viernes, 19 de enero de 2024

Éloï Leclerc: "Id a Galilea". Por Laura Steegmann

Leclerc, Éloï: "Id a Galilea". Al encuentro del Cristo pascual. Sal Terrae, Santander, 2006. 96 páginas. Comentario realizado por Laura Steegmann.

Nos encontramos ante un libro «bello» que, con un discurso atractivo para el lector, describe lo que ha sido siempre una definición dogmática (la doble naturaleza –humana y divina– del Señor). Podemos constatar así que la aproximación dogmática en modo alguno puede contradecir ni impedir la experiencia espiritual; más bien, la dogmática busca, en sí misma, una verdadera experiencia de comunión con el Señor. 

Éloï Leclerc utiliza la cita galilea (Mt 28,10) para vincular el acontecimiento de la resurrección con el Jesús humano y profeta. El retorno a Galilea permite a los discípulos encontrar a Jesús en su proximidad humana. Al citarlos en el país de Galilea, el Resucitado muestra a sus hermanos que, aun habiendo sido exaltado junto al Padre, sigue siendo el hombre de las bienaventuranzas, hoy igual que ayer. La gloria del Padre no hay que buscarla en las alturas del cielo, sino en la comunión de vida inaugurada con los hombres mediante la encarnación. De ahí que se concluya que la humanidad de Jesús es tan real y decisiva como su divinidad.

El autor, a través de este libro, quiere hacer ver con insistencia que la revelación que Dios ofrece a los hombres llega por el camino del diálogo, y que la verdad acontece en el encuentro. No es que Dios deje de ser Dios, pero sí que es infinitamente respetuoso del hombre, al que creó a su imagen y le habla como un amigo habla a otro amigo, se pone en camino con él, le hace partícipe de sus proyectos y le invita a integrarse en ellos. En esa relación de persona a persona, llena de humanidad, se le abren los ojos al hombre, se percata de que le está aconteciendo la revelación de Dios. Lo esencial de Dios es que se ha mostrado amigo de los hombres, ha otorgado confianza a la humanidad. La divinidad de Dios se ha acreditado en humanidad, valorando así infinitamente al hombre. La plena divinidad de Jesús suscitó su plena humanidad. Dios fue, sigue siendo y ya no dejará de ser hombre. 

Detrás de estas páginas se nos descubre un Dios de la ternura, que es probablemente una de las designaciones que revelan mejor la relación de Dios con el hombre. Él, a lo largo de la historia, se ha comportado como un amigo con su amigo, como un padre con su hijo, como un enamorado con su novia, como un esposo con su esposa. Dios se dice a sí mismo en la luz de la relación con el hombre y desde la transformación que induce en el hombre; Él está presente al hombre; es infinitamente mayor que el hombre, pero en línea con él. Por eso el amor, ternura y ansia de una madre para con su hijo puede ser comprendido como el reflejo deficiente de lo que es la ternura originaria de Dios para con el hombre. Ternura, misericordia y compasión siempre mayores. De todo esto se derivará que Jesús resucitado sólo puede manifestarse verdaderamente a nosotros haciéndonos volver a nosotros mismos, a nuestro ser más auténtico. El regreso de los discípulos a Galilea no se trata de un camino puramente exterior, sino esencialmente de una experiencia espiritual de encuentro íntimo y personal con Jesús.


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