miércoles, 29 de mayo de 2024

Juan Cristóbal Pasini: Nicolás de Bobadilla, SJ. Por Antonio Guillén

Pasini, Juan Cristóbal: Nicolás de Bobadilla, SJ. Recuperación de un personaje de la primera Compañía de Jesús. Mensajero-Sal Terrae-UPCo, Bilbao-Santander-Madrid. 2016. 239 páginas. Colección Manresa nº 60. Comentario realizado por Antonio Guillén.

Con buen criterio, la colección “Manresa” ha ido publicando las biografías de diversos compañeros de san Ignacio de la primera generación (Javier, Rodrigues, Laínez y Salmerón) y de la segunda (Nadal, Polanco, Canisio y Borja). Ciertamente, aquellos primeros jesuitas iluminan, en el discernimiento de su vocación y misiones, la fecunda aportación de la espiritualidad ignaciana para todos los tiempos. 

Ahora le llega el turno a la biografía de Nicolás de Bobadilla, uno de los primerísimos compañeros de Ignacio y quizá la figura más controvertida de aquel primer grupo de “amigos en el Señor”. El libro es fruto de un trabajo de licenciatura en la Universidad Comillas, bien valorado por el P. Manuel Revuelta en su prólogo. Sus fuentes son la Autobiografía que el mismo Bobadilla escribió al final de su vida y las cartas dirigidas a sus compañeros. El conjunto, felizmente, está muy bien escrito y resulta ameno.

Nicolás Alonso Pérez (verdadero nombre de Bobadilla, antes de tomar el nombre de su pueblo palentino como apellido) fue un hombre bueno, de fuerte personalidad, pero con unas complejidades temperamentales también muy relevantes. Su franqueza y libertad para manifestar sus opiniones sin medir las consecuencias de sus palabras era probablemente fruto de una incapacidad permanente para distinguir su verdad de la verdad. Su fuerte asertividad hizo que Carlos V lo alejara de Alemania y sus mismos compañeros le impidieran asistir al Concilio de Trento, porque con él no era posible lograr acuerdos. Hombre instruido y muy inteligente, pero que sin embargo abordaba algunos problemas complejos con una simplicidad que él mismo reconocía sin tapujos. Para muchos resultaba desconcertante que, después de hacer explotar relaciones personales, se olvidaba del daño causado, y seguía como si nada hubiese ocurrido. Su comportamiento imprudente a la muerte de Ignacio exasperó a sus compañeros Laínez, Salmerón, Polanco, Ribadeneira y, sobre todo, a Nadal. Él mismo se retractó después públicamente de sus críticas a Laínez e intentó rehacer las buenas relaciones (sin lograrlo del todo) con Salmerón y Nadal. 

Y, sin embargo, a la vez era un hombre entrañable, al que san Ignacio comprendió muy bien y apreció siempre. Se alababa a sí mismo y a sus éxitos apostólicos con una ingenuidad llamativa. Pero es verdad que recibió de Paulo III misiones difíciles y las resolvió bien. Su ausencia total de hipocresía (como reconoció Ignacio con ironía) le hizo actuar con éxito cuando se le pidió que mediara entre Ignacio y Simón Rodrigues, e Ignacio y Paulo IV. Por encima de todo, fue además un hombre entregado, muy activo y lleno de celo apostólico. Hasta casi el final de su vida (a los 80 años cumplidos) trabajó sin descanso. Con el tiempo, también es cierto, se fue haciendo más dócil y prudente… Este es el hombre que llena esta biografía que no se decanta a un único juicio sobre el personaje. Como apéndice figura la Autobiografía del mismo Bobadilla, tan curiosa y desconcertante como él mismo, y varias cartas suyas. La última, de Salmerón a Ignacio, es un perfecto resumen de las limitaciones que observaran sus compañeros en él.


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