miércoles, 6 de julio de 2022

Alejo Schapire: La traición progresista. Por María Luisa Regueiro Rodríguez

Schapire, Alejo: La traición progresista. Península, Barcelona, 2021. 158 páginas. Prólogo de Pola Oloixarac. Comentario realizado por María Luisa Regueiro Rodríguez (Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filología).

Titulares como “Oxford quiere enseñar menos música clásica blanca”, muestra de un revisionismo absurdo, nos sumen en la perplejidad. En La traición progresista, encontramos una interpretación de éste y de otros desvaríos similares. Su autor, periodista argentino especializado en cultura y política exterior, en unas 160 páginas distribuidas en siete breves capítulos, con precisa referencia a hechos, documentos y fuentes, ofrece claves que disipan en parte el azoramiento que nos produce la realidad actual. La hipótesis central del ensayo es la constatación de los nuevos “valores” esgrimidos por una izquierda que “ayer luchaba por la libertad de expresión en Occidente” y “hoy justifica la censura”, y la autocensura, “allanando el camino para el ascenso de populismos de ambos lados del Atlántico”. 

El punto de partida de dicha traición es el colapso de la Unión Soviética que “llevó al progresismo a cambiar de sujeto histórico, la clase trabajadora por las minorías y a abrazar nuevos aliados liberticidas, autócratas, teocracias de Oriente medio, y las identity politics, sepultando de esta manera la promesa de emancipación universalista” (p. 19). Asistimos sin duda a un nuevo espacio ideológico resultante de un falso consenso —“una burbuja ideológica que se retroalimenta”—, construido en parte por un periodismo que tiene que adaptarse a un contexto muy distinto: imperativos editoriales de internet, las redes sociales, “el divorcio entre la élite progresista y el electorado” (p. 28). 

En el cap. 2, “la libertad de ofender”, se afirma que “el progresismo tiene una nueva novia, la censura, y una nueva enemiga, la libertad de expresión” (p. 35), a la vez que se analizan situaciones, hechos y actitudes de cómo se han ido gestando en las universidades norteamericanas —inspiradas en parte en ciertos autores franceses— los safe spaces, una de las caras de la corrección política a costa de la libertad de pensamiento. La prohibición del sombrero mexicano en la de Oxford “porque puede ser percibido como racista”; la destrucción de estatuas de próceres del pasado por una supuesta posesión de esclavos, las manifestaciones contra las humanidades que pronto se convierten en intimidación a profesores, irrupción a gritos en la conferencia de un ponente invitado… son solo algunos de los muchos y desconcertantes ejemplos que evocan también otros similares en el contexto académico español. El resumen de este estado de cosas lleva al autor a la denuncia, por ejemplo, de “la rehabilitación del delito de blasfemia” que la Asociación de Sindicatos de Estudiantes Musulmanes impone en el ámbito académico norteamericano; a la interpretación en cierto modo exculpatoria de las matanzas perpetradas por el fanatismo islamista en Francia, del asesinato de Theo van Gogh en Ámsterdam, etc.

En el cap. 3, “la construcción del nuevo orden moral” por los circuitos académicos y mediáticos se ejemplifica ampliamente con “la ofensiva de la corrección política aplicada a la cultura de masas” (p. 60), por ej., con actitudes como la de querer modelar el futuro para lo cual es necesario abolir la cultura del pasado “desde Homero y su cohorte de viejos hombres blancos en túnica” (p. 62); juzgar Lo que el viento se llevó como material ofensivo para las minorías o los cuentos infantiles tradicionales como Blancanieves o La Bella Durmiente como “peligrosos vectores de la violencia sexual” (p. 58); reescribir el final de la ópera Carmen porque, según sus promotores, en nuestra época “marcada por el flagelo de la violencia contra las mujeres es inconcebible que se aplauda el asesinato de una de ellas” (p 63), etc.

El cap. 4, “el lenguaje exclusivo”, ofrece ejemplos del objetivo de construcción orwelliana del lenguaje, incluida la pretensión de la vicepresidenta Carmen Calvo de adaptar la Constitución al lenguaje inclusivo, y su petición en este sentido a la Real Academia Española. La respuesta académica despojó de sentido la supuesta necesidad de “combatir el machismo dándoles mayor visibilidad a la mujer y a otras minorías sexuales, reparando injusticias históricas que han servido para naturalizar la discriminación de género” (p. 68). Interesante y hasta cómico, si no fuera grave, es comprobar el resultado de estas políticas en textos farragosos por reduplicación del género gramatical, por inserción de símbolos como la arroba, las guías de lenguaje inclusivo, etc. En síntesis, “el lenguaje impulsado por una élite esclarecida ha fabricado un artefacto inestable y confuso, difícil de usar para la mayoría de los hablantes, es decir, un lenguaje exclusivo” (p. 79).

Los caps. 5 y 6 giran en torno a una clave progresista inquietante en la que tiene gran responsabilidad la gauche caviar parisina: el “antisemitismo de izquierda” que considera a todo judío “un sionista en potencia”, responsable de “haberse enriquecido con el tráfico de esclavos” (p. 85); y el antirracismo como coartada cuando se pide el pronunciamiento a favor de los palestinos y contra el Estado de Israel. En este panorama no falta el análisis de las pruebas inobjetables de antisemitismo de figuras francesas de izquierda y sus efectos: en 2015 dejaron Francia más de 7.000 judíos; y “hartas de insultos antisemitas y violencia física, las familias pusieron a sus hijos en colegios privados judíos… o católicos” (p. 91). Esta actitud está presente en los regímenes autoritarios del progresismo latinoamericano —Venezuela y su alianza con Irán, al igual que los Kirschner, las Madres de la Plaza de Mayo, Cuba, etc.— que no niegan sus vínculos con sus iguales del islamismo “que violan los derechos humanos de los disidentes y las minorías sexuales, étnicas y religiosas” (p. 93). 

La síntesis final en el cap. 7 despliega más pruebas de este relativismo moral y cultural que constituye el centro de la denuncia. 

En definitiva, un texto valiente, muy bien documentado, necesario para entender nuestra compleja y muy contradictoria sociedad actual, que entierra lo mejor de la Ilustración en aras de un progresismo bienpensante que esgrime la lucha por la liberación sexual o contra el racismo con un puritanismo censor tras el que acechan populismos totalitarios y nacionalismos identitarios.


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