viernes, 4 de noviembre de 2022

Peter Bouteneff: Cómo ser un buen pecador. Por José Fernando Juan Santos

Bouteneff, Peter: Cómo ser un buen pecador. El encuentro con uno mismo a través del arrepentimiento. Sígueme, Salamanca, 2022. 160 páginas. Traducción de Jaime López Peñalba. Comentario realizado por José Fernando Juan Santos.

Este es el primer libro que se traduce de este profesor norteamericano de Teología Ortodoxa en el seminario de Nueva York. Se trata de una reflexión personal que ha ido haciendo, según él, a lo largo de los años y que comenzó a propósito de un retiro de cuaresma. El tema, en sí mismo, parece pensado específicamente para ese tiempo especial de conversión, pero dando un paso atrás. 

El arrepentimiento, que en la tradición judía tiene su lugar específico y propio a principio de año, se ha ido diluyendo en el mundo cristiano y los tiempos modernos. Parece de mal gusto, como una apelación impropia a la mala conciencia o una culpabilización innecesaria de la persona que ya tiene bastante con su día a día y sus agobios como para tener que pararse a pensar y, encima, no verse satisfecha o agradecida. Sin embargo, Peter Bouteneff, con cierta valentía y quitándose de encima muchos complejos que los cristianos parecen tener socialmente, se remanga y dice en estas páginas lo que todos sabemos: no somos perfectos, no cabe una vida en la perfección absoluta; estar en camino significa errar, confundirse, hacer el mal y ser cómplice de otros tantos males por indiferencia o no darle importancia; y, con todo, no da igual ni lo que hemos hecho, ni lo que hacemos, ni lo que tenemos por delante. Es decir, el arrepentimiento no es, para el autor, más que una voz de la propia conciencia en la cercanía con Dios que llama al bien posible y que intenta no deshacerse demasiado rápido de los lastres y males que hemos dejado entrar en nuestra comprensión de la realidad, del otro, de nosotros mismos e, incluso, de Dios. Para ello hay que aclarar bien los términos tan denostados que, incluso a los mismos cristianos, parece que les dé vergüenza utilizar y que prefieren en muchos casos cambiar por otros más aceptables y menos densos: pecado y gracia, salvación y liberación, compunción y arrepentimiento, perdón, misericordia y juicio. Todas estas palabras van cobrando sentido profundo en las páginas del libro y, a buen seguro, cualquier lector preocupado por su vida las entenderá, no por sí mismas, sino en diálogo con el Dios que se comunica y se da como bien.

La meditación religiosa, en todas las iglesias, ha comenzado siempre en esta distancia con Dios que, sorprendentemente, no es la última ni la definitiva Palabra. No hay rebaja posible en este asunto, por muy bueno que pueda creerse alguien. Toda persona, siendo pecadora y envuelta en una historia con el mal, tiene la ocasión y oportunidad del arrepentimiento religioso, del arrepentimiento en diálogo con Dios y con el prójimo. Es lo que, diría yo, el autor está más interesado en comunicar y transmitir: la reconciliación posible y querida por Dios de la persona consigo misma, con el otro y con Dios; la apertura, nada fácil, a recibir en verdad el perdón de Dios. El autor ha querido que sus páginas sean claras, conecten con la realidad vivida desde el primer momento y, al mismo tiempo, inviten con dulzura a tomarse en serio la cuestión del amor de Dios pleno de significación.


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