoluta, la necesaria soledad, la necesidad de releer nuestra historia personal, el amor, etcétera.
Este libro de muy pocas páginas profundiza en el valor de una vida con sentido, “el artista ha de estar llamado por la vocación absoluta, por la conciencia de que se moriría si no escribiera, y debe aceptar esa exigencia vital sin preocuparse por lo que otros digan”. Para que la obra de cualquiera de nosotros, artistas de la vida, brille, ha de estar enraizada en lo anterior. El reverso son construcciones de papel cartón, que al mínimo viento se desploman. El autor receta soledad como condición para conseguirlo. Sin soledad, sin silencio, sin conocimiento interior, es difícil saber a qué está llamado uno. Casualmente, hoy se nos sugiere o se nos impone lo contrario, una mirada puesta en lo externo, en lo de fuera, y nos aparta del lugar más profundo de nuestro ser. Rilke aconseja “entre en sí mismo y examine las profundidades de que brota su vida”.
El autor advierte acerca de la ironía, sobre todo cuando ésta se vuelve excesivamente familiar. Quizás éste ha de ser un indicador que debamos tomarnos en serio hoy. Estamos acostumbrados a programas de televisión o a noticias dominadas por una ironía que relativiza la realidad actual, que adormece, que aliena. Rilke dice que en esos momentos hemos de poner nuestra mirada en “objetos más grandes y serios”, ante los que seamos pequeños e inermes, buscando la hondura de las cosas.
Muy amable por tu parte. Un saludo,
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